jueves, 16 de octubre de 2014

UNA BRISA SUAVE

DIARIO DE LA SEÑORITA CLAUDIA BALLESTER

ESCRITO EN LA ISLA DE MEDAS GRANDE, EN EL ARCHIPIÉLAGO DE LAS ISLAS MEDAS, DURANTE EL MES DE OCTUBRE DE 1825

                          Ricardo alza su mano para acariciar mi mejilla con la yema de los dedos cuando se acuesta a mi lado en la cama. Le cojo la mano y se la beso. Él me besa en la punta de la nariz. 
                           Mi doncella se ha llevado el vestido que he llevado puesto durante la cena. Lo lavará mañana por la mañana. 
                           Ya es de noche. 
-¿Puedo hacerle una pregunta, señorita Claudia?-me ha preguntado mi doncella mientras estaba cepillando mi cabello suelto un rato antes. 
-¿De qué se trata?-he preguntado a mi vez. 
-No quiero que piense mal de mí. Pero...Hay una cosa que no entiendo. El señorito Ricardo y usted son primos. 
-Así es.
-Pero duermen juntos. En la misma habitación...En la misma cama...Y...
                           No se ha atrevido a seguir hablando. Y yo no me he atrevido a responderle. 
                           Me abrazo a Ricardo. 
                          Llueve desde esta mediodía y escucho cómo las gotas de lluvia golpean los cristales de la ventana de nuestra habitación. 
-Mi doncella me ha hecho una pregunta hace un rato-le confieso a Ricardo-Y no me he atrevido a responder. Sabe que somos primos. Pero también sabe que compartimos cama. 
-¿Y eso es algo malo?-me pregunta Ricardo. 
-Me ha hecho recordar que, a los ojos de los demás, no estamos casados. 
-Yo sí me siento casado contigo, Claudia. 
-Perdóname. Siento que las dudas vuelven a mí. 
-Es normal estar asustado. Yo también tengo miedo. Pero pienso en lo afortunado que soy por tenerte, Claudia. Mi querida Claudia...
-¿Y qué vamos a hacer ahora? Esperar, lo sé. Esperar. Pero...¡No se puede esperar eternamente! 
                              Está desnudo y puedo deslizar mi mano por su torso. Recorrer con un dedo el contorno de una de sus tetillas. 
                               Pienso en lo divertido que es bajar a la playa. Poder bañarse en el agua en la compañía de Ricardo. A pesar de que ha llegado ya el otoño. A pesar de que hay que tener encendido el brasero en la habitación porque empieza a hacer frío. 
                              Ricardo me coge la mano con delicadeza. 
                              Me besa con ardor en la boca. Me besa en el cuello. 
-Hemos de ser pacientes, Claudia-me susurra con tristeza-Estamos juntos. Nos apoyamos el uno en el otro. 
-Sí...-murmuro. 
                               Rodeo su cintura con mi brazo. 
                               Pienso en lo mucho que me gusta salir a pasear con Ricardo por la isla. 
                               Me besa en los hombros. 
-La dispensa llegará antes o después-me asegura. 
                                Y yo quiero creer que tiene razón. 
                                 Lo pienso mientras lleno de besos su torso. Mientras chupo sus tetillas. 
                                 Lo pienso mientras Ricardo me lame un pecho. Mientras me succiona un pezón. 
                                  Lo pienso. Y me lleno de esperanza. 
                                Ricardo me abraza para hacerme suya y yo me uno a él con ilusión. 

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