lunes, 11 de febrero de 2013

UNA BRISA SUAVE

            16 de febrero de 1825

-Aún no me puedo creer lo que has hecho-le reprocho a Ricardo-¿Cómo se te ha ocurrido romperle el corazón a Dafne? Augusta está furiosa contigo. Nunca antes la habia visto así.
-Lamento de verdad lo que he hecho-me confiesa él-Pero tenía que ser sincero con ella.
-Dafne te ama. Su amor por ti es sincero. Me apena saber que está triste.
-Decirle que yo también la amaba sería faltarle a la verdad. No se lo merece.
-Tampoco se merece tu desamor.
-Es lo que siento.
              Ricardo y yo estamos dando un paseo por la playa los dos solos.
-Dafne encontrará a un hombre mucho mejor que yo-me asegura-Y será amada por él.
              Esta mañana, he oído a Ricardo y a Augusta discutir en la habitación de él. Sé que Augusta deseaba ver a Ricardo unido a Dafne. Le apena saber que eso no va a pasar. Se han gritado. Augusta no quiere volver a dirigirle la palabra a Ricardo. Y una parte de mí me grita que soy la culpable de esa situación.
-¿Y qué va a pasar ahora?-le pregunto a Ricardo.
-Hablaré con tus padres-responde él-Hablaré con tu hermana. Tendrán que entenderlo. Si es preciso, iré yo mismo a Roma a pedir la dispensa papal. Nos casaremos, Claudia. Aunque sea lo último que hagamos.
-¡No hables así!
             Nos detenemos y yo abrazo con fuerza a Ricardo.
             Llevo el pelo suelto y el viento juega con él. Ricardo se aparta de mí apenas unos centímetros. De alguna forma, quiere asegurarme que todo irá bien. Que nuestro amor sí tiene futuro y que va a triunfar. Aún así, tengo muchas dudas y tengo también mucho miedo. Nadie lo entenderá, pienso.
-Dafne es como una hermana para mí-me cuenta Ricardo-Por eso, he tenido ser sincero con ella. Me destroza pensar en el daño que le he hecho. Porque la quiero muchísimo. No te lo voy a negar. Pero no estoy enamorado de ella.
-Ricardo, aún estamos a tiempo. ¿No lo has pensado? Aún no es tarde.
             Él niega con la cabeza.
-No me pidas eso, Claudia-me ruega-No lo haría.
-Aún no ha ocurrido nada irremediable entre nosotros-le recuerdo-Visita a Dafne y dile que la amas, aunque sea mentira.
-Estaría traicionando a mi corazón y los dos sufriríamos. Todos sufriríamos.
               Nos dejamos caer sobre la arena de la playa. Yo estoy llorando en silencio. Saber que el corazón de Ricardo sólo es mío me llena de felicidad. Pero me produce una terrible desazón saber que Dafne está sufriendo por mi culpa. Me pregunto si los sentimientos de Pedro Serrano hacia mí son también sinceros. Creo que él sólo busca mi dote. ¿O acaso también está enamorado de mí? Dice que me ama. ¿Me estará diciendo la verdad? ¿O sólo está buscando la manera de embaucarme?
-No me queda otra opción que hablar con el señor Serrano-me decido.
-Estaré contigo cuando llegue ese momento-me asegura Ricardo-No dejaré que ese miserable te haga daño.
-No me hará nada. Descuida. Además, sé cuidar de mí misma. No te preocupes por mí.
-Tengo que preocuparme por ti. Si ese miserable te hace daño, te juro que lo mataré. Aunque, después, me fusilen.
-¡Por Dios, no hables de ese modo!
-Es lo que siento.
-Te preocupas demasiado por mí.
            Nos inclinamos el uno hacia el otro. Nuestros labios se encuentran y se funden en un beso cargado de dulzura.
-Nos están esperando-le digo-Es hora de volver a casa.
-¿Tú quieres volver a casa?-me pregunta Ricardo.
-Prefiero quedarme aquí un ratito más. Por lo menos, puedo pensar que estoy sola contigo.
                 Ricardo me sonríe con dulzura. Podría pasarme toda la vida mirándole mientras me sonríe de ese modo. Me doy cuenta de que estoy perdida. No puedo renunciar a Ricardo. Ni quiero renunciar a él.
                  En mi fuero interno, sé que estoy cometiendo una locura. Sé que mi relación con Ricardo debería de terminar.
                   No existe un futuro para nosotros. Ricardo no se resigna. Yo me he resignado. Soy una cobarde.
                  Ricardo tendría que olvidarme. Ricardo debería de buscar a una mujer que lo ame de verdad. Una mujer que no sea una Ballester. Y yo soy una Ballester. Y soy una cobarde. No me lo merezco.
                   Quiero hacérselo ver. Pero no me atrevo a decirle nada.
                   Ricardo me hace ver con sus gestos que sólo quiere estar conmigo. No quiere renunciar a mí. No puede renunciar a mí. Su amor prohibido...
-Lo siento-pienso con tristeza.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado esta charla, era necesario después de la decisión de Ricardo. A ver que pasa ahora, siento que estamos aún sobre campo minado.

    Besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tienes razón.
      Es una relación que avanza poco a poco y sobre, como bien dices, un campo minado.
      ¡Te invito a que descubras qué es lo que va a pasar!
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar