sábado, 26 de enero de 2013

UNA BRISA SUAVE

             5 de febrero de 1825

-Me ha sorprendido vuestra visita, Excelencia-le dice Augusta al conde de Noriega-La verdad, pensaba que no iba a verle nunca más.
-¿Por qué pensastéis eso, señorita Ballester?-quiere saber don Enrique.
-Siento que os causé una mala impresión. Os pido perdón.
-Nunca me pidáis perdón, mi querida señorita Ballester. Me siento impresionado por vos.
-¿Lo decis en serio?
-Por supuesto...Os gusta caminar. Me gustan las mujeres activas. Es cierto que no suelo ver a damas pasear solas. Pero no importa cuando se tiene la certeza de que no están haciendo nada malo. He pedido informes vuestros, señorita Ballester.
                   Augusta se pone roja.
-¿A qué os estáis refiriendo, Excelencia?-indaga.
-He hablado con vuestro tío-le explica don Enrique.
                  Augusta se pone tensa.
-¿Qué os ha dicho de mí?-le pregunta.
-Dice que estáis un poco loca-responde don Enrique-Pero sabe que sois una de las mejores personas del mundo. Queréis a vuestra familia con locura. Especialmente, a vuestro hermano. Eso es digno de admiración. Siempre quise fundar una gran familia. Con muchos hijos...Por desgracia, no pudo ser.
-Lo siento mucho.
                 Soy testigo de la escena que tiene lugar ante mis ojos. Don Enrique ha venido a visitar a Augusta. Han salido a dar un paseo por el jardín. Me toca a mí hacer de carabina. Trato de imitar a Alfreda cuando hizo ayer de carabina cuando salí con Pedro Serrano. Camino detrás de mi prima y del conde. Me mantengo separada de ellos unos centímetros. Don Enrique mira con arrobo a Augusta. Percibo un brillo en sus ojos desconocido. ¿Se trata de deseo, tal vez? ¿Puede sentir ese hombre lujuria hacia mi prima?
-No lo sintáis-le pide don Enrique.
-Sé lo que se siente al perder a un ser querido-admite Augusta-Ricardo es mi único hermano. Hemos perdido a nuestros padres. Quiero mucho a mis tíos y a mi prima Claudia. Pero...No son mis padres y ella no es mi hermana. Por mucho que los quiera.
-No pueden sustituir el amor de unos padres-termina don Enrique-Es fácil de entender. Soy hijo único. No tengo hermanos. Mis padres murieron cuando yo era muy joven.
-¡Oh!-Augusta parece escandalizada-¿Cómo podéis decir eso, Excelencia? ¡Aún sois muy joven! No sois un vejestorio. No camináis con bastón. Aún podéis pasar una noche entera bailando el vals en una fiesta. O dando un paseo a caballo.
               Intuyo la sonrisa de don Enrique ante el comentario que acaba de hacer mi prima.
-Se agradece el piropo, señorita Ballester-la adula.
               Augusta parece contenta.
-¿Dónde está vuestro hermano?-quiere saber don Enrique.
-Ha salido-contesta Augusta-Me dijo que tenía un asunto pendiente. Le he dejado marchar sin hacer más preguntas. Sospecho que sé adónde ha ido.
-¿Podría saberlo'?
               La voz de Augusta se torna misteriosa.
-Es un secreto-contesta-No os lo puedo contar. Si os lo cuento, Ricardo se enfadará conmigo.
-No he querido ser impertinente-se disculpa don Enrique.
-Nunca lo sois.
                Don Enrique anuncia que tiene que irse. Lamenta hacerlo. Se le nota en el tono de su voz. Augusta se queda desolada cuando el conde se va. Don Enrique se despide de nosotras haciendo una elegante reverencia.
                ¿Qué es lo que habrá visto ese hombre en mi prima?, me pregunto.
                Augusta tiene el cabello de color castaño claro y rizado de manera natural. Las dos tenemos una estatura semejante. Sus ojos son una curiosa mezcla entre el color ámbar y el color castaño. Tiene la nariz respingona. Su barbilla es delicada, pero su mentón es cuadrado. Tiene el rostro ovalado. Una vez, me contó que don Enrique la había besado. Pero que él no se atrevía a repetir aquel beso.
                Su boca es carnosa. Tiene buena figura. Supongo que don Enrique se habrá fijado en la figura de mi prima. A veces, cuando Pedro Serrano viene a verme, me mira demasiado la figura. Me siento incómoda cuando lo hace.


-Ha tenido que irse-se lamenta mi prima.
-Pero vendrá a verte-la tranquilizo-Creo que está enamorado de ti.
-¿Cómo un hombre como don Enrique ha podido fijarse en mí?
-Porque eres una mujer maravillosa.
-Piensa que estoy loca. Una vez, me contó que su primera esposa, Catalina Montoya, buscaba consuelo en los brazos de otros hombres. ¡A lo mejor, piensa eso de mí! ¡No quiero defraudarle!
-¿Por que te menosprecias de ese modo, prima?
-No sé si estarás enamorada del señor Serrano. Pero...El conde es distinto, Claudia. Es todo un caballero. Y yo soy poquita cosa para él.
               Abrazo con cariño a Augusta.
               En ese momento, entra Ricardo en el jardín.
-Hola a las dos-nos saluda.
              Augusta y yo nos giramos para verle. Ahogamos un grito.
-¡Dios Santo!-exclama Augusta-¿Qué te ha pasado?
                Ricardo trae un ojo morado. Augusta le toca la cara. Sólo tiene el ojo morado. Sus manos tienen señales de haber dado golpes.
-¡Oh, no es nada!-contesta Ricardo.
-¿Te has peleado con alguien?-le interrogo.
-¿Con quién me voy a pelear, Claudia?-se burla Ricardo.
-¡Con cualquiera! Vive gente en esta isla.
-200 habitantes por lo que me has contado. Y no...No me he peleado con ninguno de ellos.
-Vamos dentro-le insta Augusta-¡Avisaré al médico!
               Ricardo se echa a reír. Le dice a Augusta que no avise a nadie.
-He tenido un accidente tonto al bajar del carruaje-nos cuenta-¡Me he golpeado con la portezuela!
-¿Y los arañazos de las manos?-le indico.
              Ricardo se encoje de hombros. ¡Me enerva que nos esté mintiendo!
-Me habré arañado con algo-se limita a contestar.
              No sé si Augusta le cree. Pero yo sí que no le creo.
              Ricardo se acerca a mí y me besa en la frente.
-¿Por qué has hecho eso?-le pregunto.
-Eres mi prima-responde.
               No quiero que me recuerde que soy su prima. ¿Por qué somos primos?, me pregunto. ¿Por qué nos une este parentesco? Ese pensamiento me asusta cada vez más y más. No sé lo que va a  pasar.
-Te quiero mucho-me confiesa Ricardo.
              Le doy un beso en la mejilla. Le toco la cara. ¿Con quién se habrá peleado?, me pregunto. ¿Por qué se habrá peleado?
-Yo también te quiero mucho-le corroboro.
              ¿Se habrá peleado con alguien a causa de Dafne?, me pregunto nuevamente. ¿O, a lo mejor, el motivo de la pelea es otro? Ricardo se echa a reír. Quiere tranquilizarnos. Augusta y yo nos miramos intranquilas. Sabemos que no le vamos a sacar ninguna información. No quiere hablar.

2 comentarios:

  1. Yo tampoco le creo ;)

    Según leo, más simpatizo con la protagonista, es encantadora, lista, y se hace lío con sus sentimientos, la clase de heroína que me encanta, disfruto muchísimo leer lo que piensa y lo que sucede a su alrededor.

    Besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra saber que te gusta cada vez más el personaje de Claudia. Estoy disfrutando mucho escribiendo este diario y descubriendo cómo es ella en realidad.
      Ricardo también tiene el corazón hecho un lío, como estás a punto de descubrir.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar