jueves, 24 de enero de 2013

UNA BRISA SUAVE

3 de febrero de 1825

                      Augusta y yo hemos salido a dar un paseo por la playa.
-¿Cómo te encuentras, prima?-le pregunto.
-Estoy mucho mejor-responde.
-No tendrías que haber salido. Puedes enfermar otra vez.
-Sólo ha sido un simple dolor de cabeza. Nada más.
-Tienes que cuidarte mucho.
-Hablas igual que Ricardo, Claudia. Siempre he gozado de una salud de hierro. Nunca he estado enferma. Ni voy a empezar a enfermar ahora. Además...Hace un día precioso para salir a pasear.
                    Sopla una brisa que mueve nuestras faldas. Augusta se quita los zapatos. También se despoja de las medias. Yo la miro con gesto escandalizado. ¡Qué audaz es!
                    Pienso en mí. ¿Por qué no soy tan valiente como lo es ella?
-Tengo que ir a ver a Dafne-me dice Augusta-Es muy amable. Se preocupa por mí.
-Es una buena amiga tuya-le señalo.
-Puede que sea también un poco más. Espero. Dafne tiene veintidós años. La misma edad que tiene Ricardo. ¡Piénsalo, Claudia! Podrían casarse.
-Claro...
-No parece gustarte la idea.
-Es que no veo a Dafne como novia de Ricardo. O como esposa suya...No sé. No creo que hagan buena pareja. ¿Tú qué piensas?
                Los pies descalzos de Augusta dejan su huella en la arena.
                Nos apartamos corriendo cuando una ola se acerca demasiado a nosotras. Nos echamos a reír. El agua nos salpica. Moja nuestros vestidos.

-¡Acabaré calada hasta los huesos!-me quejo-Mi madre se va a enfadar mucho conmigo.
                Augusta se ríe de mis quejas. Dice que puedo llegar a ser muy aburrida. No sé porqué, pero pienso que tiene razón. Siempre he sido de esta manera.
-Deberías de divertirte más-me aconseja Augusta.
                 Nos dejamos caer en la arena. Yo procuro que la arena no manche la falda de mi vestido.
-Intento portarme de un modo correcto y adecuado-me defiendo.
-Eres muy aburrida-se ríe Augusta-No puedes pasarte la vida haciendo lo correcto. Acabas amargándote. ¿No crees?
                  Me encojo de hombros. Puede que Augusta tenga razón. Pero me han enseñado a respetar las normas sociales. Me resulta imposible cambiar. No quiero cambiar.
-Y tú crees que a Ricardo le conviene otra clase de esposa-apostillo.
-¿Cómo quién?-me interroga Augusta.
-No sé. Una joven más sensata...
-Dafne se parece mucho a mí. Pero también tiene mucho de ti. Es la combinación perfecta. Adora a mi hermano. Y quiero pensar que él no le resulta indiferente.
               El estómago se me contrae al imaginar que Ricardo pueda estar enamorado de esa imbécil de Dafne Velasco. ¿Por qué me preocupa tanto lo que pueda haber entre ellos?
-Te noto pensativa-observa Augusta.
-Estaba pensando en el señor Serrano-miento-No sé. Hay algo en él que no me termina de gustar. Es muy atrevido.
-Está interesado en ti. Pero no debes de darle muchas esperanzas.
-He oído toda clase de rumores sobre él. Que si está en la ruina. Que si es un juerguista. Quiere cortejarme.
-Sólo busca tu dote.
-Lo sospechaba. Pero...
-Ten cuidado, Claudia. Mantén las distancias con él. No me fío ni un pelo de ese hombre.
-Pero...¿Y si está de verdad interesado en mí? ¿Y si le gusto tal y como soy? No creo que sea un adefesio. ¿Verdad?
-¡Oh, no! No lo creo.
                 No sé qué pensar.
                Podría darle una oportunidad a Pedro Serrano.
                La brisa me golpea de lleno en la cara. Juguetea con los mechones de pelo que se escapan de mi moño. Me quito el sombrero.
                  No sé porqué me molesta que Ricardo pueda estar interesado en Dafne Velasco.
-¿Hay algo entre mi primo y tu amiga?-le pregunto a Augusta.
-Que yo sepa, no hay nada entre ellos-responde mi prima.
-Es decir, aún no ha empezado a cortejarla.
                 Augusta se encoje de hombros.
                 Desearía poder leer su mente. Quiero saber lo que está pensando.
                  Puede ser que esté pensando en la futura boda de Ricardo con esa tonta de Dafne.
                Pero también puede estar pensando en el conde.
-¿Crees que sería una buena condesa?-me pregunta a bocajarro.
-Serías una maravillosa condesa-le respondo-¿Por qué me lo preguntas?
-El conde de Noriega  viene mucho a verme. Parece que está interesado en mí.
-¡Eso es motio de alegría, mi querida prima!
                 Pero Augusta tiene el ceño fruncido.
-Me da mucho miedo defraudarle, Claudia-me confiesa.
                  Me pregunto cómo una joven tan buena como ella va a fallarle al conde.
-Si él te quiere, no le defraudarás-le aseguro. Le cojo las manos-Si hay amor, lo demás no tiene que importar.
-Está muy preocupado por las apariencias-me cuenta Augusta-Estuvo casado con la mujer ideal. O eso dicen. Quizás...Es mentira. Apenas habla de su primer matrimonio. Sospecho que fue muy desgraciado.
-Catalina Montoya, su primera esposa, parecía ser la mujer perfecta en todos los sentidos. El señor Serrano llegó a conocerla. Dice que es...No me atrevo a contártelo. Dijo una palabrota muy fuerte.
               Me pongo roja al recordar el comentario que me hizo Pedro Serrano acerca de Catalina Montoya.
               Augusta se echa a reír. Parece relajarse un poco.
               Ama al conde, pienso. Ya no me cabe la menor duda. Lo ama y desea ser su esposa. No debería de estar tan preocupada. Sé que lo va a hacer muy feliz. Me detengo en ese pensamiento. ¿Será capaz don Enrique de hacer feliz a Augusta?
-Tengo que empezar a cambiar-decide mi prima.
               Se pone las medias.
-No creo que pasear descalza por la playa sea un delito-observo.
-No quiero que don Enrique piense nada malo de mí-me dice mi prima-Tengo que empezar a portarme bien.

                ¿Y cómo soy yo?
               Tengo el cabello largo, de color dorado pálido. Mis ojos son de color azul cielo. Están coronados por espesas pestañas. Mis cejas son finas y delicadas. Tengo la nariz pequeña y puntiaguda, muy al estilo romano, como dice mi padre, apasionado de los clásicos romanos. Soy bajita y delgada. Pero Pedro Serrano dice que estoy muy bien formada.
                 Mi figura es lánguida. Tengo la piel muy clara. Ricardo dice que hay algo en mí que le recuerda mucho a los ángeles. Dice que sólo me falta ponerme las alas y un halo para parecer un ángel.
-¡No digas eso!-le regaño.
                Tengo el rostro ovalado. Ricardo me besa, a menudo, la cara. Me dice que tengo las facciones adorables. Muy dulces...
                 Mis mejillas son sonrosadas. Blancas y sonrosadas...
                 Mis pómulos son altos.
                 Me gusta leer todos los libros que caen en mis manos. Disfruto leyendo ensayos de Feijoo.
                  Confieso que me cuesta trabajo hablar con la gente. Tengo miedo de que se rían de mí. Intento ser perfecta. Quiero ser elegante. Quiero ser recatada. Quiero ser refinada. Quiero ser virtuosa.. Tiene razón Augusta cuando dice que soy una aburrida.
                 Pero soy así y sé que no voy a cambiar por nada del mundo.


                     Vivo en la isla de Buda. Se encuentra en el extremo oriental del Delta del Ebro. Esto lo sé porque lo leí en un libro de Geografía. Me propuse localizar mi casa y lo conseguí. Escribí en un papel dónde vivo.
                     Augusta y Ricardo han vivido toda su vida en el municipio de San Jaime de Enveija. A este municipio pertenece la isla de Buda. Vivían en una casa junto con mis tíos. Recuerdo que vivían alejados de los demás vecinos. El carácter alocado de mis tíos les asustaba. Solían participar en carrearas de carruajes. ¡Estaban locos! ¡Como cabras!
                    La isla tiene unos cinco kilómetros de longitud.
-Es la isla más grande de toda la comarca-se jacta mi padre.
                    A Augusta, a Ricardo y a mí no gusta dar largos paseos por la isla. Tiene forma de triángulo invertido cuyo vértice está hacia el sur. Está rodeada por los dos brazos del río Ebro. El principal brazo está al norte. A veces, llegamos hasta esa zona sólo para ver desde la distancia la isla de Sant Antoni. El secundario está al oeste. Nosotros vivimos en el Este, muy cerca de la playa. Está bañada por el mar Mediterráneo.
                  Ricardo va a buscar con frecuencia cangrejos al cabo de Tortosa, situado en el extremo oriental de la isla.
                  Augusta me cuenta que ella y Ricaro van a bañarse con frecuencia a la laguna de Cajón Grande, que se encuentra en el interior. Se bañan desnudos. Yo me escandalizo cuando me lo cuenta.
                  En estos momentos, vivimos en la isla cerca de 200 personas. Nos encontramos con los vecinos cuando salimos a pasear. Hace poco que se abrio una escuela. Tiene capilla propia. Vamos todos los domingos a rezar. En verano, se celebran las fiestas.
                 Dice Augusta que la única joven con buena dote de la isla es Dafne Velasco. Ella vive en el oeste.
                A la hora de la comida, nos reunimos en el comedor.
 

