Hola a todos.
Pido perdón por haber tenido algo descuidado este blog durante estos días. He estado preparando la sorpresa que tengo reservada para el mes que entra.
¡Espero que os guste!
Mientras tanto, aquí tenéis un nuevo capítulo de Una brisa suave.
Este capítulo se centra en la figura de Ricardo. Vamos a seguir conociendo mejor a nuetro personaje. Lo que piensa. Y lo que siente.
Espero que os guste.
¡No olvidéis comentar!
20 de febrero de 1825
Noto a Claudia más distante.
Durante todo el día, ha intentado evitarme. No quería ni mirarme a la cara. Me pregunto el porqué.
¿Acaso la he ofendido en algo? ¿Le he dicho algo que haya podido molestarla? No quiero que sufra por mi culpa. ¿Le estoy haciendo sufrir?
Claudia no quiere quedarse a solas conmigo.
Pone toda clase de excusas para evitar quedarse conmigo. No sé lo que le pasa. No me lo quiere contar.
Se lo pregunto a Augusta. A lo mejor, ella sabe algo. Pero mi hermana no sabe nada.
-Tendrá el día tonto-se limita a contestarme.
Me pregunto si Augusta sabe algo más y no me lo quiere decir. De modo que me dedico a interrogarla. Mi hermana acaba mirándome con las cejas arqueadas.
-¿Por qué tienes tanto interés en saber lo que le pasa a nuestra prima?-me pregunta.
Los dos estamos en el jardín.
-Es como una hermana para mí-le respondo-Me preocupo por ella.
-Tiene sus cosas en la cabeza-dice Augusta-No tienes que hacerle caso.
Augusta se cierra en banda. Se niega a seguir hablándome de Claudia.
-¿Te has peleado con ella?-se decide a preguntarme.
Eso es lo que quiero saber, pienso.
-A lo mejor, está enfada contigo porque eres un cabezota-apostilla Augusta-¿Cómo se te ocurre rechazar a Dafne? ¡Con lo que ella te quiere! No me extraña que Claudia esté disgustada contigo.
¡Lo que Claudia está es celosa!, deseo gritarle.
¿Lo comprendería Augusta?
Entonces, me doy cuenta de que mi hermana sigue empeñada en casarme con Dafne.
-¿Qué te ha dicho Dafne?-la interrogo.
-Te ama, Ricardo-me asegura Augusta-¿Por qué no admites que sientes lo mismo por ella?
-¡Augusta, por Dios! ¡No seas obstinada! Quiero a Dafne.
-¿Lo ves? ¡Tú mismo lo dices! La quieres. ¡Lo acabas de decir!
-¡No es eso! Quiero a Dafne como te quiero a ti. No es lo mismo. Es otra clase de amor. Más tranquilo...Más dulce...
-Pero es amor. Para Dafne eso es suficiente. Os queréis. Otras parejas son peores. Se casan sin amor. Acaban odiándose. Nuestros padres se amaban. ¿Te acuerdas?
¿Cómo puede pedirme Augusta eso?, me pregunto. Sólo piensa en contentar a Dafne. ¡No la amo!
Augusta no ve la realidad. La tiene delante de sus ojos y se niega a verla. Tiene los ojos cerrados. Los aprieta con mucha fuerza.
No puedo complacer a Augusta. Lo siento por ella. Y lo siento también por Dafne. Sólo puedo amar a una mujer. Y esa mujer es Claudia. No puedo renunciar a ella. Me duele hacerle daño a Dafne. Pero no soy el que ha elegido. Mi corazón ha hecho una elección.
-Por nuestros padres...-digo-Por el recuerdo que tengo de ellos. Lo siento.
-Dafne tiene muchas virtudes-me insiste Augusta-Te será fiel siempre. Nunca te echará nada en cara.
-Pido amar a la mujer con la que me case. Y pido también que esa mujer me ame. No es tan difícil. Sólo se trata de amor.
-Te entiendo. Créeme. Te entiendo, Ricardo.
No lo parece, pienso.
No pareces ponerte en mi situación.
Pobre Ricardo, un personaje que me gusta muchísimo, es tan humano, tan noble y tan fiel a sus sentimientos que no hay cómo no quererlo.
ResponderEliminarMe ha encantado esta parte, besos.
Me alegra de que te guste el personaje de Ricardo, Aglaia.
EliminarMe gustan los hombres que son fieles así mismos y a sus sentimientos.
Gracias por tus palabras.
Un fuerte abrazo.