jueves, 6 de noviembre de 2014

UNA BRISA SUAVE

DIARIO DE LA SEÑORITA CLAUDIA BALLESTER

ESCRITO EN LA ISLA DE MEDAS GRANDE, EN EL ARCHIPIÉLAGO DE LAS ISLAS MEDAS, EN EL OTOÑO DE 1826

-Claudia...-me llama Ricardo. 
-¿Qué quieres?-le pregunto. 
-He de darte una noticia. 
-Traes una cara un tanto rara. 
-No te preocupes. ¡Es una noticia feliz!
                            Estoy sentada en el balancín de nuestra habitación. 
                            Me he negado a que sea una nodriza la que amamante a Adrián. 
                           Ya me ha dado permiso la comadrona para que me levante de la cama y dé paseos por la habitación. 
                           La cuna de mi pequeño está situada junto a la cama. 
                           Adrián está ya despierto. Mira la habitación con sus hermosos ojos, tan parecidos a los ojos de su padre. La cara de Ricardo está resplandeciente de dicha. Yo estoy empezando a ponerme nerviosa. 
-¡Ha llegado la dispensa!-trina mi amado primo-¡Nos han concedido la dispensa!
-¿Qué estás diciendo? Si es una broma, no tiene ni pizca de gracia. 
                            No quiero creerme lo que me está contando Ricardo. 
-¡No es ninguna broma, Claudia!-afirma mi primo, feliz-¡Ha llegado la dispensa! ¡Podemos casarnos!
-¿Estás hablando en serio?-le pregunto, todavía incrédula. 
-Aquí traigo la dispensa. Léela. ¡Te lo he dicho! ¡Es verdad!
-Deja que la lea. 
-Pon fecha para la boda. 
                           No puedo leer bien el papel que me tiene Ricardo. 
                           Me tiemblan las manos. 
                           Leo mi nombre. Leo su nombre. Leo una palabra.
                           Miro con sorpresa a Ricardo. Pienso que me voy a desmayar. Pero lo que está pasando es real. Es algo con lo que llevo mucho tiempo soñando. ¡Y está pasando! ¡Ricardo y yo podemos ser felices! ¡Podemos casarnos cuando queramos! ¡Dejaríamos de escondernos! Me doy cuenta de que las lágrimas caen sin control por mis mejillas. Pero estoy llorando de felicidad. 
                          Ricardo me abraza con fuerza. 
                          Llena de besos mi cara. 
-¡Pero no llores!-me pide. 
                         Es curioso que me pida que no llore cuando él está llorando. 
-¡Es que me siento muy feliz!-trino-¡Ya no tenemos que andar escondidos! 
-Si es tu deseo, regresaremos a Buda-me dice Ricardo. 
-Pero también estaremos aquí. Podemos pasar seis meses en Buda. Y, luego, podemos pasar otros seis meses aquí. En Medas Grande...
-¿Te gusta vivir en Medas Grande?
-Es una isla tranquila y bonita. 
-Y Adrián nació aquí. 


                                Y yo, llena de alegría, beso de manera larga y golosa a Ricardo en los labios. 
                                Tengo la sensación de que Adrián sabe que sus padres están felices. Tiene los ojos abiertos. Y se ríe. 

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