viernes, 25 de enero de 2013

UNA BRISA SUAVE

                  4   de febrero de 1825

-Estás muy hermosa esta tarde-me dice Pedro Serrano.
-Se agradece el piropo-le contesto.
-No se trata de un mero piropo, señorita Ballester. Os estoy diciendo la verdad. Sois la dama más hermosa que jamás he conocido.
-Y yo pienso que sois el hombre más atrevido que jamás he conocido. No se le pueden decir esas cosas a una dama.
              Me pregunto porqué he aceptado salir con este señor. ¿Puedo pensar en él como en un señor?
              Estamos dando un paseo por los alrededores de la laguna de Calaix de Mar. Muchos pájaros viven aquí.
-No deberíais de hablar tan alto-le digo a Pedro-Muchos son los pájaros que están aninando.
-¡Oh, qué ingeniosa sois, señorita Ballester!-se ríe.
-No se trata de ingenio, señor Serrano. Leo mucho. Y sospecho que vos no leéis nada.
             Agradezco que una de las criadas, Alfreda, nos esté acompañando. Camina por detrás de nosotros. Apenas unos metros nos separa. Me siento más tranquila al saber que Alfreda está detrás.
                Fulmino a Pedro con la mirada.
-Suelo leer mucho-se jacta-Leo clásicos, igual que los lee vuestro padre.
               Lo miro arqueando una ceja. ¿Acaso pretende imitar a mi padre? Puedo dejar que me corteje. Pero algo me dice que no puedo fiarme de él.
-Hacéis bien-me limito a decir.
-Me gustan las mujeres que leen-afirma.
               Me pregunto si le gustarán también las mujeres inteligentes.
-Y las mujeres que, además, son ricas-añado.
                Pedro se echa a reír con esa risa burlona que tiene. Debería de parecerme seductora. Pero me pone de mal humor.
                Tengo la sensación de que se está riendo de mí.
                ¿Por qué he accedido a dar este paseo con él?
-Sois muy aguda-observa.
-Aún no me habéis dicho nada-le reprocho.
-Me gusta vuestro ingenio, señorita Ballester.
-Os gusta algo más que mi ingenio, señor Serrano. Os gusta aún más mi dote. No soy tonta.
-Me ofende que penséis eso de mí.
-Os ofende que os diga la verdad. Cuando me dejéis en casa, correréis a los brazos de cualquier ramera. Y seguiréis corriendo a los brazos de cualquier ramera en el supuesto de que nos casemos.
-No es verdad. No soy esa clase de hombre. No sé lo que os habrán contado de mí. Pero puedo aseguraros que es del todo falso. No pienso en vuestra dote, señorita Ballester. Es más. Ni me interesa. Estoy interesado realmente en vos.
                  No sé porqué he tenido que ser tan directa. Me salía del corazón hablar de manera tan sincera.
                 Pedro intenta ser sincero. Pero una vocecita nacida de mi corazón me dice que no debo de creerle. Me besa demasiadas veces en las manos. Incluso, he tenido la certeza de que desea besarme en los labios. No me imagino besando a Pedro en los labios. Es más. La sola idea de tener que hacerlo me causa repugnancia.
-Me gustan las mujeres directas-afirma-Vos lo sois.
-No os creáis-digo-Me cuesta trabajo expresar lo que digo.
-Pero lo habéis hecho. Mi pasado es el que está hay. No os voy a mentir. He sido un auténtico crápula. Pero quiero cambiar.
-Todos los crápulas dicen que quieren cambiar.
               Mi lengua está suelta. A duras penas, puedo controlarla. No soy yo la que está hablando. Es mi corazón el que quiere ser sincero. No sé porqué tengo que dejar que este sujeto me haga la corte. Supongo que es porque es lo normal. Un caballero corteja a una dama. Pedro es (eso dice) un caballero. Y yo soy una dama. Por lo tanto, tiene que cortejarme.


                      Empiezo a arder en deseos de volver a casa.
-Se está haciendo tarde-le digo a Alfreda.
-¿Queréis regresar, señorita?-me pregunta ella.
-Sí...
-Disculpadme-me dice Pedro.
              Me coge la mano y me la vuelve a besar.
-No me he dado cuenta de que el Sol está empezando a caer.
-Es hora de volver a casa-decido.
-Vendré a veros esta semana. No sé qué día. Pero vendré a veros.
-Os estaré esperando.
               ¿Por qué habré dicho eso? No quiero verle. Pero quiero pensar que es sincero. No quiero pensar que estoy con otro hombre. Porque estoy pensando en Ricardo. Él es el que ocupa mi cabeza todo el tiempo.
               No debería pensar así de él. Es mi primo.
               Mi primo...
              Tengo que enamorarme del señor Serrano, me digo a mí misma. Será un crápula. Pero puede cambiar. Yo le ayudaré a cambiar. ¡Eso no te lo crees ni loca!, me grita esa misma vocecita de antes. La que sale de mi corazón.

2 comentarios:

  1. Qué pena me ha dado este capítulo, pensar la pobre que tiene que enamorarse cuando se nota que está con el corazón puesto en otro...

    En espera de lo que sigue.

    Besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro de que te esté gustando el desarrollo de esta historia, Aglaia.
      Claudia se debate entre los convencionalismos que con tanto ahínco sigue y los dictados de su corazón.
      ¡A ver qué pasará!
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar