sábado, 22 de junio de 2013

UNA BRISA SUAVE

Hola a todos.
Debo de pedir perdón por el haber estado ausente durante tanto tiempo.
A parte de que estaba distraída con otros proyectos, ¡olvidé la contraseña de este blog! No lo tengo en la misma cuenta donde tengo los otros blogs.
Por suerte, he recuperado la contraseña.
He hecho algunos cambios, como podéis ver. A un lateral, veréis las fotos de los actores que, en mi opinión, mejor representan a los protagonistas.
También he hecho un leve cambio en la historia. Desaparece el personaje de Anabel, el primer amor de Ricardo, y lo he hecho virgen. Me pareció que debía de estar en igualdad de condiciones con Claudia.
He decidido tomarme esta historia con calma. Subiré siempre que pueda. Pero lo haré en forma de anotaciones del diario de Claudia.
Espero que os guste esta anotación del diario de nuestra protagonista.
Muchas gracias por vuestra comprensión.

                  22 de febrero de 1825

                  Miro las rosas del jarrón que hay en el salón. Augusta está interpretando una pieza sentada al piano. Es demasiado temprano como para retirarnos a descansar.
                  Siento la mirada de Ricardo fija en mí. Ardo en deseos de huir de esa mirada.
-Me duele la cabeza-le digo a mi padre.
                     Me pongo de pie. No dejo que nadie me haga ninguna pregunta. Simplemente, me retiro. Pero sigo notando la mirada de Ricardo fija en mí. No me ha creído.
                     Llevo puesto mi camisón. Mi doncella me cepilla el pelo.
-No tiene buena cara, señorita-observa-¿Le ha sentado mal la cena? Si quiere, le puedo pedir a la cocinera que le prepare una manzanilla.
-Sólo necesito descansar un poco-miento-Mañana por la mañana, estaré mucho mejor. Sólo quiero dormir.
-De acuerdo...
                     Mi doncella hace una ligera reverencia. Se retira. Me quedo sola en mi habitación. No tengo sueño.
                     De pronto, alguien golpea la puerta. Para mi sorpresa, es Ricardo el que entra. Me pongo muy nerviosa. ¿Le habrá visto alguien entrar?
-¿Qué estás haciendo aquí?-le pregunto.
-Quería saber el porqué te has retirado tan pronto-responde Ricardo-Y no me vale la excusa de que te duele la cabeza.
-¡Qué locura!
-Vamos a terminar los dos volviéndonos locos, Claudia.
                    Me dejo caer en mi cama y rompo a llorar sin poder evitarlo. Escucho las palabras de Ricardo diciéndome que nadie tiene la culpa de que nos hayamos enamorado. Me abraza con fuerza.
-Nadie puede separarnos-me asegura.
                   Me maldigo a mí misma por haberme enamorado de él.
-Cuando mis padres se enteren, pondrán el grito en el cielo-me asusto.
                   Desde mi habitación, escucho el sonido de las olas. Antes, he estado mirando a través de los cristales de mi ventana. He visto la Luna. Brillaba en lo alto del cielo. Las estrellas salpicaban el fondo de color azul oscuro. Es una noche mágica, pensé. Ricardo hunde su cara en mi pelo. Noto sus labios acariciando mi frente. Una noche para el amor...
-Claudia, no me pidas que intente alejarte de mí-me implora con voz ahogada-No me pidas que haga eso porque no lo haré. No podría amar a Dafne. No soy capaz de amar a nadie que no seas tú.
-¡Lo que me estás pidiendo es que nos hundamos en el fango!-me asusto.
-Vale la pena si es por amor. Aunque no lo veas como yo. No importa.
                          Me aparto de Ricardo. Estoy temblando de puro miedo. Me asusta lo que me está pidiendo.
                      Pero, por el otro lado, me digo a mí misma que estoy comportándome de un modo irracional. ¿Cómo puedo tener miedo si tengo a Ricardo a mi lado?
-No te vayas-le pido-Quédate conmigo esta noche.
-Claudia...-susurra.
                   Nuestros labios se encuentran en un beso apasionado.
                   Nuestros ojos se encuentran. La mirada de Ricardo es ardiente al posarse sobre mí.
                   Sin darme cuenta, me recuesta sobre la cama. Y veo cómo se quita la ropa. Se queda completamente desnudo ante mí. Aún no ha pasado por su habitación. Mi mente se queda en blanco. No quiero pensar en nada. No siento terror cuando Ricardo me despoja de mi camisón.
                 Volvemos a besarnos con más pasión que antes. Ricardo recorre mi cuello con sus labios. Llena de besos mis hombros.
                 No quiero pensar en nada. Lo que hacemos está bien. Porque tenía que pasar. Ricardo succiona uno de mis pezones.



                   Veo cómo se introduce uno de mis pechos en la boca y lo chupa. ¿Por qué lo hace?, me pregunto. ¿Por qué me gusta que lo haga? ¿Por qué? Una ola de calor recorre todo mi cuerpo.
                   Nos besamos de nuevo en los labios con intensidad. Noto cómo Ricardo se estremece. Su respiración es cada vez más agitada. Le cuesta trabajo controlar su excitación. Su piel es ardiente cuando la acaricio. ¡Y está así por mí! Me siento halagada.
                 Noto las caricias de las manos de Ricardo recorriendo mi cuerpo. Sus labios posándose en cada centímetro de mi piel. Besándome. Tocándome. No dice nada. Yo tampoco digo nada. No quiero hacer nada que pueda estropear este momento.
                  Me sonríe y siento que puedo confiar en él. No me hará daño. ¿Por qué tengo miedo? Lo miro a los ojos y veo en ellos reflejado todo el amor que siente por mí.
                  Es su cuerpo el que me caliente. El que me protege. Es en su cuerpo donde yo quiero vivir. Pasar el resto de mi vida.
                   Ricardo no deja de llenar de besos todo mi cuerpo. Lame cada centímetro de mi piel.  Veo su cara entre mis piernas. Me besa los dedos de los pies. Recorre con la lengua mi vientre. Yo, a mi vez, no quiero parecer fría. Le acaricio. Le toco. Le palpo. Llena de besos mis pechos. Me besa con arrebato en la boca.
                   Y, de esta manera, de un modo casi indoloro, mi primo me despoja de mi virginidad. Siento apenas un leve pinchazo. No es nada. Ricardo me llena la cara de besos. Me besa en la boca. Me voy tranquilizando poco a poco. Me aferro a sus brazos. Me abrazo a él con fuerza y no quiero separarme de su lado nunca.
                   El mundo puede irse de manera definitiva al Infierno. Ricardo y yo nos convertimos en un solo ser.
                   Le sigo en la alocada danza que inicia en mi cama. Rodeo sus caderas con mis piernas.
                   Siento algo que me abrasa en las entrañas. Y él se derrumba encima de mí.
-Será mejor la próxima vez-me dice al cabo de un rato-Te lo prometo.
-No te entiendo-alcanzo a decir.
-Claudia...Será mejor.
-No me ha dolido. Pero esto...
-Me alegro mucho de que haya pasado. ¡Me alegro de verdad!
                     Ricardo se calla.
                    Le noto cómo está entretenido haciendo otras cosas. El rubor asoma en mi cara.
                    Ricardo besa mi cuerpo por todas partes.

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