martes, 30 de septiembre de 2014

UNA BRISA SUAVE

DIARIO DE LA SEÑORITA CLAUDIA BALLESTER

15 DE AGOSTO DE 1825

-Estoy muy asustada, Ricardo-le confieso a mi primo. 
                              Viajamos. 
                              Nos movemos en un carruaje que Ricardo ha alquilado. 
-Es posible que Augusta haya dado la voz de alarma-me inquieto. 
-Mi hermana nunca nos delataría, Claudia-me asegura él. 
                            Hemos pasado toda la noche viajando.
-¡Ojala lleguemos pronto a Medas Grande!-exclamo-No quiero detenerme. Quiero llegar allí. 
-Vive poca gente en Medas Grande-me explica Ricardo-Vive allí todavía menos gente de la que vive en Buda. Porque Buda tiene una Iglesia. Y tiene una escuela. 
                             Me coge las manos. Me las besa. 
                            Ya ha amanecido. Pocas veces hemos hecho un alto largo en lo que llevamos de viaje. 
-¿Adónde nos dirigimos?-le pregunto a Ricardo. 
                            Él me explica que nos dirigimos a Estartit. Allí, alquilaremos una barca que nos llevará hasta Medas Grande. El viaje que nos espera es muy largo. Pero partimos con cierta ventaja sobre mis padres. Si Augusta decide delatarnos, le escribirá una carta a mis padres. La carta tardará unos días en llegar a Buda. 
                           Mis padres tardarán en averiguar donde estamos. Augusta no sabe nada. La imagen que tengo de ella es llorando en el establo. 
                            Lloraba porque le rompía el corazón verse separada de Ricardo. 
                            El amor nos ha vuelto a ambos egoístas. Pero no soy capaz de pedirle que dé media vuelta y que regresemos. 
                            Es demasiado tarde. No podríamos regresar. Y yo no quiero regresar. 
-¿Estás contenta, Claudia?-me pregunta Ricardo. 
-Estoy contenta-respondo-Estoy muy contenta. 
-En cuanto llegue la dispensa papal, nos casaremos. 
-Es lo que más deseo en el mundo. 
-Y tendremos muchos hijos. Tendremos muchos hijos, Claudia. No les pasará nada. ¡Ya lo verás!
                              Estamos sentados en el interior del carruaje el uno al lado del otro. 
                              Noto cómo el carruaje tuerce al doblar una esquina. 
                              Ricardo me abraza con fuerza y me besa en la frente. Me besa en la sien. Me besa en la cabeza. 
                              Oigo el traqueteo de las ruedas. El sonido que hacen los cascos de los caballos al golpear el suelo. La ventanilla del carruaje está cerrada. 
                              Ricardo me besa en la punta de la nariz. 
-¿Cómo es nuestro nuevo hogar?-le pregunto. 
-Quedan unos pocos sirvientes allí-responde-Mi madre, tu tía, vivió allí cuando era pequeña. Aún lo conservo. No sé si Augusta puede sospechar algo. Sobrevivió a la ruina en la que nos dejó mi padre. No he querido venderlo nunca. Nuestra casa, Claudia. Nuestra casa...Es pequeña. Pero es bonita. 
-Me gustará vivir allí. 

