sábado, 15 de noviembre de 2014

HASTA SIEMPRE

Hola a todos.
Hoy, es un día alegre y feliz a la vez.
Es un día alegre porque, al fin, después de varios y prolongados parones, mi blog novela Una brisa suave ha llegado a su fin.
Lo cual iba siendo hora porque desde enero del año pasado empecé a subir fragmentos de esta blog novela.
Contaba la historia de amor entre Ricardo y Claudia Ballester, dos jóvenes que son, además, miembros de la misma familia. En concreto, son primos. Es una relación poco explorada, salvo gloriosas excepciones, en novela romántica.
Ricardo y su hermana Augusta son dos hermanos jóvenes que han quedado huérfanos y en la ruina y que viven en la masía de sus tíos Tomás y Prudencia en la isla de Buda. La relación entre Ricardo y su prima Claudia, hija única de sus tíos, siempre ha sido muy estrecha. Sin embargo, más allá de esa relación que debería de ser fraternal, hay algo mucho más fuerte y profundo.
Hemos visto a Claudia y a Ricardo darse cuenta de que estaban enamorados. A Ricardo pelear por su amor por Claudia. A Claudia vacilar una y otra vez.
Estoy muy contenta con los personajes de esta novela. Claudia es la encarnación de la dama de su tiempo. Una señorita de buena familia recatada y sensata...Hasta que se enamora y acaba dejándose llevar por lo que le dicta su corazón.
Ricardo es todo corazón. Un joven romántico que sabe muy bien lo que quiere. Y a quién quiere.
Es una novela que está narrada en primera persona. Quien cuenta la historia principalmente es Claudia. Sin embargo, también Ricardo y su hermana Augusta cuentan la historia con sus propias palabras.
La época en la que transcurre es el maravilloso y contradictorio siglo XIX.
Y el escenario es la hermosa isla de Buda. Un lugar maravilloso por descubrir y del que me he enamorado.
He disfrutado escribiendo esta historia. He sentido el deseo de tirar la toalla porque pensaba que nunca la terminaría. Pero, como bien me dijeron una vez, antes de empezar con un nuevo proyecto, termina el que tienes a medias. Y eso es lo que he hecho.
Esta blog novela llega a su fin. Ha tenido el único final que yo le veía. Un final feliz en cierta medida, en el que el amor entre Ricardo y Claudia ha triunfado.
Los blogs son como los seres vivos. Nacen, tienen un desarrollo que puede ser complicado en algunos casos, crecen y acaban su ciclo vital.
En este caso, el ciclo vital de esta blog ya ha llegado a su fin. Ha terminado con la función para la que fue creado. Contar la historia de amor entre Claudia y Ricardo. Y lo ha hecho.
Si os ha gustado. Si habéis disfrutado con una historia sencilla y bonita.
Entonces, me daré por satisfecha.
Muchas gracias a todos. Por leerme. Por seguirme. Por comentar.
Vosotros habéis hecho posible el final de esta tierna historia de amor.
¡Un fuerte abrazo!
¡Hasta siempre!

POSDATA: Mis otros blogs siguen funcionando. No es una despedida como tal de Blogger. Tan sólo se cierra este blog.

NO SE ELIMINA.

Se podrá leer Una brisa suave gratis.

viernes, 14 de noviembre de 2014

ADIÓS

DESPEDIDA EN BOCA DE AUGUSTA BALLESTER

              Adiós...
                     Una simple palabra...¡Y cuán dura resulta de pronunciar!
                     Se calla mi voz para siempre. Se callan las voces de todos los que han contado esta historia. La historia de mi hermano y de mi prima...Claudia y Ricardo...Ricardo y Claudia...Un amor que fue muy incomprendido.
                     Se cierran nuestros diarios. Ya no hay más nada que contar. 
                     Nuestras vidas siguen. 
                     Pero hemos alcanzado nuestras metas. Claudia y Ricardo están juntos para siempre. Y yo...¿Qué puedo decir de mí?
                     Ellos han evolucionado. Ricardo no ha parado hasta lograr su objetivo de ser feliz al lado de la mujer que ama. Claudia ha luchado mucho contra sus miedos y sus vacilaciones. Yo ya no aspiro a nada. Me conformo con lo que tengo. Que es más bien poco. Estoy tranquila. Vivo en paz. 
                     Veo crecer a mis sobrinos. Paso mucho tiempo con mis tíos. 
                     Soy una mujer viuda. Y trato de ocupar mi tiempo de la mejor manera. Pero hemos llegado al final de una etapa. Me da dolor reconocerlo. Todos están en su sitio. Todas las piezas han terminado encajando. Sólo queda la despedida. El adiós definitivo...¡Y cuesta! ¡Cuesta tanto decir adiós!
                     Para bien, todo ha terminado. El tintero está vacío. La pluma que estoy usando apenas puede escribir ya. 
                     Aprovecho para escribir estas últimas palabras. Para cerrar los diarios que todos hemos llevado en este tiempo. Para despedirme. Para recordar tiempos pasados. Para añorar todo lo que pudo ser y no fue. Enrique...Todavía pienso en ti. Me gustaría saber dónde estás. Me gustaría saber si eres feliz. Me gustaría saber si piensas en mí, aunque sea un poco. 
                      No te odio, Enrique. 
                     Pero todavía te quiero. Fuiste mi primer amor. 
                     Siempre vivirás en mi corazón. También me despido de ti, Enrique. Porque no puedo vivir para siempre atada a tu recuerdo. Porque yo también quiero vivir siendo yo misma. Como lo era una vez antes. Cuando ni siquiera te conocía. ¿Te acuerdas, Enrique? Yo quiero recuperar a la Augusta que una vez fui. La joven llena de vida...Impetuosa...Así era yo antes de conocerte. 
                     Con esta carta, te digo adiós. Con esta carta, decimos todos adiós. 


                ¡Michael! ¿Creías que me había olvidado de ti, cariño?
                 Han pasado siete años desde que te fuiste. Siete años lejos de ti...Sabiendo que estás con Dios.
                Pero yo estoy aquí. Sola...Y echándote de menos. Y es verdad, mi querido Michael. Te echo de menos. Fuiste mi marido. Y fuiste mi mejor amigo. Nuestro matrimonio pudo haber ido mejor. Lo sé. Pero no fue culpa tuya. Tú hiciste lo imposible por hacerme feliz. Me cuidaste. Me mimaste. Hablabas conmigo. Siempre estuviste a mi lado durante el tiempo que estuvimos casados. Yo no lo olvido. Te quiero mucho, Michael. Siempre te querré.
                La vida sigue para mí. Lamento mucho el no haber podido llegar a amarte como merecías ser amado. Sé que tú me amabas. A tu modo...Con cierta torpeza...Pero me amabas de manera sincera. Honesta...
                Me hiciste muy feliz, Michael. Te estaré eternamente agradecida por ello.
                Enrique me abandonó. Tú nunca me abandonaste.
                Luchamos juntos por nuestro matrimonio. Y puedo recordarte con cariño. La amargura que siento cuando pienso en Enrique no está presente cuando pienso en ti. En los buenos momentos que pasamos juntos. En nuestros paseos...En nuestras charlas...En nuestra mutua compañía...
                Fuimos felices.
                Te lo puedo asegurar. Mis sobrinos han crecido. Ya no son unos niños.
                 Sé que a Sofía ya le están robando detrás de los árboles del jardín sus pretendientes sus primeros besos de amor.      
                Esto no es nada fácil. Te lo puedo asegurar, mi querido Enrique. Despedirme de manera definitiva de mí. 
                        Pero toca hacerlo. 
                        Las cosas están bien. Me alegro que así sea.
                        Adiós...¡Hasta siempre! Adiós...

jueves, 13 de noviembre de 2014

TERCERA PARTE DEL EPÍLOGO DE "UNA BRISA SUAVE"

                   Augusta y Michael decidieron abandonar la isla de Buda.
                   Michael no quería regresar a Londres. Decidió arrendar una casa en la ciudad de Amposta. Augusta se mostró encantada con la idea.
                   Se puede decir que fueron relativamente felices.
                    Augusta y Michael no discutían. Él recibía una asignación anual de su protectora. Se encargaba de administrarla. En aquel aspecto, no se parecía en nada al padre de Augusta. Michael había vivido durante los primeros ocho años de vida con muy poco dinero. Su madre sólo le tenía a él. Hacía de todo para poder sacarlo adelante. No quería hablar de su pasado con Augusta. Ella respetó su decisión.
                    La casa donde la pareja vivía se encontraba cerca de un campo de cultivos de arroz. Muchos días, salían ambos a dar un paseo a pie por los alrededores de aquel lugar.
-Me alegro mucho de vivir aquí-le decía Michael a su esposa-Y me alegro de haberte conocido, Gussy.
-¿Por qué me llamas así?-se extrañó ella.
-Es un diminutivo que te he puesto.
-¡Es muy curioso!
-Me gusta llamarte así. Espero que no te importe.
-No...No me importa.
                   Augusta se sentía cómoda en compañía de Michael. No se parecía en nada a Enrique. En ocasiones, se sorprendía a sí misma comparándole mentalmente con él. Sentía que eso no era justo.
                   Michael nunca la había abandonado. Estaba siempre con ella. Enrique...En cambio, sí la había abandonado.
                    Asistían a Misa los domingos a la Ermita de la Virgen de Montsiá. Augusta quería volver a hacer vida social.
                   Arrastraba a Michael con ella a todas las fiestas a las que eran invitados. También le hacía ir con ella a las tertulias que se celebraban en las casas de sus vecinos. Michael sentía que aquella gente no terminaba de aceptarle. Ignoraba si era porque era inglés. O porque hasta los oídos de aquellos desconocidos habían llegado noticias acerca de su pasado. Augusta intentaba restarle importancia a aquellos miedos.
                   Se lo dijo una noche, cuando estaban sentados en el sofá del salón. Augusta estaba intentado leer un libro de poemas. Michael miraba la chimenea encendida. Pero, en realidad, su mirada estaba perdida.
                   Augusta palmeó la rodilla de su marido.
-No debes de hacer caso de lo que digan los demás-le exhortó.
-Debería de centrarme sólo en hacerte feliz-opinó Michael.
-Ya me estás haciendo feliz. Estás tan loco como para haber aceptado casarte conmigo.
-Yo soy el que te está agradecido por tenerte a mi lado. Gracias por amarme, Gussy. Por aceptarme.
                   Augusta le dio un beso suave en los labios.
                   Durante seis noches a la semana, cuando se retiraban a sus respectivas habitaciones, Augusta y Michael se daban un beso en los labios.
                   Por las mañanas, Augusta iba a la habitación de su marido.
                    Le besaba en los labios para despertarle.
                   Era una sensación agradable besarle.
                   Dormían en habitaciones separadas. Sin embargo, una vez a la semana, Michael iba a la habitación de su esposa.
                   Augusta se ponía rígida cuando Michael la abrazaba. Se asustaba cuando sentía las manos de su marido acariciando su cuerpo por debajo del camisón. O cuando la besaba en los labios.
                  Michael nunca vio desnuda a Augusta.
                 La mujer no sabía con quién hablar de aquel tema. Intuía que no era normal lo que pasaba.
                  Entonces, Claudia y Ricardo fueron a visitarles acompañados de los niños.
                  Estuvieron allí durante varias semanas. Augusta era feliz viendo a sus sobrinos corretear por el jardín. Escuchaba sus risas. Y se maldecía por no ser capaz de quedarse embarazada. Michael nunca se lo reprochó. En aquel aspecto, se mostró muy comprensivo con ella.
                   De noche, Ricardo se unía a Claudia en el lecho.
                   Chupaba con deleite su carne. Lamía cada centímetro de su piel. La besaba con pasión.
                    Y Augusta les oía desde su habitación. Oía cómo se besaban. Escuchaba a Claudia morder la carne de Ricardo con suavidad.
                    Y...Deseaba tener algo parecido con Michael. Pero no pudo ser.
                   No tuvieron hijos durante su matrimonio. Sin embargo, el sueño de Augusta era ser madre. Y se volcó de lleno en el cuidado de sus sobrinos.
                       A veces, se sorprendía así misma pensando en Enrique. En lo que estaría haciendo. Quería volver a saber de él. Sin embargo, no olvidaba lo que le había hecho. Aquel amor no había sido bueno. Había estado a punto de destruirla. Todavía estaba abierta la herida que Enrique dejó en su corazón. Michael era muy bueno con ella. La quería mucho. Le gustaba los pequeños detalles que tenía hacia ella.
                     Michael no vivió mucho tiempo. Nueve años después de su boda con Augusta, falleció.
                     Tuvo un resfriado. El resfriado derivó en algo peor. Una neumonía...
                     El médico no supo tratarla.
                     Michael murió menos de un mes después de caer postrado en el lecho. Augusta le estuvo cuidando hasta el último momento. Fue un día doloroso para ella cuando Michael, finalmente, expiró. Había llegado a querer mucho a su marido. Era su única compañía.
-No llores por mí, Gussy-le pidió Michael la noche antes de su muerte a su mujer.
-Me dejas sola-se lamentó Augusta-¿Qué voy a hacer sin ti?
-Cuidaré de ti donde quiera que esté. Te quiero, Gussy.
                     Deseó haber  podido  llegar a amar a su marido. Pero era demasiado tarde para lamentarse.
                      Le dio un último beso.
                      Después de enterrar a su marido, Augusta regresó a la isla de Buda. Se dedicó a cuidar de sus tíos.
                      Rara vez, salía de la masía de los Ballester. Su carácter apasionado se había esfumado por completo. Sólo era una sombra de lo que una vez fue.
                      A veces, se veía a Ricardo y a Claudia besándose de manera apasionada cerca de los calaixos. Y se sentían felices. Dichosos...

miércoles, 12 de noviembre de 2014

SEGUNDA PARTE DEL EPÍLOGO DE "UNA BRISA SUAVE"

              Augusta nunca volvió a saber nada más acerca de don Enrique. Sin embargo, pensaba muchas veces en él. Una parte de ella le seguía amando profundamente.
                El tiempo fue pasando muy despacio.
                Una tarde, Augusta aceptó participar en una cacería que organizaban sus vecinos, los Puig. En aquella cacería participaba también el invitado de sus vecinos.
                Michael MacAlden era cinco años menor que Augusta. En aquella época, la joven ya no era tan joven, como escuchó decir a la señora Puig durante la cacería. Tenía ya treinta años. Michael era el hijo adoptivo de una familia de la aristocracia. Tenía ascendencia escocesa. Pero había pasado toda su vida en Londres.
                Su peculiar acento captó la atención de Augusta. Él alabó su buena puntería. Augusta había disparado contra un pato. El tiro dio en el blanco. Le mostró su presa con orgullo a Michael. Él había participado en cacerías del zorro anteriormente.
                Su vida había sido una pesadilla durante los primeros diez años.
                 Cuando tenía ocho años, murió su madre. Estuvo viviendo en un orfanato donde era maltratado. Y, encima, apenas le alimentaban a sus compañeros y a él. Cuando empezaron a morir niños por culpa del hambre y de las palizas, Michel no pudo más. Escapó de allí. Durante tres meses, estuvo viviendo en la calle. Prefería no hablar de aquel tema.
                Augusta respetó su silencio.
-En estos momentos, estoy viajando por Europa-le comentó a la joven mientras caminaban cerca de los calaixos.
-Tendrá que regresar antes o después a su país-opinó Augusta.
-Lo cierto es que me he enamorado de España y no me gustaría regresar a Inglaterra.
-Yo espero verle con más frecuencia por aquí.
                 Se detuvieron.
                 Michael cogió la mano de Augusta. Se la besó con reverencia.
-Y yo iré a visitarla-le prometió a su vez.
                   En un primer momento, Augusta no se lo creyó.
                   Pero todavía seguía conservando intacta su belleza. Michael había quedado prendado de su cabello de color castaño.
                   Fue fiel a su promesa. A los pocos días, el mayordomo anunció que Augusta tenía una visita. Y Michael MacAlden entró por primera vez en el salón de la masía de los Ballester.
-¿Qué está haciendo usted aquí?-le preguntó Augusta mientras se acercaba a él.
                Michael le cogió la mano y se la besó.
                Entonces, Augusta se percató de que traía un ramo de flores en la mano.
-Es para usted, miss Ballester-le respondió.
-Un ramo de flores...-se asombró Augusta-¿Para mí?
-Es curiosa su reacción. Es usted una auténtica beldad. ¿Nunca le han regalado un ramo de flores?
-No me acuerdo. ¡Ha pasado tanto tiempo! ¡Mil gracias!
-Gracias a usted por permitir que venga a visitarla.
                Durante los siguientes días, Michael se dedicó a cortejar a Augusta.
                La besaba con galantería en la mano cuando la saludaba.
                Sin embargo, una tarde, se atrevió a robarle un beso.
               Ocurrió en el jardín.
-¿Por qué ha hecho eso?-le preguntó sorprendida.
-Deseaba hacerlo-respondió Michael.
                Tiempo después, Michael hizo algo realmente sorprendente.
                Augusta se encontraba en el despacho de su tío Tomás conversando acerca de un libro que la joven acababa de leer. Se titulaba Cartas marruecas. Su autor era José Cadalso.
                 No era la primera vez que Augusta leía aquella novela. Era una de las novelas favoritas de Ricardo.
-Tú te pareces mucho a Ben Beley, tío Tomás-apostilló Augusta-Los dos sois muy sabios. Sabéis mantener la calma.
-Eso no es del todo cierto en mi caso, querida-recordó don Tomás.
-Señor, tiene una visita-anunció el mayordomo, entrando en la biblioteca sin avisar.
                Sin llamar a la puerta.
                 El que había venido de visita tenía mucha prisa en hablar. Necesitaba hablar con don Tomás. Era muy urgente. Y tenía algo que ver con el amor.
                 Don Tomás no tuvo tiempo de hablar. Michael MacAlden entró en la biblioteca. La cara de Augusta al verle reflejaba su estupor. Había ido a verla.
-Mister Ballester, necesito que me haga un favor-pidió Michael-Estoy enamorado de su sobrina Augusta. Mi mayor deseo es casarme con ella.
-¡Se ha vuelto loco!-exclamó la aludida atónita-¿Cómo puede ser que diga que está enamorado de mí?
                Los ojos de Michael brillaron al posarse sobre Augusta. No podía apartar la mirada de aquella esbelta y elegante mujer.
-Si mi sobrina está enamorada de usted, no me opondré a que se casen-decidió don Tomás-Sólo espero que no la aleje demasiado de nosotros.
-No lo haré, señor-le prometió Michael.
                Cogió la mano de Augusta y se la besó con fervor.
                Ella depositó un beso tímido en la mejilla de Michael.
                 Tenía la sensación de que lo que estaba pasando era una locura.
               Cuando tenía treinta y un años, Augusta contrajo matrimonio con Michael MacAlden.
              La boda se celebró en la Ermita de la isla.
              La noche de bodas fue una pesadilla. A Michael, por lo visto, le costaba trabajo consumar el matrimonio.
                Tardaron unos días en consumar el matrimonio. Aquella noche, cuando Michael se unió a Augusta en el lecho, ella estaba temblando de miedo.
                 No sintió nada cuando su marido la besó de manera torpe en la boca.
                Y sintió un gran dolor cuando él invadió su cuerpo. Enrique, pensó Augusta cuando Michael se quedó dormido.
                 No se levantó de la cama. Estuvo llorando durante el resto de la noche. Pensaba en Enrique. Pero nunca más volvería a verle.



POSDATA: La historia de lo que le ocurre a Augusta me ha quedado un poco larga, por lo que he tenido que volver a dividir el epílogo. Mañana, subiré el resto.

martes, 11 de noviembre de 2014

EPÍLOGO DE "UNA BRISA SUAVE"

                          Y aquí termina esta historia.
                          Una historia de amor...
                          Una historia contada en primera persona...Narrada en varias voces...Donde todos tienen mucho que decir. Que sentir.
                            Sabemos lo que le depara el Destino a Claudia y a Ricardo. Sabemos que están juntos. Que han formado una familia. Que son felices.
                            Ricardo se encarga de administrar el dinero de su familia con la ayuda de Claudia. Ayuda a su tío en sus negocios. Ricardo y Claudia viven a caballo entre la isla de Buda y la isla de Medas Grande. Pasan seis meses al año en la isla de Buda. Los otros seis meses del año los pasan en la isla de Medas Grande.
                           Además de Adrián, Ricardo y Claudia tuvieron dos hijos más. Primero, les nació una niña. Es dos años menor que Adrián. Ha salido a su madre. Es una niña rubia y de ojos azules. Un calco perfecto de Claudia...De su madre, ha heredado su carácter tranquilo. Le gusta mucho leer. Se llama Sofía. Cinco años después del nacimiento de Sofía, nació su tercer hijo. Se trató de un niño. Le pusieron el nombre de Alejandro.
                       Pedro Serrano protagonizó el escándalo del otoño de 1826. Rosalinda, su amante, decidió abandonar a su prometido, el señor Escudero. Pedro y Rosalinda huyeron una madrugada de Tarragona. Tras casarse a escondidas, buscaron refugio en el pueblo de Banyoles. Pedro consiguió convertirse en el administrador de una masía de la zona. Fue un buen marido para Rosalinda. Tuvo un hijo con ella. Y llevó una vida tranquila desde entonces.
                      El señor Escudero no perdió tiempo en buscar otra esposa. Una joven llamada Anabel Palafox se convirtió en su esposa. Era una rica heredera, como Rosalinda.
                      Dafne y Roberto se casaron. Con el paso del tiempo, Dafne llegó a querer sinceramente a Roberto. Tuvieron una hija. Fueron muy felices.
           


POSDATA: Para que no resulte pesado, he dividido el epílogo en dos partes.
Mañana, veremos lo que le depara la vida a Augusta.


lunes, 10 de noviembre de 2014

UNA BRISA SUAVE (ÚLTIMA ANOTACIÓN)

DIARIO DE LA SEÑORITA AUGUSTA BALLESTER

20 DE DICIEMBRE DE 1826

-Señorita Augusta, no es sano que esté todo el día encerrada-me dice Rosalía.
-No tengo ganas de salir-le confieso-No quiero ver a nadie. 
                       Estoy en mi habitación revisando mis antiguos diarios. La joven que escribía en esos diarios no podía ser yo. 
-¿Por qué no le dice a sus tíos que quiere pasar una temporada en Barcelona?-me sugiere Rosalía-Es una ciudad muy grande. Y es usted todavía muy joven. 
                       Mi risa suena demasiado amarga.
                      ¿Casarme? ¿Yo?
-No quiero ni oír hablar de matrimonio-le contesto-Bastante he sufrido por culpa de don Enrique. ¿No te acuerdas?
-Pero ese hombre nunca la quiso de verdad, señorita-insiste Rosalía.
-Lo sé.
-Usted merece estar con otra clase de hombre. 
                        Y yo pienso que no existe otra clase de hombre. 
                         Admito una cosa. 
                        He llegado a sentir celos de Claudia. 
                        Sentía celos de ella porque pensaba que quería arrebatarme a Ricardo. Y no era sólo eso. Don Enrique había roto conmigo. Ya no íbamos a casarnos. Quedé destrozada cuando se sinceró conmigo. 
                        En mi fuero interno, pensé que nadie debía de ser feliz si yo no era feliz. Fue un pensamiento egoísta. Claudia y Ricardo regresaron a la isla de Medas Grande a disfrutar de su luna de miel. Pero regresarán dentro de tres días. Vamos a pasar todos juntos la Nochebuena. 
                       Le di un fuerte abrazo a mi hermano cuando me despedí de él en el embarcadero. 
-Cuídate-le dije. 
                       Mis tíos se desviven por cuidar al pequeño Adrián. No termino de asumir que sea tía. Que tenga un sobrino. 
-¡El niño es una preciosidad!-exclama Rosalía-¡Se parece mucho a su hermano, señorita!
                      Yo estoy sentada en la cama. Adrián parece un calco de Ricardo cuando era un bebé. 
                       Rosalía se mueve por la habitación. No hace nada en concreto. Parece que limpia el polvo de mi mesilla de noche. 
                       Pero tengo la sensación de que me está escrutando con la mirada. Que desea que haga algo. 
                       Y no sé qué hacer. Me siento muy cansada. Han ocurrido demasiadas cosas en todo este tiempo. Necesito no pensar durante una temporada en todo lo que ha pasado. Necesito cerrar los ojos y olvidarme del resto del mundo. 
                       No pido nada. Tan sólo pido eso. 


                     La ventana de mi habitación está abierta. Entra una brisa suave que agita levemente las cortinas. 

domingo, 9 de noviembre de 2014

UNA BRISA SUAVE

DIARIO DE LA SEÑORA CLAUDIA BALLESTER

ESCRITO EN LA ISLA DE BUDA, DURANTE EL OTOÑO DE 1826

-Claudia, ¿aceptas a Ricardo como tu legítimo marido?-me pregunta el párroco de Buda-¿Prometes serle fiel en las alegrías y en las penas? ¿Prometes amarle y respetarle?
-Sí...-respondo, mientras noto cómo un nudo se forma en mi garganta-Acepto. Sí, quiero. 
-Ricardo, ¿aceptas a Claudia como tu legítima esposa?-le pregunta el párroco a Ricardo-¿Prometes serle fiel en las alegrías y en las penas? ¿Prometes amarla y respetarla?
-Sí...-responde él-Acepto. Sí, quiero. Sí, la quiero. Mi amada...
                        Ricardo y yo nos miramos a los ojos. 
                        Él me coge la mano. 
                        Para mí, es todo un sueño que nos estemos casando en la Ermita de Buda. Con mi padre siendo mi padrino de boda. Y con mi madre haciendo las veces de madrina. 
                         Todo empezó hace unos días, cuando mis padres fueron a vernos a Ricardo y a mí a nuestra casa en la isla de Medas Grande. Por lo visto, Augusta les escribió una carta contándoles dónde estábamos Ricardo y yo. Y vinieron a buscarnos. 
                        Lo que no esperaban era encontrarse con el hecho de que ya eran abuelos. Mi padre se quedó de piedra cuando yo le traje a Adrián, su nieto. Mi madre rompió a llorar. 
                         Yo sospecho que mis padres debieron de haber cedido hace tiempo. No vinieron con ganas de discutir con Ricardo y conmigo. 
                         Cuando nos encontramos en el salón de casa, me di cuenta de que estaban muy delgados. Sentí una dolorosa punzada en el pecho al imaginar cuánto debían de haber sufrido por nuestra huida. 
-Vosotros siempre habéis estado muy unidos-dijo mi padre-De un modo muy estrecho...Era una unión que nunca quisimos ver como algo que no fuera simple cariño fraternal. Entre primos...Entre hermanos...Pero no era así. Nunca fue así. 
                            Ricardo le enseñó a mi padre la dispensa papal que había logrado. Mis padres tuvieron que aceptar que nos amábamos. 
                            Tuvieron que aceptar que teníamos un hijo. Ya no se podía dar marcha atrás. 
                            Regresamos a Buda con ellos. Decidimos entre todos que la boda se celebraría en la Ermita. Asistirían unos pocos invitados. 
                           Los últimos días han sido realmente agotadores. Los preparativos se organizaron a toda prisa. 
                           Llevo puesto el mismo vestido de novia de color blanco que llevó mi madre el día que se casó con mi padre. Me he sentido orgullosa cuando he entrado cogida de su brazo en la Ermita. Y cuando he visto a Ricardo de pie ante el Altar, con mi madre. 
                           Augusta ha regresado a Buda. Llegó hace unos días, mientras mi madre y yo hablábamos acerca del menú que se serviría durante el banquete. 
                           Augusta y yo nos hemos fundido en un fuerte abrazo. 
                          Ricardo y ella salieron a dar un paseo. 
                          Regresaron al cabo de dos horas. Los ojos de Augusta estaban hinchados de tanto llorar. Y me fijé en que Ricardo también había estado llorando. 
                          Venían abrazados. 
-He sido muy injusta con vosotros-admitió Augusta entre sollozos. 
                          Mi prima está sentada en el primer banco. Sus ojos, ahora, están llenos de lágrimas que quiero pensar que son de alegría. Quiero pensar que es feliz. Que ha asumido finalmente que Ricardo y yo hemos nacido para estar juntos. 
                         Y mi corazón parece estallar en júbilo cuando el párroco nos declara a Ricardo y a mí marido y mujer. Marido y mujer...¡Dios mío! ¡Todavía no puedo creérmelo!


                            Yacemos desnudos sobre la arena de la playa. 
                            Es nuestra noche de bodas. 
                             Ricardo me besa de manera apasionada en los labios y yo me entrego a su beso con la alegría de saber que vamos a pasar el resto de nuestras vidas juntos. 
                            Después, me olvido de todo. Las estrellas brillan más que nunca en lo alto del cielo. La Luna...¡Cuán brillante está la Luna! 
                            Ricardo me besa repetidas veces en el cuello. Me acaricia con las manos. Me abraza. Llena de besos mis pechos. 
                            Y es en ese momento cuando sopla una brisa suave. 

sábado, 8 de noviembre de 2014

UNA BRISA SUAVE

CARTA DE LA SEÑORITA AUGUSTA BALLESTER A SU HERMANO RICARDO

ESCRITA EN TARRAGONA DURANTE EL OTOÑO DE 1826

                            Mi queridísimo Ricardo:

                            He recibido tu carta. 
                            Soy sincera cuando te digo que me siento muy feliz. Por Claudia...Y por ti...
                            Me doy cuenta de que merecéis ser felices. Siempre os habéis amado. Incluso, cuando yo intentaba no ver la realidad. Cuando me percataba de que el cariño que existía entre vosotros era diferente. 
                           Nunca miraste a Claudia como se supone que se mira a una prima. Como se supone que se mira a una hermana. 
                          Ella era la escogida en tu corazón.
                         Y yo, en mi ceguera, me negaba a verlo. 
                         Tengo un sobrino. 
                         No conozco a mi sobrino precisamente por culpa de mi ceguera. Me gusta el nombre que le has puesto.
                         Adrián...Como se llamaba nuestro padre. A él le habría gustado. Te quería con toda su alma. Y me quería a mí también. Él no se habría opuesto a tu amor por Claudia. O le habría pasado lo mismo que me ha pasado a mí. Le habría costado trabajo entenderlo. Pero, al final, habría cedido. 
                             Te escribo esta carta desde la habitación que comparto con Dafne. Mi amiga yace en su cama, alegando un fuerte dolor de cabeza. 
                            La realidad es que sus padres insisten en verla casada de una vez con Pedro Serrano. Dafne se niega. Y Pedro le da largas a poner una fecha a su enlace. 
                             Pienso en nuestra madre.
                            ¡Mi querido Ricardo! Ella te habría apoyado desde el primer momento. 
-¿Qué puedo hacer?-me pregunta Dafne. 
-Una solución fácil sería cancelar el compromiso-respondo. 
-Lo único que se me ocurre es decirle a mis padres que me quiero meter a monja. ¡Yo no me quiero casar con Pedro Serrano!
                          Rara vez sale la tía de Dafne de casa. 
-¿Por qué no hablas con tu tía?-le sugiero. 
-¡No lo entendería!-contesta Dafne, alterada-No quiere que acabe siendo una solterona, como lo es ella. 
-¿Nunca has pensado en huir de casa?
                           Lo irónico de todo esto es que es precisamente ahora cuando Dafne está empezando a olvidarte, Ricardo. Tiene un pretendiente. Se trata de Roberto. Es un viejo amigo de uno de los hermanos de Dafne. La conoce desde siempre. 
                        Dafne no siente por Roberto la pasión que siente todavía por ti. Pero lo quiere. Y su cariño hacia él es sincero. Profundo...
                        Roberto viene a verla con frecuencia. Le dedica piropos. Le lleva ramos de flores. ¡Le regala flores, Ricardo! Dafne está empezando a ilusionarse con él. 
                            Ayer, salió con él. Estuvieron dando un paseo. Cuando Dafne regresó, estaba muy agitada. Yo estaba sola en el salón. No podía centrarme en la lectura del libro que tenía en mis manos. Se trata de las Cartas de un español a un anglómano, cuyo autor es Pedro Estala. 
                        La tía de Dafne se había retirado a su habitación. 
                        Siempre duerme una siesta prolongada. 
                        No sale nunca de casa. 
                        Tan sólo acude a Misa. 
                       Dafne estaba muy nerviosa. Se sentó a mi lado en el sofá. Y me contó lo que había ocurrido. 
                        Roberto la había besado en los labios. 
-¡Y me ha gustado!-casi gritó, presa de los nervios-¡Eso no es normal!¡No está bien!
-Cálmate, amiga-le pedí. 
                        Ahora, Dafne se sienta en la cama. Me confiesa que no sabe qué hacer. Está muy confundida. 
-Yo siempre amaré a Ricardo, Augusta-afirma. 
                        Pero también tiene derecho a hacer su vida. Sabe que tú nunca corresponderás al amor que ella te profesa. 
-Y está mi compromiso-se lamenta. 
                       Dafne está muy confundida. Por un lado, piensa en seguir adelante con sus planes de boda con Pedro Serrano. 
                        Por el otro lado, piensa en huir con Roberto. Yo le aconsejo que intente tranquilizarse. Cuando esté más tranquila, será el momento de tomar una decisión. 
                         Tú tomaste una decisión hace mucho tiempo. 
                          Y, ahora, eres un hombre feliz. Te vas a casar con Claudia. 


                            Dafne está intentando ser feliz. Tú ya eres feliz con Claudia y con vuestro hijo. Mi sobrino...

viernes, 7 de noviembre de 2014

LOS AMANTES DE LADY CLAUDIA

Su nombre es lady Claudia Bellamy.
Es una joven que ha debutado en sociedad.
Pertenece a la aristocracia. Es hermosa. Y es inteligente.
Tres hombres se enamoran al mismo tiempo de ella. Pero, ¿quién es el elegido?
¿Quién enamorará a la bella Claudia? ¿Uno? ¿Dos? ¿Los tres?
Una historia romántica...Pero, al mismo tiempo, una historia realmente distinta.
Una historia que habla del amor. De una época lejana en el tiempo...
Y de sentimientos...De pasión...Y de ternura...
La cama...
La cama les acoge.
Es el lugar donde la bella Claudia lleva a sus amantes. Donde los labios de éstos recorren cada porción de la piel de la muchacha. Donde se aman. Donde las manos de ellos acarician sin pudor el cuerpo de ella. Donde Claudia abraza a sus amados. Donde se besan con pasión en los labios. Y donde ella les devuelve cada beso. Donde puede llegar a morderles la carne. A besar su piel.
¿Qué podemos esperar de esta historia?
Podemos esperar grandes dosis de romanticismo. Pero también podemos esperar grandes dosis de sensualidad. De viajar en el tiempo hasta la Inglaterra victoriana. De conocer otros lugares. De poder sentir lo mismo que siente Claudia. De conocer a esos hombres que la enamoran. Tres hombres muy distintos entre sí...
Ella buscará refugio en los brazos de ellos. Y ellos no querrán dejarla nunca. No podrían dejar que ella abandone el refugio de sus brazos. De su pecho amante...De sentir la cabeza de Claudia apoyada en su pecho. O de sentir la cabeza de Claudia apoyada en su hombro. Para sentir las manos de la muchacha acariciando sus brazos. Para besarla en el cuello. Para besarla en los hombros.
Para vivir sólo con los besos que ella les da.
Una historia realmente nueva...Y diferente...

 

jueves, 6 de noviembre de 2014

UNA BRISA SUAVE

DIARIO DE LA SEÑORITA CLAUDIA BALLESTER

ESCRITO EN LA ISLA DE MEDAS GRANDE, EN EL ARCHIPIÉLAGO DE LAS ISLAS MEDAS, EN EL OTOÑO DE 1826

-Claudia...-me llama Ricardo. 
-¿Qué quieres?-le pregunto. 
-He de darte una noticia. 
-Traes una cara un tanto rara. 
-No te preocupes. ¡Es una noticia feliz!
                            Estoy sentada en el balancín de nuestra habitación. 
                            Me he negado a que sea una nodriza la que amamante a Adrián. 
                           Ya me ha dado permiso la comadrona para que me levante de la cama y dé paseos por la habitación. 
                           La cuna de mi pequeño está situada junto a la cama. 
                           Adrián está ya despierto. Mira la habitación con sus hermosos ojos, tan parecidos a los ojos de su padre. La cara de Ricardo está resplandeciente de dicha. Yo estoy empezando a ponerme nerviosa. 
-¡Ha llegado la dispensa!-trina mi amado primo-¡Nos han concedido la dispensa!
-¿Qué estás diciendo? Si es una broma, no tiene ni pizca de gracia. 
                            No quiero creerme lo que me está contando Ricardo. 
-¡No es ninguna broma, Claudia!-afirma mi primo, feliz-¡Ha llegado la dispensa! ¡Podemos casarnos!
-¿Estás hablando en serio?-le pregunto, todavía incrédula. 
-Aquí traigo la dispensa. Léela. ¡Te lo he dicho! ¡Es verdad!
-Deja que la lea. 
-Pon fecha para la boda. 
                           No puedo leer bien el papel que me tiene Ricardo. 
                           Me tiemblan las manos. 
                           Leo mi nombre. Leo su nombre. Leo una palabra.
                           Miro con sorpresa a Ricardo. Pienso que me voy a desmayar. Pero lo que está pasando es real. Es algo con lo que llevo mucho tiempo soñando. ¡Y está pasando! ¡Ricardo y yo podemos ser felices! ¡Podemos casarnos cuando queramos! ¡Dejaríamos de escondernos! Me doy cuenta de que las lágrimas caen sin control por mis mejillas. Pero estoy llorando de felicidad. 
                          Ricardo me abraza con fuerza. 
                          Llena de besos mi cara. 
-¡Pero no llores!-me pide. 
                         Es curioso que me pida que no llore cuando él está llorando. 
-¡Es que me siento muy feliz!-trino-¡Ya no tenemos que andar escondidos! 
-Si es tu deseo, regresaremos a Buda-me dice Ricardo. 
-Pero también estaremos aquí. Podemos pasar seis meses en Buda. Y, luego, podemos pasar otros seis meses aquí. En Medas Grande...
-¿Te gusta vivir en Medas Grande?
-Es una isla tranquila y bonita. 
-Y Adrián nació aquí. 


                                Y yo, llena de alegría, beso de manera larga y golosa a Ricardo en los labios. 
                                Tengo la sensación de que Adrián sabe que sus padres están felices. Tiene los ojos abiertos. Y se ríe. 

miércoles, 5 de noviembre de 2014

UNA BRISA SUAVE

Hola a todos. 
Hoy, me gustaría dedicarle este fragmento de mi blog novela Una brisa suave a nuestra buena amiga Claudia Cardozo, tocaya de nuestra querida Claudia Ballester. 
Claudia es la diseñadora de la actual portada de la blog novela, que es una preciosidad. Es la más acorde con la historia. 
Además, acaba de autopublicar en Amazon y con gran éxito su tercera novela Enlazando el destino, que mezcla con brillantez tres géneros: el romántico, el suspense y el paranormal y que, haciendo honor a su título, enlaza el presente con la Inglaterra de 1837.
Querida Claudia, un millón de gracias por todo y un fuerte abrazo. Deseo de corazón que te guste este trozo. 

DIARIO DEL JOVEN RICARDO BALLESTER

ESCRITO EN LA ISLA DE MEDAS GRANDE EN EL ARCHIPIÉLAGO DE LAS ISLAS MEDAS

                          Son las tres de la tarde. 
                          No me quiero mover del lado de Claudia. El momento ha llegado. 
-¡No puede estar en la habitación!-se escandaliza la comadrona-¡Váyase! ¡Vaya a emborracharse!
-Ricardo...-me implora Claudia-Hazle caso. Ve a dar un paseo. 
                         Empezó al mediodía. Tuve que salir corriendo de casa. El momento había llegado. Nuestro pequeño iba a nacer. Claudia me indicó dónde vivía la comadrona. 
                        Fui a su casa a buscarla. No había necesidad de ir a buscar al médico. Claudia estaba de parto. 
                         Ya no hace tanto calor. Agosto se está despidiendo poco a poco.
                         La ventana de la habitación que comparto con Claudia está abierta de par en par. 
                          Claudia siente cómo los dolores de parto van y vienen. Las contracciones son muy seguidas. Me mira y me sonríe. 
                           Pero, de vez en cuando, a pesar de que intenta mantenerse estoica, lanza un grito. 
-No es correcto gritar-opina Claudia. 
-Intente mantener las fuerzas, niña-le exhorta la comadrona-No se canse inútilmente. 
-Es normal que una mujer grite cuando sienta dolor al traer a su hijo al mundo. 
                         Por lo general, Claudia intenta no gritar. Pero es evidente que siente dolor. 
                         Algunos vecinos han venido a interesarse por el estado de Claudia. Ella, cuando grita, bromea diciendo que sus gritos se escuchan en toda la isla. 
                        Contemplo con cierto nerviosismo a la comadrona. Es una mujer dura. Tiene aspecto de ser una mujer que ha vivido mucho. Parece saber bien lo que está haciendo. 
                       Es ella la que intenta que Claudia mantenga la calma. 
                       Una criada entra y sale de la habitación. Trae toallas limpias. Viene con una olla de agua hirviendo. No entiendo el porqué está haciendo todo eso. Permanezco sentado en una silla junto a la cama donde yace Claudia. Sólo quiero ayudarla. 
                       Las contracciones que sufre son intensas. 
                      Hay sangre en la cama. Pienso que me voy a marear. 
-Debería de haber ido yo mismo a buscar al médico-digo-Algo podría ir mal. 
-Todo está bien, señor-me indica la comadrona con gran seguridad en sí misma-Por suerte, la futura madre goza de una excelente salud. 
-Ella me está ayudando. 
                       Me enerva la tranquilidad de la que hace gala Claudia. Yo no me quiero mover de su lado. Quiero estar presente cuando nazca nuestro bebé. ¿Qué será? Eso no debería de importarme. Tan sólo debe de importarme si Claudia estará bien. 
                        Tengo la sensación de que el tiempo se ha detenido. 
                        Al ver la sangre manchar el colchón de nuestra cama, pienso que algo malo está pasando. Me aterra la idea de que le pueda pasar algo malo a Claudia.
                        Pasan como unas dos horas.
-¡Ya veo la cabeza!-exclama la comadrona contenta-¡Ya está aquí!
-¿Qué significa eso?-me asombro-¿Quién está aquí?
                       La comadrona me fulmina con la mirada. Debe de pensar que soy un inútil.
                       Siguiendo las instrucciones de la comadrona, Claudia empieza a empujar. Intenta sacar de su vientre a nuestro bebé. Se esfuerza en empujar cada vez que la comadrona se lo indica.
                        En un momento dado...
                         Claudia grita.
                        Emite un grito que se oye en toda la isla. Un grito desgarrador...
                       Y a ese grito se añade el llanto de un bebé que acaba de llegar al mundo.
-¡Es un niño!-exclama la comadrona, feliz. 
                        Claudia está cansada después de tanto esfuerzo. Pero logra sonreír entre las lágrimas que surcan su cara. 
                        Lleno de besos su rostro. 
                        La comadrona envuelve a nuestro niño en una toalla limpia. Yo lloro al mismo tiempo que llora Claudia. Que llora nuestro hijo. 
                         Coloca a nuestro hijo en brazos de Claudia. Yo no puedo apartar la mirada de aquel trocito nuestro. Reconozco en su carita mis rasgos. Mis ojos...La pelusilla de cabello que surge en su cabecita. Le acaricio la carita con la yema de los dedos. 
                          Beso a Claudia en los labios con adoración. 
                          Ella no puede contener las lágrimas que surcan sus mejillas, que son lágrimas de alegría. Me mira con amor. Y yo, a mi vez, también la miro con amor. 
-Nuestro hijo...-murmura con orgullo. 
-Haremos que se sienta orgulloso de nosotros, mi amor-le prometo. 
-Y que entienda. Que sepa entender. 
                           Me echo a reír de pura dicha. 
-Dejen que lo lave-sugiere la comadrona. 
                          Le tendemos al bebé para que lo lave. 
                         No para de llorar. 
                         La comadrona habla de sus fuertes pulmones. Vaticina que gozará de una excelente salud. Yo deseo que todo eso sea cierto. 
-Ahora, toca ponerle un nombre-augura la comadrona. 
-Adrián...-sugiere Claudia-Puede llamarse Adrián. ¿No te parece?
                          Adrián...
                         Como mi padre...A pesar de todo, era un buen hombre. Adrián...
                         Mi hijo se llamará como su abuelo. El abuelo que nunca llegó a conocer. 
                         Beso a Claudia en la frente. 
-Es el mejor nombre que se le podía poner-afirmo con orgullo. 
-Adrián...-repite Claudia. 

martes, 4 de noviembre de 2014

UNA BRISA SUAVE

Hola a todos. 
El fragmento de hoy me gustaría dedicarlo a una buena amiga. Se trata de Jennieh Lezcano. Es una escritora maravillosa que lucha día a día por superarse. 
Tiene tres blogs donde uno tiene la sensación de estar sumido en una época tan lejana, tan maravillosa y tan contradictoria como lo es el siglo XIX. 
En su primer blog "¿Qué es una dama sin su pluma?" estamos leyendo una historia de amor que se sale un poco de la tangente. Transcurre en Chile durante el siglo XIX y tiene como protagonistas a Gerardo y a Julia. Se conocen a raíz de un encuentro fortuito. Cuando él sufre un accidente, ella va a verle al hospital y miente diciendo que es su prima para poder estar cerca de él. Lo que ambos ignoran es que hay un poso de realidad en lo que aparenta ser una mentira. Una historia de amor preciosa con ecos a los clásicos. 
En su segundo blog, "La vida de una dama austeniana" estamos siendo testigos de cómo una chica de hoy en día va a parar a la época de la Regencia. ¡Todo puede pasar! 
Y tiene un tercer blog con un contenido realmente variado llamado "Déjame contar palabras". 
Jennieh, deseo que te guste este fragmento. 
Un fuerte abrazo. 

DIARIO DEL JOVEN RICARDO 

BALLESTER



ESCRITO EN LA ISLA DE MEDAS GRANDE, EN EL 

ARCHIPIÉLAGO DE LAS ISLAS MEDAS, DURANTE EL 

AÑO 1826

                 ¡Se me está haciendo el tiempo eterno! Encuentro a Claudia sentada en el sofá del salón tejiendo unos patucos de color azul. 
-Estoy segura de que va a ser niño-apostilla. 
                    Yo no me lo acabo de creer. Por si acaso es una niña, Claudia también ha empezado a tejer unos patucos de color rosa. Está muy entretenida preparando el ajuar de nuestro bebé. Yo veo cómo su vientre se mueve. Es un espectáculo maravilloso. Se me forma un nudo en la garganta. El rostro de Claudia está resplandeciente de dicha. Su embarazo va muy bien. 
-El médico dice que tanto el niño como tú estáis sanos-le recuerdo. 
                         El médico viene a verla con frecuencia. 
                         Me siento al lado de Claudia en el sofá. Los ojos de mi amada prima brillan con ilusión. 
                        Ya falta cada vez menos para que veamos la carita de nuestro hijo.
                        Se parecerá a Claudia. Yo tengo esa certeza.
                        Será rubio, como lo es Claudia. Y tendrá sus mismos ojos de color azul cielo. Si es niña, será toda una belleza angelical. Como lo es Claudia.
-Yo creo que estás exagerando-sonríe ella.
-Yo pienso que podría ser verdad-insisto.
-Puede que sea te parezca a ti. ¿Lo has pensado?
-No quiero que se parezca a mí. He sido un desastre. Tú me has enderezado.
                           Nos echamos a reír. La risa de Claudia es contagiosa. Ha recuperado su alegría. Quiero pensar que el parto irá bien. Pero estoy muy asustado. Muchas mujeres han muerto al dar a luz.
                             Me aterra pensar que algo espantoso pueda pasarle a Claudia. ¡No podría vivir sin ella! ¡Es mi vida!
                              Claudia trata de tranquilizarme. El médico estará presente en el parto. Pero, por si acaso, ha conocido a una comadrona. Vive en la isla.
-¿Una comadrona?-me extraño.
-He oído que es un tanto bruja-contesta Claudia emocionada.
-No sé si quiero que una mujer así esté cerca de ti.
-Ha traído a muchos niños al mundo.
                           Claudia está muy tranquila. Me maravilla verla tan relajada. Ya no parece sentir miedo alguno a lo que diga la gente.
                           Apoyo mi cabeza sobre su hombro.
-Me siento muy feliz, Ricardo-me confiesa-Dios me ha dado la oportunidad de ser madre. A pesar de que perdí a nuestro pequeño. ¿Lo recuerdas, Ricardo?
-No lo recuerdes-contesto-Te hace daño.
                            Claudia sonríe.
                           Apoyo mi mano en su vientre.
                           Puedo sentir los movimientos de nuestro bebé.
                          ¡Está vivo!
                           Puedo sentir cómo da pataditas. Puedo sentir cómo se mueve.
                          Es un bebé fuerte. Es un bebé que está sano. Es un bebé que será querido por sus padres. Que tiene unos padres que ya lo quieren. Siento cómo se me forma un nudo en la garganta. Me doy cuenta de que estoy llorando. ¡Voy a ser padre! Tengo ganas de ponerme a gritar de pura dicha.
-Augusta me ha escrito una carta-le informo a Claudia-Se ha marchado a Lérida.
-Mis padres se han quedado solos en la masía-se duele ella.
-Está pasando una temporada con Dafne. Me da mucha pena Dafne. Va a casarse con Pedro Serrano. Y sospecho que ninguno de los dos va a ser feliz. Él tiene una amante.
-Me dan mucha pena los dos. De casarse, su matrimonio será un fracaso.
-No pienses en eso ahora.
                                Le doy un beso a Claudia en la mejilla.
-Pedro Serrano me quería a su modo-se lamenta mi adorada prima-Dafne estaba realmente enamorada de ti. Al enamorarnos, les hemos hecho daño.
-Nunca le di falsas esperanzas a Dafne-le recuerdo-Y tú tampoco le diste falsas esperanzas a ese hombre. Tú y yo nos amamos desde hace mucho tiempo. Desde que éramos niños. Y ha sido en los últimos tiempos cuando nos hemos dado cuenta de ello.
                              Claudia suspira.
                              Yo la abrazo con ternura.
                              Permanecemos así un rato.
                              Me separo un poco de ella. Bajo la cabeza. Apoyo mi cabeza en su vientre. Claudia se echa a reír. Me encanta oírla reír.
-¿Qué estás haciendo?-me pregunta entre risas.
-Quiero oírle-respondo-Quiero escucharle.
-No te va a hablar.
-No me importa.
-Pero sí quieres oír cómo se mueve.
                             Claudia acaricia mi cabello con las manos. Se inclina para besarme en la cabeza.



-Yo no tengo miedo-me confiesa Claudia-Pero sí me dan pena mis padres. Se han quedado solos.
-Antes, estábamos nosotros con ellos-le recuerdo-Pero nos hemos ido.
-Augusta también se ha ido.
-Podrían recapacitar. Entender que nos amamos. 

lunes, 3 de noviembre de 2014

UNA BRISA SUAVE

Hola a todos. 
Hoy, me gustaría dedicarle este fragmento a otra buena amiga. 
Se trata de Judith Álvarez, más conocida en la blogsfera como Citu. Ha publicado en Amazon su primera novela Más allá del viento. Una historia de amor en un mundo mágico que evoca a nuestros cuentos de hadas y a la Literatura Fantástica. 
Citu, deseo de corazón que te guste este fragmento. Mil gracias por estar ahí. 

CARTA DE LA SEÑORITA DAFNE 

VELASCO A SU AMIGA LA SEÑORITA 

AUGUSTA BALLESTER


ESCRITO EN LÉRIDA A LO LARGO DEL AÑO 1826


                         Mi querida Augusta:

                        He vuelto a estar enferma. No te preocupes. Ya me siento mejor. Mi tía insiste en que padezco mal de amores. Es una mujer sabia. 
                      Yo permanezco acostada en mi cama. Le estoy dictando esta carta a ella. Mi tía insiste en que no he de fatigarme mucho. Me estoy recuperando. Es mi cuerpo el que se ha recuperado. Yo estoy mal. Mi corazón es el que está mal. 
                       Hace semanas que no veo a mi prometido, a Pedro Serrano. Vino a despedirse de mí. Estuvimos hablando en el salón. Me dijo que se marchaba a Barcelona. 
-Son negocios que tengo que tratar allí-me explicó de forma muy vaga. 
                        Lo que haga con su vida me importa bien poco. Voy a casarme con él. Pero agradezco que no hayamos fijado fecha para la boda. Le iré dando largas. Él también me dará largas. Seremos una pareja perfecta. No nos amamos. Pero nos respetamos. Nos tratamos con frialdad. Pero también nos tratamos con cortesía. 
                       Se atrevió a darme un beso corto en los labios. 
                       He tenido fiebre desde entonces. No podía comer. 
                       Todo lo que comía lo vomitaba. Me quejaba de frecuentes dolores en todas partes de mi cuerpo. Tosía mucho. La tos casi ha desaparecido. Me cuesta todavía trabajo probar bocado. Ricardo sigue demasiado presente en mi vida, mi querida Augusta. No puedo hacer nada para arrancármelo del corazón. Ricardo...
                         Lo sé, amiga. Sé quién es la otra mujer que había en la vida de Ricardo. Mi desconocida rival...La misma mujer a la que tantas veces he maldecido. A la que he llegado a odiar con todo mi ser. Es tu prima. Es Claudia.
                       No estoy enfadada contigo. Sé bien que tú deseabas verme casada con Ricardo. 
                        Era nuestro sueño, Augusta. 
                       Sé que Ricardo ha huido con Claudia. No sé dónde pueden estar. No puedo decir nada. 
                        Ricardo nunca fue mío. Siempre ha sido de Claudia. Nunca quiso darme falsas esperanzas. 
                        Siempre fue honesto conmigo. Pero yo me hice demasiadas ilusiones. 
                        He aterrizado de golpe en la realidad. ¡Oh, Augusta! Me siento muy sola aquí en Lérida. 
                       ¿Por qué no te vienes a pasar una temporada aquí con mi tía y conmigo? Será como estar otra vez en Buda. Dime. ¿Lo recuerdas? Nos divertiríamos mucho. 
                        Esto último es mentira. No nos divertiríamos nada. 
                        Pero estaríamos juntas. Nos haríamos compañía la una a la otra. ¿Qué te parece la idea, amiga? 
                         Necesito verte. ¡Necesito estar contigo, Augusta!
                         Habla con tus tíos. Ellos aceptarán que vengas a pasar una temporada conmigo aquí. Estaremos otra vez juntas. 
                          Augusta, me siento muy sola. No tengo a nadie con quien hablar. Mi tía no me entiende. Pero tú sí me entiendes. 
                          Por eso, quiero que estés aquí conmigo. Tú también estás sola. Ya no estoy a tu lado. 
                           Por favor...

domingo, 2 de noviembre de 2014

UNA BRISA SUAVE

Hola a todos. 
Hoy, me gustaría dedicarle este fragmento de Una brisa suave a otra buena amiga. 
Se trata de Anna Soler Segura, autora de numerosas novelas románticas que abarcan toda clase de subgéneros: desde el contemporáneo hasta el histórico pasando por el romance juvenil. Ahora, está demostrando que es también una muy buena escritora del subgénero erótico. 
Anna, te agradezco de corazón todos los buenos consejos que me has dado. Te dedico este fragmento que espero que te guste. 
Un fuerte abrazo. 

CARTA DEL SEÑOR PEDRO SERRANO A 

LA SEÑORITA AUGUSTA BALLESTER



ESCRITA EN BARCELONA DURANTE EL AÑO 1826


                   Mi apreciada señorita Ballester:

                  Le ruego a Dios que se encuentre bien. Ha pasado mucho tiempo desde que nos vimos por última vez. 
                     He escuchado algunos rumores acerca de su prima Claudia y de su hermano Ricardo. De ser ciertos esos rumores, eso explicaría los motivos por los cuales la encantadora Claudia me rechazó hace unos meses. Es curioso. Me enamoro por primera vez en mi vida. Y me enamoro de la única mujer que me ha rechazado. 
                      La vida es pura ironía. ¿No le parece?
                      Es cierto que pienso casarme con su amiga, la señorita Dafne Velasco. También es cierto que no hemos fijado fecha para la boda. Ella ha sido muy clara conmigo. No está enamorada de mí. Está enamorada de otro hombre. Sospecho que se trata de su hermano, señorita Ballester. No me responda si no quiere. Yo respeto su silencio. 
                      Tampoco estoy enamorado de ella. Hay una joven llamada Rosalinda que me está volviendo loco. Pero no puedo casarme con ella. Sus padres ya han apalabrado su boda con nuestro buen amigo el señor Escudero. 
                          De romperse el compromiso, el escándalo que se organizaría sería terrible. Llámeme cobarde si es su deseo. Rosalinda podría ayudarme a olvidar a Claudia. No se le parece en nada. 
                          Los padres de Rosalinda están en la ruina. Yo también estoy en la ruina. 
                          Rosalinda es una hija obediente. Y no recuerdo la última vez que me hablé con mi padre. Además, hemos decidido que estamos mejor siendo amantes. 
                          Dafne lo sabe. Parece que no le importa. Es una de las ventajas que existe cuando no hay amor en una pareja. Sólo hay indiferencia. 
                           Ni siquiera corresponde a los besos que intento robarle cuando quiero pensar que nuestro compromiso no es tan falso como lo es en realidad. ¡Cuánta frialdad! ¿No le parece, señorita Ballester?
                            En cambio, Rosalinda me besa con verdadera pasión. 
                            Usted quiere saber acerca de su amado don Enrique. Le informo que don Enrique ha abandonado España. Su administrador es el que se está ocupando en estos momentos de sus tierras. Querrá saber adónde ha ido. Le seré sincero. 
                            No lo sé. Don Enrique me ha dicho que quiere viajar por Europa. Puede que esté en Inglaterra. Puede que esté en Francia. Puede que esté en Italia. O puede que me haya mentido. Le parecerá raro que me mienta a mí, que soy su mejor amigo. Le seré sincero. A usted le ha mentido muchas veces. Le ha dicho que estaba en su finca y estaba en uno de los peores burdeles de Barcelona con las prostitutas más viciosas. Es la verdad. Merece saberla, señorita Ballester. 
                         Puede que don Enrique se haya ido a Chile. O puede que esté en Estados Unidos. 
                        No sé cuándo volverá a España. Puede que no regrese nunca.