                 Damos cuenta de un plato de arroz tres delicias.
-El conde de Noriega ha vuelto ha mandarte flores-le dice mi madre a Augusta-Debes de haberle causado una gran impresión.
-Mi hermana se va a convertir en la próxima condesa de Noriega-augura Ricardo.
-¿Y qué me dice de ti, primito?-indago-¿Hay alguna noticia que quieras compartir con nosotros?
                Ricardo está a punto de atragantarse cuando se lleva una cucharada de arroz a la boca.
                Se limpia la boca con la mano. Me fulmina con la mirada. ¡Me alegro de haberle puesto nervioso!
                 Augusta disimula una risita. Se tapa con la servilleta. He dado en el clavo.
                  ¡Hay algo entre Ricardo y Dafne! No tendría que molestarme. Pero me molesta, y mucho. Tendría que alegrarme por ellos. Pero no puedo. Hay algo dentro de mí que me lo impide. Algo que no consigo explicar qué es.
-Eso tendría que preguntártelo a ti, prima-me ataca Ricardo-Porque el tal Pedro Serrano te manda también flores. Y horribles, por cierto. Están mustias.
-Es muy detallista-afirmo.
-Claudia, ten cuidado-me aconseja mi padre-Nunca he tenido que reprocharte nada. No quiero empezar a hacerlo. Ese joven no me agrada.
-Claudia hará lo que usted diga, tío-interviene Augusta.
-Y yo haré lo que quiera-afirma Ricardo.
-¿Estás interesado en la señorita Velasco?-pregunta mi madre.
-Es una joven hermosa y agradable. Creo que podría ser una buena esposa.
-Deberías de empezar ya a cortejarla, hermanito-le sugiere Augusta-Tiene muchos pretendientes.
-Pienso ir a verla un día de éstos.
-No le robes un beso-le aconsejo-Procura no veros a solas.
              Ricardo está rojo como la grana.
-¡Pienso besar a Dafne!-exclama.
-Sé prudente, sobrino-dice mi padre-Te pareces mucho a tu padre. Mi pobre hermano...Se casó con tu madre porque les salpicó el escándalo. No debes de seguir su ejemplo. Sé comedido. Sé recatado.
-Mis padres hicieron algo más que besarse, tío. Yo me limitaré a besar a Dafne si quiero.
-Y si ella se deja besar-apostillo.
              No me reconozco cuando sale a colación este tema.
             Me desagrada la idea de imaginar a Ricardo casado con Dafne. ¡Y no tendría que ser así!

4 comentarios:

  1. Muy bonita parte, me ha gustado "meterme" en la mente de la protagonista, saber lo que piensa, lo que no dice así nada más, pero que se intuye y se confirma al escribir su diario.

    Besos.

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    1. ¡Eso era justo lo que pretendía!
      Dar a conocer los pensamientos más íntimos de una joven. Lo que de verdad piensa y siente. Todo lo que no puede decir a la cara por las convicciones de su época, pero que no puede evitar sentir. Lo plasma en su diario como una forma de desahogarse.
      Un abrazo muy fuerte, querida Aglaia.

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  2. Maravillosa parte cariño.
    Sabes que me encanta leerte, pero un consejo dado desde mi mas sincero cariño ¿no crees que estas llevando demasiados escritos a la vez? aqui una brisa suave, en un blog de epoca un sueño hecho realidad. Te confieso que no doy abasto a leer y a veces me agobio un poco. Pero ojo mi niña, tan solo es una opinion mía ¿vale? Ya sabes que me encanta ayudarte y estar ahí.
    Un super beso
    Te quierooooo

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    1. Hola Anna.
      Muchas gracias por ayudarme y por estar ahí.
      Y gracias también por tus sensatos consejos.
      "Un sueño hecho realidad" es un fanfic que escribí hace mucho tiempo. He pensado en subirlo a mi blog "Un blog de época" porque me apetecía compartirlo con vosotros.
      "Microrrelatos de época" nació mucho antes que "Un blog de época" y "Mi otro blog". Como ya he explicado, no sabía qué hacer con él y no quise eliminarlo. Parecerá una tontería. Pero no me atreví a dar ese paso. Finalmente, decidí usarlo para colgar una selección de microrrelatos que, unidos, formarían una historia.
      Quise contarla en plan diario. Imaginarme que soy una chica decimonónica que nos abre su corazón y su mente.
      No te des prisa en leer. Tómatelo con calma. Yo también me lo tomaré con calma.
      Un fuerte abrazo, querida Anna.
      Y gracias por estar ahí y por aconsejar.

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