sábado, 1 de noviembre de 2014

UNA BRISA SUAVE

Hola a todos.
Hoy, me gustaría dedicarle el fragmento de hoy a una buena amiga.
Se trata de Raquel Campos, quien acaba de publicar en Amazon su tercera novela Sueños de arena, una historia de amor que transcurre en el misterioso Egipto, cuando empezaron a salir a la luz de entre sus arenas los tesoros de los faraones. Y es en Egipto donde la inteligente Zahra y el serio Alexander se conocen y se enamoran.
Raquel, deseo que te guste este fragmento que te dedico.
Un fuerte abrazo.

DIARIO DE LA SEÑORITA CLAUDIA BALLESTER

ESCRITO EN LA ISLA DE MEDAS GRANDE, EN EL ARCHIPIÉLAGO DE LAS ISLAS MEDAS, DURANTE EL AÑO 1826

                                ¡Qué distinto está siendo mi segundo embarazo! 
                                Estoy cada día que pasa más gordita. Y me siento orgullosa de ver cómo mi vientre crece cada día que pasa. Porque mi bebé está creciendo dentro de mí. Mi bebé está vivo. ¡Va a vivir!
                                  Mi doncella se escandaliza. Insiste en que no debo de salir a la calle. 
                                 Yo me paseo por toda la isla con Ricardo. Él ha leído que es bueno que una mujer embarazada dé paseos. 
-El bebé nacerá fuerte-me asegura mientras caminamos. 
                                Y yo quiero pensar que mi bebé será fuerte. Intento mantenerme tranquila. Procuro no pensar en nada que puede hacer que me altere. Ricardo no se menea de mi lado en ningún momento. Cada vez que salimos a pasear, insiste en que descanse. 
-No debes de agotarte-opina. 
                                 Y me besa en los labios. 
                                  Una de mis criadas ensancha la cintura de mis vestidos. Ya no me molesta que la gente hable de Ricardo y de mí. 
                                   En esta isla viven pocas personas. Todo el mundo se conoce. La gente hace cábalas acerca de Ricardo y de mí. Llegamos de improviso. 
                                   Se dice que no estamos casados. Se dice que somos amantes. Y, ahora, voy a tener un hijo de Ricardo. 
                                  Puede que mi bebé sea una niña. Estoy deseando ver la carita de mi retoño. Si es niño, se parecerá a Ricardo. Si es niña, se parecerá a mí. 
                                  Pero puede que sea niño y se parezca a mí. Y puede también que sea niña y se parezca a Ricardo. Eso no debería de importarme. Mi bebé está bien. Trato de comer bien. 
                                   Su corazón late. Mi corazón late a la par que su corazón. Significa que está vivo. Que está creciendo. No puedo verle. Pero ya puedo empezar a sentir cómo se mueve dentro de mí. No para nunca quieto. ¡Va a ser muy travieso! Heredará el carácter de su padre. Poco importa si es niño como si es niña. Heredará el carácter de su padre, que era muy travieso cuando era pequeño. 
                                Ricardo no cabe en sí de alegría. Quiere empezar ya a preparar el cuarto de los niños. Hay un cuarto de los niños en esta casa. 
                                Ricardo y Augusta jugaban allí cuando eran pequeños. Está lleno de polvo. 
                                Algunos muebles están rotos. Ricardo ha empezado a arreglarlo. Una de las criadas se ha encargado de limpiar el polvo de los muebles. Ricardo quiere restaurar todo lo que hay en esa habitación. 
                                 Quiere pintar las paredes de la habitación. Me lo dice cuando estoy con él en ella. 
                                  Sonrío de pura alegría. 
-Quiero que haya ositos en las paredes-me cuenta Ricardo, emocionado-A los niños les gustan los ositos. 
-Puede que sea una niña-le recuerdo. 
-¡No importa! A las niñas también les gustan los ositos. 
-Sí...
                                Ricardo me besa con ternura en los labios. 

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