Lo prometido es deuda. Ya que este relato está dividido en dos partes que se pueden leer de manera independiente, aquí os dejo con la segunda y última parte del mismo.
Me alegro mucho de que os haya gustado Como un bálsamo.
Espero que os guste el final de la historia de amor de esta pareja que se enamora en un lugar increíble: la Villa de las Estrellas, en la Antártida, en el año 1999.
Estaba confuso. Todo el mundo parecía decírselo.
Daniel,
el novio de Adriana y hermano mayor de Mónica, había ido a verle a casa. No
estaba. Sergio regresaba de sacar algo de dinero del cajero automático.
Encontró a Daniel esperándole frente a la fachada de su casa. Por lo visto,
había oído algunos comentarios acerca de su relación con Mónica.
-¿Es que te estás aprovechando de mi hermana?-le
increpó nada más verle-¡No me mames!
-Daniel, no tengo ganas de hablar de eso-contestó
Sergio, con tono cansado.
-Es que estoy oyendo toda clase de rumores.
-Mónica es una muchacha muy linda. Y yo ya no soy un
muchachito. Pero…No te lo voy a negar. Hay algo muy intenso entre nosotros.
Daniel
estaba atónito. Pensó que, definitivamente, Sergio se había vuelto loco. ¿Acaso
se había olvidado por completo de Alba?
-No quiero que lastimes a Mónica-le advirtió-Si
llegas a lastimarla, no respondo de mí.
-Nunca lastimaría a Mónica-le aseguró Sergio-Ella es
muy importante para mí.
Se
había convertido en alguien importante para él. A pesar del dolor que sentía
por la pérdida de Alba. Pero aquel dolor era cada vez menos intenso. Cuando se
despertaba por las mañanas, acudía a su mente la imagen de Mónica. Su sonrisa
parecía iluminar las largas noches de la Antártida. A su lado, el frío
desaparecía. Ya salía el Sol.
Mónica
acudió a verle al cabo de algunas noches.
-Piensas que estoy cometiendo un error-dijo la joven
nada más entrar en su casa.
-Pienso que no sé adónde conducirá todo esto-le
aseguró Sergio.
-Sea lo que sea, está siendo muy hermoso.
Acabaron
en la habitación. En la cama de Sergio…Los dos medio desnudos, vestidos tan
sólo con la ropa interior.
No
podían dejar de besarse. Se acariciaban con las manos. Se acariciaban el uno al
otro con los labios. Se tocaban. Se abrazaban. Se lamían mutuamente. Se
chupaban el uno al otro. Se mordisqueaban el uno al otro. Se rozaban.
Y,
finalmente, acabaron estrechándose el uno contra el cuerpo del otro en un
abrazo interminable.
Sergio
no pudo conciliar el sueño. Recordaba su encuentro con Daniel de días antes. Y
se sentía culpable por no sentir dolor al recordar a Alba.
Se
sentía culpable por creer que Mónica dormida era la cosa más bonita que jamás
había visto. Estaba tranquila. Respiraba paz.
-Mónica…-murmuró Sergio cuando miró el reloj y vio
que eran las seis de la mañana.
-¿Qué?-croó ella, igual que una graciosa ranita.
Se
desperezó en la cama.
-Son las seis de la mañana-le advirtió Sergio-Tus
papás no saben que estás acá conmigo. Deben de pensar que estás durmiendo. Y
podrían pasar a tu habitación a despertarte. Y verán que no estás.
Mónica
se echó a reír. Al reírse, parecía iluminar toda la Antártida.
Las
ventiscas de nieve desaparecían. La temperatura aumentaba.
-Mis papás creen que estoy en casa de Adriana-le
contó a Sergio en tono risueño-No sospechan nada.
-Eres una pícara-se rió él.
Ella
le besó en los labios. Fue un beso intenso.
-Puedo quedarme un ratito más-sugirió.
Sergio
llenó de besos la cara de Mónica mientras se ponía encima de ella. La besó
también en el cuello.
Adriana
se enteró enseguida de que Mónica se estaba viendo con Sergio. En concreto, lo
supo cuando les vio besándose frente a la escuela.
Cuando
Sergio se alejó, Mónica se topó de bruces con Adriana.
-¿Es qué estás de novia con Sergio?-le preguntó a
bocajarro la chica.
Mónica
no se esperaba aquella pregunta en absoluto.
-¡Oh, Dios mío!-respondió-¡Nos acabas de ver!
Adriana
miró a ambos lados. Villa de las Estrellas era un lugar donde todo el mundo se
conocía. Pero, en aquellos momentos, parecía estar desierta.
-¿Qué pasó?-la interrogó Adriana.
-Yo lo amo mucho-contestó Mónica-Igual que lo amaba
cuando era chiquita.
-Pero han pasado muchos años.
Adriana
no se lo podía creer. Siendo sinceros, Mónica tampoco se lo podía creer.
-¿Y qué siente Sergio por usted?-le preguntó
Adriana-¿Se te ha declarado?
-Yo siento que él me ama también-respondió Mónica.
-Pero no te lo ha dicho.
-No quiero presionarle. Regresó acá porque su novia
se murió. Yo no quiero obligarle a nada. Yo sólo quiero esperar. Ver qué va a
pasar. Si él me ama, me lo demostrará. Me lo dirá.
-¡Ay, amiga!
Adriana
abrazó con cariño a Mónica.
-Todo es muy complicado-admitió Adriana-Yo estuve
tras Daniel durante mucho tiempo. Y es ahorita cuando, por fin, se me ha
declarado. Parezco una estúpida.
-No eres ninguna estúpida-le aseguró Mónica-Eres una
mujer enamorada. Tan sólo eso…
-¿Te has vuelto loca?-le espetó Mar, la madre de
Mónica a su hija.
Se
encontraban en la sala de estar. Era de noche. La luz estaba encendida. Mar no
solía fumar. Pero, en aquellos momentos, deseó poder encender un cigarrillo.
¿Qué estaba haciendo Mónica abrazada a Sergio en mitad de la calle?
-Ya te han ido con el chisme-contestó Mónica.
Por
suerte, su padre todavía no había llegado. Se pasaba todo el día metido dentro
de la base. En ocasiones, Mónica lo agradecía.
Mar
se paseaba de un lado a otro de la sala de estar. Debía de mantener la calma.
Pero
le costaba trabajo estar tranquila. Mónica ya no era una niña. Eso era lo peor.
Podía
enamorarse. Podía, incluso, casarse.
Mónica
estaba muy rígida. Se la veía muy seria. Sabía que la noticia no iba a tardar
mucho en llegar a oídos de sus padres. Posiblemente, Daniel se lo había
contado. Sergio ya se lo había advertido. Daniel estaba al tanto de la relación
que ambos mantenían. Daniel debía de preocuparse de no contagiarle una enfermedad
venérea a Adriana de casarse con ella. Había estado acostándose con miles de
mujeres. Tanto en Villa de las Estrellas como cuando estuvo una temporada
viviendo en Santiago de Chile. No fue a visitar a los abuelos durante todo
aquel periodo de tiempo.
-¡Te han visto abrazada a Sergio en mitad de la
calle!-le espetó Mar a su hija.
-¿Y cuántas veces hemos visto a Daniel haciendo
cosas peores?-le preguntó Mónica con intención.
-Mija, no compares.
-Él es un hombre. Yo soy una mujer. Conozco esa
historia. No me gusta.
-Sergio tiene que venir acá a hablar con tu papá.
Entonces, podrás salir con él, si es eso lo que quieres.
Lo
malo era que Mónica no parecía estar dispuesta a hacerle caso. Mar era consciente
de lo mucho que había crecido su hija a lo largo de los últimos años. No podían
tenerla todo el día encerrada en casa con cualquier excusa. Salía a la calle.
Quería
llevar su propia vida.
-¿O es que piensas ser su amante?-le preguntó Mar,
nerviosa-¡Contesta!
-Haré lo que me plazca-respondió Mónica, poniéndose
de pie.
Salió
de la sala de estar con paso firme.
-¡Mónica!-la llamó a gritos su madre.
Mar
se dejó caer en el sofá con gesto cansado.
Daniel
también opinaba lo mismo que Mar. Sin embargo, ambos prefirieron no contarle
nada a su padre. El teniente Onarrubia vivía en la base. Daniel nunca había ido
a visitarle allí. Pero quería pensar que quería a su padre.
La
relación entre Mónica y Sergio continuó en los días siguientes.
Él
era feliz cuando Mónica entraba en su casa.
Luego,
en su cama, todo se desataba. Se desataban los besos que se daban. Se desataban
las caricias que se brindaban con las manos. Las caricias que se brindaban con
los labios. Se abrazaban muchas veces. Sergio besaba el cuello de Mónica. Se
amaban. Se poseían mutuamente
Y,
al final, Mónica se quedaba dormida con la cabeza apoyada sobre el hombro de Sergio.
Sintiendo los besos que él le daba en la frente. Sintiéndose protegida por sus
brazos.
-Te amo-le susurró una mañana, cuando vio a Mónica vestirse.
Ella se había puesto los pantalones. Se había puesto la blusa de color blanco que llevaba. Pero todavía no se la había abrochado.
-¿Qué has dicho?-le preguntó.
-He dicho que te amo-respondió Sergio.
Y empezó a hablar. Le contó lo destrozado que estaba cuando murió Alba.
Le cogió la mano mientras hablaba.
Le contó que todo había cambiado para él desde que la vio a ella en primer lugar cuando regresó a la villa. Sentía que Mónica era lo único por lo que valía la pena todo. Luchar. Vivir.
Sentía que ella era la razón de todo su ser. Del seguir vivo. Del seguir luchando. Y, mientras hablaba, Mónica lloraba de pura alegría.
-Hablaré con tus papás y con Daniel-le prometió Sergio.
Aún seguía acostado. No se había vestido.
-Si no lo entienden, peor para ellos-añadió Sergio-Te necesito en mi vida. A mi lado...Te amo con todo mi ser.
-Sergio...-dijo Mónica-Yo también te amo. Te amo desde hace mucho tiempo.
Los dos se fundieron en un denso y largo beso. No dejarían nunca de besarse.
FIN
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