martes, 28 de octubre de 2014

UNA BRISA SUAVE

DIARIO DE LA SEÑORITA CLAUDIA BALLESTER

ESCRITO EN LA ISLA DE MEDAS GRANDE, EN EL ARCHIPIÉLAGO DE LAS ISLAS MEDAS, EN EL MES DE DICIEMBRE DE 1825

-¡Me resisto a creer que hayas convertido a nuestra prima en tu concubina, Ricardo!-le espeta Augusta-¡Es indigno! ¡Los tres lo sabemos!
-Lo que es indigno es que se nos obligue a Claudia y a mí a vivir escondidos como delincuentes por el simple hecho de amarnos-le reprocha Ricardo. 
-Sois primos. 
-Somos un matrimonio. 
                             Ricardo y Augusta otra vez están discutiendo en el salón. 
                             Este mes, no me ha bajado aún la regla. No sé si estoy esperando un hijo. Tengo mucho miedo. 
                              Yo estoy presente en el salón cuando Ricardo y Augusta discuten. Tengo la sensación de que me he convertido en una pecadora a los ojos de la que un día fue mi alocada prima. 
                               Mi mente vaga lejos de ellos dos. No podría soportar la idea de perder otro bebé. Yo quiero que mi niño, de existir un niño que está creciendo en mi interior, nazca sano y fuerte. Que tenga una larga y feliz vida. 
                             Pero no sé si es el mejor momento para quedarme embarazada. Viviendo escondida en este lugar, por muy hermoso que sea. 
-¿Te estás oyéndote hablar a ti mismo?-se asusta Augusta. 
                             Yo siento que la cabeza me da muchas vueltas. Últimamente, no puedo retener el desayuno. 
                             La comida me da asco. Como la otra vez...No quiero pensar en mi primer embarazo. En el niño que no llegó a nacer. 
                            Uso mucho el orinal últimamente. Lo necesito para vomitar. 
                             Me mareo mucho últimamente. Y las nauseas me acompañan en las primeras horas del día. 
                            Permanezco sentada. Ricardo y Augusta parecen actores. Están de pie. Ricardo trata de hacer entrar en razón a su hermana. Augusta no quiere escucharle. Está decidida a separarnos. La oscuridad se cierne sobre mí.  Me golpean mil nauseas. No puedo mantener la cabeza erguida. No sé lo que me pasa. 

DIARIO DEL JOVEN RICARDO BALLESTER

ESCRITO ESE MISMO DÍA

                        He vuelto a discutir con Augusta. Esta vez, Claudia estaba delante. Se encontraba sentada en el sillón. Estaba tejiendo un chal de lana. Ha sido una escena desagradable. 
                         Augusta es una cabezota. 
                         Yo soy todavía más cabezota que ella. 
                         Cuando he querido darme cuenta, Claudia yacía inconsciente, con la cabeza colgando fuera del sillón. 
                           Un criado fue corriendo a buscar al médico. Tardó cerca de una hora en llegar. 
                           Yo subí a Claudia a su habitación en brazos. La recosté con cuidado sobre la cama y la besé con suavidad en sus labios mientras el terror a perderla se apoderó de mí. 
-Deje que cuide de ella, señorito Ricardo-me dice la doncella-Salga. 
                            El médico acaba de salir de la habitación que comparto con Claudia. Me pide que nos reunamos en la biblioteca. Augusta entra con nosotros en la biblioteca. También ella está preocupada por Claudia. 
                            Una criada nos sirve a cada uno una taza de café bien caliente. Yo no tengo ganas de tomar café. 
                            Sólo quiero saber que mi amada se encuentra bien. Que no está enferma.
                            El médico es consciente de que Claudia y yo vivimos en una situación que podría calificarse como anormal. 
-No sé por dónde empezar-admite.
-Diga lo que tenga que decir-le insto. 
                             El médico bebe un sorbo de su taza de café antes de hablar. Yo estoy temblando de manera violenta. El médico dice que no sabe cómo me lo tomaré. Después de todo, Claudia y yo no estamos casados. 
-¿Qué le ocurre a mi mujer, doctor?-le pregunto con voz dura. 
-Señor Ballester...-responde titubeante el doctor. 
-¡Hable claro!
-No sé si pensará que es una buena noticia.  La señorita Ballester está embarazada de mes y medio. 
-¿Cómo dice?
-Va a ser usted padre.
-Claudia...
                          Contemplo el rostro descompuesto de Augusta. Pienso que ella también está a punto de desmayarse. 
                           Y pienso en Claudia. ¡Tengo que estar con ella! 
                           Me pongo de pie de un salto. 
                           Salgo de la biblioteca. Voy a tener un hijo. ¡Claudia!
                           Subo los escalones de la escalera de dos en dos. Entro sin llamar en la habitación que comparto con Claudia. Mi adorada prima está acostada en la cama con el camisón puesto. Su rostro está hinchado de tanto llorar. 
                            Me abalanzo sobre ella y lleno de besos su adorable cara. La beso en la frente. La beso en la mejilla. La beso en la punta de la nariz. 
                              Le pido que no llore cuando lo que tiene que hacer es estar tranquila por el bien del niño que está por nacer. Claudia intenta no llorar. 


                               La beso con adoración en los labios. 
-Esta vez, todo saldrá bien-le prometo-Ya lo verás. No dejaré que le pase nada malo a nuestro niño. O nuestra niña...
-Yo quiero pensar que todo irá bien esta vez-dice Claudia, hipando.
-No llores, amor mío. Me pone triste verte llorar. Piensa en nuestro niño. 


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