No sé si alguien habrá leído mi relato corto Miradas.
Lo he terminado eliminando del blog porque no me convencía demasiado.
Lo he reescrito y me ha quedado un relato aún más corto.
He eliminado el personaje de Daniela y me he centrado en los personajes de Diego y de Lorena.
Espero que os guste el cambio que he hecho.
El nuevo título es Crónica de un fracaso.
CRÓNICA DE UN FRACASO
Acababa de terminar la jornada laboral.
No veía la hora de regresar a casa.
De ir las cosas mejor, estaría deseando regresar a su casa.
Le dolía el cuello. Le dolía la cabeza. En realidad, le dolía todo el cuerpo.
En cuanto llegara a casa, Lorena advertiría lo mucho que le dolía el cuello. Y
le daría un masaje.
Apagó el ordenador con gesto cansado. Le iba a estallar la cabeza. El despacho
había adquirido un tono oscuro. Diego era el primero en advertir que el negocio
iba mal.
Cerró la puerta de su pequeña oficina.
Salió del edificio. Javier, su socio, ya se había ido. Javier apenas iba a
trabajar. Y, cuando iba, estaba allí un rato. Después, se marchaba. Parecía
haber delegado toda responsabilidad en Diego. Hacía unos cuantos que habían
creado aquel negocio juntos. Cuando todo iba bien. Después, llegó la crisis. Y
el negocio estaba al borde de la quiebra.
Hacía cuatro años que Diego y Lorena se conocían. Y hacía tres años que se
habían ido a vivir juntos.
Diego tenía un grupo de
amigos de lo más variopinto. Se sentía a gusto con él. No eran como Javier.
Aquel joven había supuesto su mayor decepción.
Una joven que trabajaba como
auxiliar de administración, como ella. Como Lorena…Pese a que no se trataban
mucho.
Y un recepcionista…Al
recepcionista le interesaba la Literatura. Y hablaba de hacer un viaje como
mochilero.
Diego se sentía a gusto con aquel grupo de amigos. Se lo había contado a
Lorena. Pero ella se había enfadado con él.
Diego trataba de ser
optimista. El negocio que había levantado con tanto esfuerzo iba a irse a la
mierda.
Sentía que estaba harto de tanto luchar porque no valía la pena. No servía para
nada. Era un cobarde.
Su padre había sido un contratista que había hecho fortuna a lo largo de los
años. Pero, con la crisis del ladrillo, la fortuna se esfumó. No quedaba nada.
La empresa de Diego se dedicaba a
la Informática.
Cuando Diego regresaba a casa, Lorena estaba sentada en el sofá. Miraba sin ver
la tele. Cambiaba de canal. Nada le interesaba. Iba de Aquí La Tierra a Atrapa un millón.
-Lore, he llegado-decía Diego cuando entraba en la salita de estar.
Entonces…
Lorena cambiaba a Telecinco.
-Pues pasamos palabra-decía Christian Gálvez.
-¿Cómo has pasado el día?-le preguntaba Diego a su pareja.
Lorena casi nunca le respondía.
Después, en algún momento, el hastío se apoderó de su relación con
Diego. En los primeros tiempos de su relación, habían sido muy felices. Diego
era vecino de la abuela de Lorena. Cuando ella fue a verla, al cumplir los
veintiún años, se conocieron. Fue un flechazo instantáneo. La familia de Lorena
era rica y poderosa, pero acabaron en la ruina.
Recorrieron en plan mochilero toda Italia y visitaron los lugares
que habían cautivado a Lorena cuando era pequeña. Cuando visitó Italia por
primera vez.
Lorena no había estado nunca antes con ningún hombre. Diego había
estado con unas cuantas chicas antes de conocerla. Lorena sentía que Diego era
sólo suyo. Que le pertenecía por completo. En un principio…Aquel sentimiento
agradó mucho a Diego.
Pero la relación empezó a ir mal al poco tiempo de irse a vivir juntos. Las
cosas entre ambos siempre fueron muy deprisa. Demasiado deprisa…
Diego y Lorena se habían enamorado de un modo muy rápido. Fue una relación más
bien impulsiva.
Todo fue bien cuando estuvieron viajando. Pero, luego, llegó el momento de
instalarse en su propia casa. Trabajar. Salir adelante. Ser una pareja normal.
Y no lo asimilaron.
Lo supieron. Pero decidieron ignorarlo. Se trataba de hacer funcionar su
relación. Pese a todo…
Acudían juntos a ver una película en el cine. Hasta que subieron los precios de
las entradas.
Después, se quedaban levantados hasta muy tarde viendo la tele. Por las
mañanas, Diego era el que se levantaba en primer lugar mientras Lorena se
quedaba en la cama durmiendo. O, quizás, fingiendo que estaba durmiendo.
Hacía mucho tiempo que el deseo se había evaporado. Quizás, el deseo que hubo
en los primeros tiempos fue sólo un espejismo. Hacía mucho tiempo que no hacían
nada. Tan sólo se iban a la cama. Y se dedicaban a dormir.
Los dos se acostaban en la misma cama y dormían el uno de espaldas al otro,
procurando no acercarse demasiado el uno al otro. Diego no dormía. No sabía
cómo había llegado a aquella situación con Lorena. Tan sólo sabía que su pareja
parecía sentir asco de él. ¡Sentía asco de él!
Sólo en ocasiones…
Lorena dormía abrazada a Diego, pero sólo dormía abrazada a él cuando llegaba
el invierno y hacía frío. No quería pasar frío.
Diego no entendía en qué momento todo se había desmoronado. Trataba de fingir
que todo iba bien cuando acudía con Lorena a visitar a su abuela. Los padres se
habían ido a vivir a Estados Unidos. Más bien, al padre le había salido un
trabajo en Estados Unidos. Llevaba dos años en paro. Se marchó y la madre fue
con él. La abuela se quedó en España.
Diego y Lorena no discutían. Hacía mucho que no discutían. Ninguno de los dos
hacía ademán alguno de querer romper una relación que estaba muerta desde hacía
mucho tiempo. Se resistían a admitir que su amor había muerto o que, a lo
mejor, nunca hubo amor entre ellos.
Sólo Diego era feliz cuando iba a trabajar.
-No vendré muy tarde del trabajo-le decía a Lorena antes de irse.
Durante el día, se centraba en su trabajo. Los números le absorbían. La empresa
estaba a punto de entrar en números rojos. Se pasaba el día llamando a
acreedores. Prometiéndoles que les pagaría a la semana siguiente. De verdad…
O llamaba a los bancos. Pedía nuevos préstamos.
Se metía en su coche. Dentro de nada, tendría que venderlo.
No quería regresar a su casa.
No quería enfrentarse a Lorena. A veces, se preguntaba así mismo el porqué no
rompía de una vez por todas con ella.
Se dirigía en coche a su casa. El cinturón de seguridad, en ocasiones, le
oprimía el pecho. Igual que Lorena…
Era un curioso símil. El cinturón de seguridad le salvaba la vida en caso de
accidente. Lo decía la DGT. Pero Lorena era otra historia. No era lo mismo.
Era Lorena. Se sentía prisionero de ella. Pero no se atrevía a romper con ella.
La mentalidad de su pareja estaba muy chapada a la antigua. Parecía ser una
mujer de otro tiempo atrapada en el año 2014. Una curiosa mezcla…
Un sábado por la mañana, Diego bebió un sorbo de su taza de café, que estaba
fría, mientras le hablaba a Lorena de lo tarde que iba a regresar en las
próximas noches.
-Pero vendrás a dormir-le interrumpió una vez Lorena.
-No lo creo-dijo Diego.
-Me estás mintiendo.
-Te estoy diciendo la verdad, Lore.
No sé cuánto tiempo podemos seguir así, pensó Diego. Esta historia no va a ningún sitio.
Tenemos que romper. Pero...No sé cuándo vamos a romper.
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