lunes, 22 de septiembre de 2014

UNA BRISA SUAVE

DIARIO DE LA SEÑORITA AUGUSTA BALLESTER

14 DE AGOSTO DE 1825

-¿Os habéis vuelto locos?-le espeto a Ricardo y a Claudia-¡No iréis muy lejos!
-Iremos al lugar al que queremos ir-contesta mi hermano con firmeza-Hemos venido a despedirnos de ti. Hermana, lamento que no nos hayas apoyado todo lo que deberías de habernos apoyado. Pero te queremos. Y deseamos que seas feliz. 
-¿Me estás pidiendo que sea feliz sabiendo que vas a vivir en pecado con nuestra prima?
-Augusta, te agradezco de corazón el apoyo que me has brindado-interviene Claudia. Me coge la mano-Pero no puedo vivir sin Ricardo. 
                          Hemos salido fuera. Nos encontramos en las caballerizas. Me he puesto un chal encima de los hombros. 
                           Ricardo me abraza. 
-¿Adónde iréis?-le pregunto con desconsuelo-Por favor...
-Te escribiremos-responde mi hermano. 
-Mis tíos no lo aceptarán. 
-Ellos ya saben la verdad. No la aceptan. Pero es cuestión de tiempo. Augusta...
-Tened mucho cuidado, por favor 
-Tendremos mucho cuidado. Te lo prometemos. 
                         Me separo de Ricardo. Miro a Claudia. Mi prima permanece en silencio. 
                         Están enganchando los caballos a uno de los carruajes. Ricardo ha dicho que Claudia es su esposa. 
                          Que ha venido a buscarla porque la echa de menos. Quiere que regrese con él a casa. ¿Y cuál va a ser su casa de ahora en adelante? Claudia mira con amor a Ricardo. Siente que está a salvo con él. Los caballos ya han sido enganchados al carruaje. El cochero da el aviso. 
                         Ricardo acuna entre sus manos el rostro de Claudia. Con sus labios, busca los labios de nuestra prima hasta que los encuentra. Y se apodera de ellos. La besa porque siente que revive gracias a la boca de Claudia. 


-Tenemos que irnos-suspira Claudia-Mi querida Augusta, cuídate mucho. 
-Lo haré-le prometo. 
                          Estoy llorando. 
                          Noto cómo las lágrimas ruedan por mis mejillas. Ricardo y Claudia se marchan. 
                           Mi prima me da un beso cariñoso en la mejilla. 
                           Ricardo se sube primero en el carruaje. Y ayuda con dulzura a Claudia a subir al carruaje. 
-¿Estás asustada?-le pregunta con ternura. 
-Estoy contigo-responde ella-No estoy asustada. 
                           El cochero cierra la portezuela. Y siento cómo algo se desgarra en mi interior. 
                           Veo al cochero subirse al pescante. Me he puesto el chal encima de los hombros porque tengo frío. Estamos todavía en verano. Ya no llueve tanto. Hace una noche preciosa. La Luna brilla en lo alto del cielo. Las estrellas salpican el firmamento. Se podría decir que hace calor esta noche. Pero yo tengo frío. 
                            Pienso que Claudia me está quitando a mi hermano. 
                            El cochero azuza a los caballos. 
                            Y veo a través de la ventanilla del carruaje a Ricardo y a Claudia besándose en los labios con ardor. Llenando de besos el uno la cara del otro. Y yo siento ganas de vomitar. 
                             Los caballos empiezan a caminar. El carruaje abandona el establo. Se está alejando. Lo veo cada vez más lejos. Corro. Salgo corriendo del establo. 
-¡Ricardo!-grito. 
                           Me quedo parada en mitad del sendero que hay en la parte trasera de la masía del señor Escudero. Tan sólo siento que el carruaje se ha perdido en la distancia y que Claudia me ha robado, finalmente, a Ricardo.  

martes, 9 de septiembre de 2014

UNA BRISA SUAVE

DIARIO DE LA SEÑORITA CLAUDIA BALLESTER

13 DE AGOSTO DE 1825

-¿Qué estás haciendo tú aquí?-le pregunto a Ricardo. 
-El señor dice que es su marido, señorita Ballester-responde el mayordomo en su lugar. 
-¿Cómo dice?
                          Encontrarme a Ricardo en el salón de la masía del señor Escudero era algo que jamás había imaginado que acabaría pasando. 
-Claudia, me muero por ti-afirma Ricardo mientras avanza hacia mí. 
                          Y sus labios se apoderan de mis labios con verdadera ansia, hurgando con su lengua el interior de mi boca. 
                            Augusta está delante de nosotros presenciando la escena. 
                            Un grito se escapa de su boca. 
                            Ricardo y yo nos separamos. 
                            Pienso que me voy a desmayar. Ricardo me coge las manos. 
                            Me cuenta que mis padres ya están al tanto de la verdadera naturaleza de nuestra relación. 
-Y no lo han entendido-me lamento-Por eso, decidí acompañar a Augusta cuando el señor Escudero la invitó a pasar unos días aquí. Para alejarme de ti. No quiero que la familia se rompa por mi culpa. Y mis padres...¡Dios mío!
-Mis tíos no son malas personas, Claudia-me asegura Ricardo-Lo único que necesitan es tiempo. 
                             No podemos hablar en el salón. Hay demasiadas personas pendientes de nuestra conversación. Salimos al recibidor. 
                              Rompo a llorar. 
-Perdóname-le pido a Ricardo-Debes de odiarme por mi cobardía. 
                              Pero él me confiesa que no me odia. Entiende los motivos por los cuales me marché. 
-Estabas destrozada por la pérdida de nuestro hijo y Augusta se aprovechó de ello-dice-Es mi hermana y la quiero muchísimo. Pero no termina de ver bien que nos amemos. 
-Augusta no tuvo la culpa-replico-La culpa es sólo mía. Soy una cobarde. 
                           Ricardo insiste en que no piensa eso de mí. Le miro a los ojos y veo que es verdad. Siento que podremos enfrentarnos a todo el mundo, de ser así. 
                            Nos amamos. Tiene que bastar con eso. 
                           Basta con eso...
-Nos iremos a Meda Grande-me dice-Mañana al amanecer. Conservo la casa de mi madre allí. Esperaremos allí noticias de la dispensa. 
-Ricardo...-me asombro-¿Sabes lo que me estás pidiendo? ¡Quieres que nos fuguemos juntos!
-Suena romántico. Y suena disparatado. Una huida romántica al amanecer. ¿Qué me dices, Claudia?
-Y vivir en Meda Grande. Suena demasiado bonito como para ser cierto. Y tengo mucho miedo. 
                           Ricardo llena de besos mi cara y lograr arrancarme una sonrisa. Me besa en la frente y yo asiento. Me iré con él. 
                          Me iré con él aunque sea al fin del mundo. 
-Augusta también acabará entendiendo-digo-Aunque...Le costará trabajo. 
                          Siento que estoy recuperando la fe en un futuro feliz al lado de mi amado Ricardo. 


                                  Ricardo y yo nos besamos de nuevo de manera apasionada. 

lunes, 8 de septiembre de 2014

UNA BRISA SUAVE

DIARIO DEL JOVEN RICARDO BALLESTER

ESCRITO EN UNA POSADA DE VANDELLÓS, CAMINO DE REMULLÁ

12 DE AGOSTO DE 1825

-¿Falta mucho para llegar a Remullá?-le pregunté esta mañana al cochero. 
-Tan sólo nos queda un día de viaje, señor-respondió el cochero. 
                              Había alquilado un carruaje para ir a Remullá. No podía pasar ni un día más alejado de Claudia. Estoy furioso. 
-¿Busca a alguien en Remullá?-me preguntó el cochero. 
-Busco la masía del señor Escudero-respondí. 
                             No estoy furioso con Claudia. 
-¿Ha sido invitado por él?-volvió a preguntarme el cochero. 
-Digamos que sí-volví a responder. 
                              Estoy convencido de que Augusta se aprovechó del estado de Claudia para separarla de mí. Claudia estaba destrozada tras la pérdida de nuestro hijo. Y Augusta aprovechó su estado para alejarla de mí. ¿Acaso mi hermana se ha vuelto loca?
                              En contra de mi criterio, pernoctamos en una posada situada a la entrada de Vandellós. 
                               Prefiero seguir hasta Remullá. Pero el cochero se niega. Y el carruaje en el que viajo es de alquiler. El cochero afirma que los caballos están agotados. Y yo pienso en Claudia. Me vuelvo egoísta. He de entender que los caballos necesitan descansar. 
                             Hace unos días, se lo confesé todo a mis tíos. Los reuní en el salón y se lo conté. 
                             Mis tíos no me creyeron. Mi tía Prudencia rompió a llorar y me acusó de ser un mentiroso. 
                             Mi tío Tomás, incluso, me dio un bofetón porque, en su opinión, estaba injuriando a Claudia. Y yo le conté que había solicitado una dispensa papal para poder casarme con Claudia. 
-¡Dime que estás mintiendo!-sollozó mi tía Prudencia. 
                              No pude seguir negándolo por más tiempo. Les grité que amo a Claudia desde hace mucho tiempo. Si rechacé a Dafne fue porque no podría amarla de la misma manera que amo a Claudia. 
-¡Pero sois primos!-me recordó mi tío Tomás, rojo de rabia-¡No podéis casaros!
-Por eso, he solicitado la dispensa al Papa-admití-Pienso convertir a Claudia en mi esposa. 
-¡Te has vuelto loco!
-Tío Tomás, Claudia también me quiere. 
                            Yo nunca antes había visto a mi tío Tomás tan furioso. Y tampoco había visto a mi tía Prudencia tan destrozada. 
-¡Eso nunca pasará!-bramó mi tío Tomás-¡No dejaré que ensucies el buen nombre de nuestra familia!
                            Pero opté por no escucharle. Mi tío Tomás no paraba de vociferar toda clase de amenazas. Desde matarme. Hasta enviar a Claudia a un convento. 
-Lamento mucho vuestro disgusto-me lamenté-Pero no podéis impedir que me case con Claudia. Iré a buscarla a Remullá. Y ya veremos lo que ocurrirá después. Pero nos vamos a casar le pese a quien le pese. 
                             Subí a mi habitación. Preparé en solitario el equipaje. Mi tía Prudencia no paraba de llorar. Llegué a ver cómo Rosalía le administraba agua del Carmen. Estaba histérica. 
                              Me marché aquella misma tarde de la masía de mis tíos. Hice el trayecto hasta el embarcadero a pie. Una barca que alquilé me llevó hasta Sant Jaume de Enveija. Una vez allí, alquilé el carruaje que me está llevando hasta Remullá. Los sollozos de mi tía Prudencia resuenan en mi cabeza. 
                             La noticia de mi relación con Claudia ha destrozado a mis tíos. 
                             Me lo esperaba. Pero no hay vuelta atrás. 
                             No podemos regresar a la masía de mis tíos en Buda. Están muy alterados. Sólo Dios sabe lo que le harán a Claudia si la ven. Y yo he de protegerla. 
                             Mi madre, que en paz descanse, tiene una casita en la isla de Meda Grande, en el archipiélago de las islas Medas. 
                               Cuando nuestros padres murieron, Augusta y yo nos encerramos en el despacho de nuestro padre. Nuestro tío Tomás nos acababa de avisar de que estábamos en la ruina. Augusta pensó en vender la casa de mi madre en la isla de Meda Grande. Yo me negué. 
-Madre dijo que esa casa sería para uno de nosotros-le recordé-El primero que se casara, se instalaría allí a vivir. ¿Lo has olvidado?
-Sé realista, Ricardo-contestó Augusta-No tenemos dinero. Pero podemos obtener algo de la venta de la casa de Meda Grande. 
-¡Ni hablar, Augusta! No pienso vender esa casa. 
-¡Trata de ser razonable, por Dios! 
                         Me negué en redondo. Conseguí quitarle a Augusta esa idea de la cabeza. 
                        La casa de Meda Grande todavía no se ha vendido. He tomado una decisión. Me llevaré a Claudia a la casa de Meda Grande. Esperaremos allí la carta donde nos concederán la dispensa papal. 
                         Le escribiré al Obispo de Tarragona. Le explicaré la nueva situación. 
                          Parece un hombre comprensivo. Lo entenderá. Y, dentro de unos meses, todo será mejor. Claudia y yo nos casaremos y tendremos muchos hijos. Seremos todos felices. Sólo espero que nuestra familia acabe entendiéndolo. 


sábado, 6 de septiembre de 2014

UNA BRISA SUAVE

11 DE AGOSTO DE 1825

-Confieso que estoy cansada-se sincera Augusta conmigo en la habitación que compartimos.
                           Compartimos habitación desde que llegamos a la masía del señor Escudero. 
                           Por las noches, ninguna de las dos es capaz de conciliar el sueño. Yo permanezco acostada en mi cama, mirando el techo. Oigo a Augusta dar muchas vueltas en su cama. 
-Lo que más me cansa es ver que no terminas de mejorar-admite mi prima-¿Cuándo vas a empezar a salir con los demás?
-No me interesa salir a dar paseos en grupo con gente que no conozco-contesto. 
-Por lo menos, podrías intentar aprender a jugar a la brisca. ¡Es muy divertido!
-Te he visto jugando a la brisca. Incluso, te he visto apostar cuando juegas a la brisca. Y siempre pierdes. 
-¡No me lo recuerdes, Claudia! Y no se lo digas a mi tío Tomás. Se enfadará conmigo. 
-No te preocupes, prima. No se lo diré. 
                            Me giro en la cama para mirar a Augusta. 
                            Mi prima se sujeta la cara con la mano, apoyando el codo en la almohada. Veo la preocupación reflejada en su mirada. 
-Te besan mucho los caballeros las manos cuando te ven-apostillo, deseosa de cambiar de tema. 
                            Intuyo que Augusta quiere hablarme de Ricardo. Y yo no tengo muchas ganas de hablar de él. 
                             En realidad, no quiero hablar de él. La habitación está sumida en la oscuridad. 
                             Un débil rayo de Luna se filtra por la ventana, cuyos cristales están abiertos. 
                             A pesar de que estamos en pleno mes de agosto, yo tengo frío. Estoy tapada con las sábanas hasta el cuello. 
                             A veces, pienso que estoy siendo una tonta. Ricardo no tiene la culpa de que yo haya perdido a nuestro hijo. Pero recuerdo el rostro dolorido de Dafne cuando Augusta y yo nos despedimos de ella en el embarcadero. Pienso que Ricardo tiene que intentar amarla. 
                           Mis padres no saben nada. Yo podría buscar a Pedro Serrano y decirle que he cambiado de opinión. 
                            Que le amo y que quiero casarme con él. Pero estaría mintiendo. 
-Claudia, pienso que deberíamos de regresar a Buda-me sugiere Augusta. 
-Yo no quiero regresar a Buda-replico-¡Por favor, prima! ¡Quedémonos unos días más aquí! 
-Está bien. 
                              Me da miedo ver de nuevo a Ricardo. 
                             Mis ojos se llenan de lágrimas. 
-¿Qué te ocurre, Claudia?-me pregunta Augusta con preocupación. 
                              No le respondo. Me asusta la idea de que, a mi regreso, sea Ricardo el que me rechace. Me he comportado como una cobarde huyendo de él. He huido de todo. 
                              No le merezco, pienso con tristeza. 

viernes, 5 de septiembre de 2014

ARGUMENTO DE "NOCHE DE AMOR SOÑADA"

Hola a todos.
Hoy, voy a dejar a un lado "Una brisa suave" (aunque la retomo mañana sin falta) porque me gustaría hablaros de uno de los relatos que empecé a escribir hace ni me acuerdo y que me he propuesto terminar, después de haberlo dado por perdido y de haberlo encontrado.
Se trata de Noche de amor soñada. 
Está dividida en dos partes que publicaré por separado.

La acción transcurre en la isla de Walney, en el Mar de Irlanda, durante la década de 1850.
Jacob Lindsey es un joven médico que quedó viudo hace tiempo tras un desastroso matrimonio donde la falta de amor y de pasión primó sobre todas las cosas. Al asistir a la fiesta que se organiza con motivo del compromiso de uno de sus pacientes, lord Landsbury, Jacob queda prendado de Lydia, la prima de la futura esposa de lord Landsbury. Las chispas entre ellos no tardan en saltar. Sin embargo, una tragedia lo cambiará todo.
En estos dos libros se contará cuál es la tragedia que cambiará para siempre las vidas de Jacob y de la familia de Lydia y aparecerá la joven Claire.
¿Qué ocurrirá?
Todavía no sé cuándo lo voy a publicar, pero, de hacerlo, quiero que vea la luz en Amazon.
Aún me queda mucho trabajo que hacer con esta historia.


jueves, 4 de septiembre de 2014

UNA BRISA SUAVE

DIARIO DE LA SEÑORITA CLAUDIA BALLESTER

10 DE AGOSTO DE 1825

                            Cuando Augusta y yo salimos a pasear, mi prima se queja de que termina siempre cansada. Vemos pasar a los pastores. Llevan consigo a sus rebaños en busca de pastos frescos. A Augusta le dan miedo las cabras. Yo encuentro adorables a las ovejas. Y, una vez, una cabra me baló al verme. 
-Me ha saludado-le comenté a Augusta. 
-No hay nada interesante en este pueblo-se queja Augusta. 
-Te recuerdo que fue idea tuya traerme aquí. 
-Pensé que lograría alejarte de Ricardo si te traía conmigo. Y, por otro lado, pensaba que encontraría aquí a Enrique. Y no está. 
                           Solemos sentarnos a la sombra de uno de los numerosos árboles frutales que encontramos. Ya se está recogiendo la uva. Oigo a los campesinos hablar. 
                            Comentan que la cosecha de trigo de este año ha sido generosa. 
                            Las legumbres que prepara la cocinera del señor Escudero han sido cultivadas en el campo de Remullá, en la parcela destinada al cultivo de legumbres. Me siento casi feliz viviendo en este lugar. 
                              Esta tarde, Augusta entra en la biblioteca. Yo estoy en la biblioteca buscando un libro. 
                              Mi prima me comenta lo preocupada que está por mí. 
-Apenas comes, prima-me indica. 
-No tengo hambre-le recuerdo. 
-¡Pero tienes que comer!
                              Augusta intentó separarme de Ricardo en la creencia de que estaba haciéndome un bien. 
-Echas de menos a mi hermano-observa. 
-No puedo olvidar a Ricardo-le confieso. 
-Separarte de él estuvo mal por mi parte. Me aproveché de que estabas débil por la pérdida del bebé que esperabas. No he debido de hacerlo. Perdóname. 
                          Augusta está triste. Me cuenta que no le gusta estar en la masía del señor Escudero. 
-¿Es que quieres regresar a Buda?-le pregunto. 
-No quiero regresar todavía a Buda-responde-Aún albergo la esperanza de que Enrique aparezca. 
-¿Está entre los invitados del señor Escudero?
-Creo que no. 
-Entonces, no vendrá. 
                         Augusta lucha por no echarse a llorar. Clava sus ojos de color topacio en mi cara. Me pregunta cómo puedo ser tan fuerte. 
-No soy fuerte, prima-le aseguro. 
-Eres más fuerte que yo-afirma-No sé si llorarás a escondidas. Creo que sí lloras a escondidas. De estar yo en tu situación, me habría quitado ya la vida. 
-¡Prima, por Dios!
-Claudia, siempre he pensado que eras más débil que yo. Y veo que no es así. 
                            Yo no quiero ser fuerte, pienso. Yo quiero regresar a Buda para estar con Ricardo. Yo quiero que mi niño vuelva a estar en mi vientre para poder sentir cómo crece. 

miércoles, 3 de septiembre de 2014

UNA BRISA SUAVE

DIARIO DE LA SEÑORITA CLAUDIA BALLESTER

FINALES DE JULIO DE 1825

                             Ya ha pasado un mes. 
                             Muchas mañanas, me despierto y me pongo las manos en el vientre. Mi vientre sólo lo tuvo durante dos meses. Mi vientre no crecerá. 
                             Mi pequeño ya no está conmigo. 
                             No llegamos Ricardo y yo a contarle nada a mis padres. Yo le pedí tiempo. 
                            A la mañana siguiente, me desperté al sentir un fuerte dolor en mi vientre. Era un dolor tan agudo que me impedía respirar. El pánico se apoderó de mí, aunque no sabía si lo que estaba pasando era normal. En mi fuero interno, sabía que no era normal. 
                               Empecé a sangrar de manera abundante. Intenté mantener las calma. Llamé a gritos a Rosalía. Si mi madre me veía en aquel estado, empezaría a hacer preguntas. En su lugar, apareció Augusta. 
Y también apareció Ricardo. 
                             No sé en qué momento terminó todo. Tan sólo sé que vi cómo cambiaban las caras de Augusta y de Ricardo. Él luchó por no llorar. Ella luchó por no vomitar. A mis padres les dijeron que yo tenía unas décimas de fiebre. Ricardo se ocupó de enterrar en la playa los paños ensangrentados con los que Augusta taponó mi hendidura. Y lo enterró a él. 
                            A mi niño...
                           No quise guardar reposo durante más de tres días. 
                           Augusta recibió una invitación de un amigo de don Enrique. 
                           Y nos encontramos en la masía que un tal señor Escudero tiene en Remullá. Llegamos hace más de un mes. 
                           El señor Escudero ha invitado a personajes de la alta sociedad de todas las comarcas de Cataluña con la intención de relacionarse con ellos. 
                           Augusta no dudó hasta que no me marché con ella en dirección a Remullá. Era la primera vez que yo salía de la masía de mi familia. 
                             Dejé atrás a Ricardo. Ya no me queda nada que me una a él. 
                             He aprendido muchas cosas acerca de Remullá en el último mes. Se trata de una pedanía de Vandellós. Salgo a pasear por aquí y me sorprende ver todas las casas situadas en fila a un lado del camino. Me da la sensación de que estoy paseando por una calle interminable. 
                          He contado que hay unas quince casas en el pueblo. Y me han comentado que viven aquí unas 30 personas. Detesto los lugares en los que viven muchas personas. Paso mucho tiempo sola. Augusta participa en las actividades que organiza el señor Escudero. Otras veces, se encierra en su habitación. Le escribe cartas a mis padres. 
                          Yo también le escribo cartas a mis padres. Ellos, a su vez, también me escriben a mí. Pero no suelo leer sus cartas. Leeré el nombre de Ricardo. No quiero leer su nombre. Me hace daño pensar en él. Pero echo de menos cómo me abrazaba. Cómo me besaba. Pudimos haber tenido un hijo. Y nuestro hijo está enterrado en un lugar de la playa. Un niño que ha sido enterrado a escondidas. 
                          La masía del señor Escudero está un poco apartada del pueblo. Sin embargo, puedo bajar perfectamente a él. Me he fijado en que todas las casas tienen la misma fachada. 
                          Augusta se queja de que siempre estoy sola. Se queja de que no quiero participar en ninguna de las actividades que organiza el señor Escudero. ¿Acaso no entiende mi prima que no tengo ganas de salir a pasear por el campo? No quiero montar a caballo. 
                           Prefiero bajar a Remullá. Y pasear por su calle infinita. Prefiero estar sola con mis pensamientos. Aunque mis pensamientos me hagan llorar. 

DIARIO DE LA SEÑORITA AUGUSTA BALLESTER

FINALES DE JULIO DE 1825

                        No puedo centrarme en la partida de brisca. 
                       Un grupo de damas me han invitado a que juegue a la brisca con ellas. Y yo he aceptado. 
                        Ya no recuerdo la última vez que jugué a la brisca. Empecé entusiasmada la partida.
-Su prima siempre está triste, señorita Ballester-me dijo una de las damas. 
                        Desde entonces, no puedo centrarme en la partida. Y pierdo.
                         Contemplo a mi prima Claudia. Está sentada en un sillón. Sujeta un libro entre las manos. Yo sé que, en realidad, no está leyendo. Se está esforzando en leer. Pero no lo consigue. He logrado separarla del lado de Ricardo. Pero hay demasiadas cosas entre ellos. El amor que se profesan es demasiado grande. Y está el recuerdo del hijo de ambos.
                        El niño que no llegó a nacer.

martes, 2 de septiembre de 2014

UNA BRISA SUAVE

5 DE JUNIO DE 1825

-Pienso hablar con tus padres-me informa Ricardo.
-¿Es necesario que se lo cuentes?-le pregunto. 
                       Nos encontramos dando un paseo por el pueblo. 
                      La escuela está abierta. 
                       Puedo escuchar los gritos de los niños que están jugando en el jardín. ¿Es ya la hora del recreo? Mi hijo o mi hija irá a estudiar a esa misma escuela. 
                       Dentro de unos años, también saldrá a jugar con sus amigos y con sus amigas al recreo. Estudiará mucho y será una persona inteligente y cultivada. Se parecerá a mí en ese aspecto. 
-No es algo que se deba posponer por más tiempo-admite Ricardo-Tu vientre crece cada día que pasa un poco más. 
-Tengo mucho miedo-le confieso. 
-Tendrán que asumirlo. Les costará trabajo. Hay que darles tiempo. 
-Tiempo es lo que menos necesito. Mi vientre crece. Aunque apenas se note. Pero no tardará mucho tiempo en notárseme. 
-Mis tíos sólo quieren lo mejor para nosotros. Y lo mejor para nosotros es que estemos juntos, Claudia. 
                        A pesar de que estamos en mitad de la calle, Ricardo me besa. 
                       Me besa con mucha dulzura. 
                      Le rodeo el cuello con los brazos. Correspondo a la dulzura que impregna aquel beso. Al sabor delicioso de sus labios que beben de mis labios. A él...
                      Nos vemos obligados a separarnos. 
-Siempre me sentiré culpable por la marcha de Dafne-me sincero.
-Nunca estuve enamorado de ella-admite Ricardo-Nunca le di falsas esperanzas. 

lunes, 1 de septiembre de 2014

ESCENA DE UNA DE MIS HISTORIAS

Hola a todos.
Hago un pequeño parón en Una brisa suave porque me gustaría compartir con vosotros el fragmento de una de mis historias.
Yo la considero como una versión decimonónica de las famosas Cincuenta sombras de Grey. 
Y no estoy exagerando.
Son varias novelas que escribí hace años y que quiero corregir. Me da un corte terrible que vean la luz porque tienen muchas escenas subidísimas de tono.
Cuenta la historia de James, un joven conflictivo, aficionado al alcohol y al opio, de tendencias autodestructivas y extraños gustos sexuales (y no estoy hablando de sadomasoquismo) que está sumido en una profunda espiral desde que se murió su mujer y su pequeño hijo. Su hermana y su cuñado fallecen y él viaja a La India en compañía de su otra hermana. Se hospeda en la casa de las primas de su cuñado, a las que conoce desde hace años porque el cuñado también está emparentado con su familia. Hester, la hermana menor de su cuñado es una chica de dieciséis años inocente y bonita que siente una gran fascinación por James.
Poco a poco, se van enamorando de manera apasionada y ardiente. Hester trata de librar a James del abismo al que se precipita.
En este fragmento, vemos una escena entre Hester, sus hermanas y Olivia, la hermana de James.

                                 El paseo en carruaje no calma los nervios de Olivia.
-¡No quiero que venga James!-protesta.
                                 Mis hermanas y yo nos miramos con gesto serio. Eileen le dice a Olivia que es normal que James tenga que estar aquí.
                                Después de todo, quien ha muerto es también su hermana. Olivia no quiere saber nada de James.
-Está loco-afirma.
-Nuestro padre puede ayudarle-insiste Eileen-Él tiene que dejarse ayudar.
                              Yo pienso que nuestra madre también podría hacer algo para ayudar a James. Va a venir a parar a nuestra casa.
                               Caitlin recuerda a nuestro primo y a su mujer. Sus ojos se llenan de lágrimas al pensar en ellos. Bree le coge la mano. Intenta consolarla.
                               En ocasiones, siento el deseo de romper a llorar. Pero trato de mantenerme serena.
                               Oigo las quejas de Olivia ante la llegada de James. Escucho las palabras de consuelo que le dedica Bree a Caitlin.
-A Richard no le gustaría verte así-le dice.
-No se trata sólo de la muerte de Richard-replica Caitlin-Se trata de lo que va a pasar con su título.
-El título tiene que ir a parar al heredero varón-comento-El problema es que no hay ningún heredero varón. Richard era hijo único. No tuvo hijos con Annie. Y no tiene ningún primo varón.
-Vuestro padre sería el nuevo marqués-interviene Olivia.
                             La miramos con gesto extraño. Mi padre nunca ha mencionado nada al respecto. No creo que se convierta en marqués de la mañana a la noche. Es mucho más mayor que mi primo.
                            Los tíos no pueden heredar los títulos de los sobrinos.
                            Miro por la ventana del carruaje.
-Puede que James se convierta en marqués-sugiere Caitlin-Pero él ya tiene un título. Lo rechazará.
                            Olivia menea la cabeza en sentido negativo. Se niega a que venga James.
-¡Es un monstruo!-sentencia con rabia.
                           Está muy nerviosa.
-Aunque sea un monstruo, es su deber visitar la tumba de Annie-replica Eileen con firmeza-También es su hermano. Y no olvidemos que es tu hermano.
-Él no es bueno-insiste Olivia.
                           No seré yo quién juzgue a James. Hace mucho tiempo que no le veo.
                           Me alegro de que Olivia esté viviendo con nosotros. Sin embargo, la idea de que James pueda aparecer de un momento a otro la angustia. Sospecho que, en el fondo, desea que James esté aquí.
                             No lo quiere decir. Pero es algo que piensa. Sospecho que cuenta los minutos que faltan hasta que le vea. A pesar de todo, no deja de ser su hermano.
-¿Por qué dices que no es bueno?-le pregunto.
-Bebe hasta perder el conocimiento-responde Olivia-Sé que toma opio. ¡Opio! Y hace otras cosas. Cosas que no están bien.
-¿Qué clase de cosas?
-¡Hester!-se escandaliza Caitlin-¡Por Dios! ¡No quieras saber tanto!
-¿He dicho algo malo?-le pregunto, asustada.
                          Bree se santigua.
-No has dicho nada malo-interviene Eileen-Pero hay cosas que es mejor que no sepas. Eres la más joven de todas las que están en este carruaje. Eres casi una niña. Madre y padre ayudarán a James a enderezar su vida. Confórmate con saber eso.
                          Eileen besa a Olivia en la frente.