lunes, 22 de septiembre de 2014

UNA BRISA SUAVE

DIARIO DE LA SEÑORITA AUGUSTA BALLESTER

14 DE AGOSTO DE 1825

-¿Os habéis vuelto locos?-le espeto a Ricardo y a Claudia-¡No iréis muy lejos!
-Iremos al lugar al que queremos ir-contesta mi hermano con firmeza-Hemos venido a despedirnos de ti. Hermana, lamento que no nos hayas apoyado todo lo que deberías de habernos apoyado. Pero te queremos. Y deseamos que seas feliz. 
-¿Me estás pidiendo que sea feliz sabiendo que vas a vivir en pecado con nuestra prima?
-Augusta, te agradezco de corazón el apoyo que me has brindado-interviene Claudia. Me coge la mano-Pero no puedo vivir sin Ricardo. 
                          Hemos salido fuera. Nos encontramos en las caballerizas. Me he puesto un chal encima de los hombros. 
                           Ricardo me abraza. 
-¿Adónde iréis?-le pregunto con desconsuelo-Por favor...
-Te escribiremos-responde mi hermano. 
-Mis tíos no lo aceptarán. 
-Ellos ya saben la verdad. No la aceptan. Pero es cuestión de tiempo. Augusta...
-Tened mucho cuidado, por favor 
-Tendremos mucho cuidado. Te lo prometemos. 
                         Me separo de Ricardo. Miro a Claudia. Mi prima permanece en silencio. 
                         Están enganchando los caballos a uno de los carruajes. Ricardo ha dicho que Claudia es su esposa. 
                          Que ha venido a buscarla porque la echa de menos. Quiere que regrese con él a casa. ¿Y cuál va a ser su casa de ahora en adelante? Claudia mira con amor a Ricardo. Siente que está a salvo con él. Los caballos ya han sido enganchados al carruaje. El cochero da el aviso. 
                         Ricardo acuna entre sus manos el rostro de Claudia. Con sus labios, busca los labios de nuestra prima hasta que los encuentra. Y se apodera de ellos. La besa porque siente que revive gracias a la boca de Claudia. 


-Tenemos que irnos-suspira Claudia-Mi querida Augusta, cuídate mucho. 
-Lo haré-le prometo. 
                          Estoy llorando. 
                          Noto cómo las lágrimas ruedan por mis mejillas. Ricardo y Claudia se marchan. 
                           Mi prima me da un beso cariñoso en la mejilla. 
                           Ricardo se sube primero en el carruaje. Y ayuda con dulzura a Claudia a subir al carruaje. 
-¿Estás asustada?-le pregunta con ternura. 
-Estoy contigo-responde ella-No estoy asustada. 
                           El cochero cierra la portezuela. Y siento cómo algo se desgarra en mi interior. 
                           Veo al cochero subirse al pescante. Me he puesto el chal encima de los hombros porque tengo frío. Estamos todavía en verano. Ya no llueve tanto. Hace una noche preciosa. La Luna brilla en lo alto del cielo. Las estrellas salpican el firmamento. Se podría decir que hace calor esta noche. Pero yo tengo frío. 
                            Pienso que Claudia me está quitando a mi hermano. 
                            El cochero azuza a los caballos. 
                            Y veo a través de la ventanilla del carruaje a Ricardo y a Claudia besándose en los labios con ardor. Llenando de besos el uno la cara del otro. Y yo siento ganas de vomitar. 
                             Los caballos empiezan a caminar. El carruaje abandona el establo. Se está alejando. Lo veo cada vez más lejos. Corro. Salgo corriendo del establo. 
-¡Ricardo!-grito. 
                           Me quedo parada en mitad del sendero que hay en la parte trasera de la masía del señor Escudero. Tan sólo siento que el carruaje se ha perdido en la distancia y que Claudia me ha robado, finalmente, a Ricardo.  

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