martes, 25 de junio de 2013

UNA BRISA SUAVE

Hola a todos.
Hoy, os traigo las anotaciones de los diarios de Claudia y de Ricardo.
Espero que os gusten.

DIARIO DE CLAUDIA:
 
                   24 de febrero de 1825

                     Después de varios días de ausencia, el conde ha regresado.
                     Ha venido a ver a Augusta. Dado que no es prudente que estén solos, he hecho las veces de carabina. Permanecemos paseando por el jardín.
                    Augusta y don Enrique hablan de todo. Y, al mismo tiempo, no hablan de nada. El conde no le da muchas explicaciones acerca del porqué ha permanecido ausente durante todos estos días.
-Entiendo que tenga mucho trabajo-dice Augusta.
-La he echado de menos, señorita Ballester-le asegura el conde-Se lo puedo jurar.
-Le creo.
                    En el fondo, Augusta desea creer al conde. Quiere pensar que don Enrique ha pasado todos estos días pensando en ella. Echándola de menos. Me fijo en que el conde sigue interesado en cortejar a mi prima.
                     Quiero alegrarme por ella. Pero me cuesta trabajo sentir dicha por Augusta. Sospecho que don Enrique no está enamorado de ella. Está interesado en Augusta porque desea casarse. Y Augusta tiene miedo, en el fondo, de quedarse soltera. Por eso, le permite que venga a verla. Que la corteje. Quiere pensar que el conde está realmente enamorado de ella.
-Cuénteme lo que ha estado haciendo durante estos días que he estado fuera-le pide don Enrique a mi prima.
-No he estado haciendo gran cosa, Excelencia-le asegura Augusta-He estado haciendo un poco de Celestina. Mi hermano y mi mejor amiga, Dafne Velasco, podrían hacer una bonita pareja. El problema es que Ricardo no quiere admitir que está enamorado de Dafne
                 ¡El problema es que Ricardo está enamorado de mí!, deseo gritar. Pero las palabras mueren en mi garganta.
-Claudia ha intentado hacer entrar en razón al cabezota de mi hermano-dice Augusta-¿No es verdad, prima?
           Me mira. Se está dirigiendo a mí.
-Es verdad-le corroboro-Pero...¡Ya le conoces! ¡No hace caso de nadie!
              Augusta sonríe. No sé en qué estará pensando. ¿Estará pensando en Ricardo? ¿O estará pensando en que el conde le ha besado las manos en cuanto la ha visto en el jardín? Incluso, se ha atrevido a cogerle una mano. Y se la ha besado. Y yo...Pienso en la noche que he vivido con Ricardo. Abrazada a él. Besándonos.
-¡Ya lo ve, señor conde!-sonríe Augusta-No hace caso de nadie. Ni siquiera de Claudia...
-Podría yo hablar con él-se ofrece don Enrique.
-¡Oh, por favor!-se emociona Augusta-Hágalo. A lo mejor, a usted le hace caso.
-O no...-intervengo-Prima...-Me dirijo a Augusta-Ricardo no le ha hecho caso a nadie. Ni a ti...Ni a mí...
-¡Con don Enrique será distinto!-se emociona Augusta-¡Es conde!

 

             Don Enrique parece emocionarse al ver feliz a Augusta. Le coge las manos. Se las besa. La mira con arrobo. Y yo...
              ¡Yo, mientras, deseo morirme!
              Nadie se fija en mí. Siento que he empalidecido.
             Ricardo...Con Dafne...
             Augusta no sabe nada, pienso.
              No me he atrevido a contarle nada. Tengo miedo de su reacción. Me asusta la idea de que se enfade conmigo. Después de todo...Somos familia. Soy su prima.
              Desearía estar muerta. No quiero que nadie me separe de Ricardo. Pero no soy quién para exigir nada. Ricardo debería de estar con Dafne. No conmigo...
               
 
DIARIO DE RICARDO:
 
                   25 de febrero de 1825
 
                    Don Enrique y yo nos hemos encontrado en la taberna de la isla. Damos cuenta cada uno de un chato de vino.
                    Don Enrique habla sin parar. Me cuenta que ha estado hablando con Augusta. Que está al tanto de que he rechazado a Dafne.
-Tu hermana piensa que esa joven te conviene-me asegura-No vas a encontrar a joven mejor que la señorita Velasco.
-¿Y por qué no se casa con ella?-le replico-Hacen buena pareja. Dafne está buscando un marido.
-Pero ella quiere casarse contigo.
-¿Y usted quiere casarse con mi hermana, Excelencia?
                 No hay mucha gente en la taberna. Agradezco poder hablar con más tranquilidad con don Enrique. El pretendiente de mi hermana no termina de caerme bien.
-No estamos hablando de Augusta y de mí-me replica-Estamos hablando de tu futuro, Ricardo. Tienes que casarte con una joven que te ame. Que te quiera.
                Me muero de ganas de subirme a lo alto de la posada. De gritarle a los cuatro vientos que ya he encontrado a esa joven. Y que su nombre es Claudia Ballester.
-¿Qué defecto hay en la señorita Velasco?-prosigue don Enrique con su ataque. No le escucho-He estado hablando con tu hermana. Te puedo asegurar que no tiene mácula alguna. Es hermosa. Goza de una buena salud. Tiene una buena dote.
-Todo eso a mí no me interesa-le corto.
-Es virtuosa. Un hombre busca una esposa virtuosa.
 
               Me pregunto el porqué mi hermana se ha enamorado de este imbécil. Será conde. Pero no tiene cerebro.
               Creo que Augusta no ama a don Enrique.
               Mi hermana está desesperada por casarse. Le da igual con quién. Va a la desesperada. No se fija en nada. No se fija en nadie. Don Enrique nunca la hará feliz. Lo intuyo. Augusta será una desgraciada a su lado. ¿Por qué no lo envía ya al Infierno?, me pregunto.
-Se está haciendo tarde-le digo a don Enrique-Y será mejor que regrese a casa. Me están esperando para cenar.
-¿Seguirás mi consejo?-indaga el conde.
              Apuro mi vaso de vino. Me dan ganas de arrojárselo a la cara. Una mujer con cara cansada dormita detrás de la barra. Un hombre está acostado sobre una mesa de madera que hay al fondo. Le oigo roncar. Un jovenzuelo barre, mientras, la taberna. Su gesto carece por completo de expresión. Quiero salir de allí.
-Haré lo que me plazca-le contesto-Gracias por la invitación.
-Pero...-balbucea el conde.
            Me pongo de pie. Salgo de la taberna. No quiero seguir escuchando más tonterías.
            Regreso a casa a pie. Necesito que me dé el aire fresco. Y necesito ver de nuevo a Claudia. ¿Dónde estará?
                Llego a casa. Voy directamente a la biblioteca. Claudia está allí leyendo. Es un ratoncito de biblioteca, pienso con orgullo.
              Alza la vista al ver que no está sola.
-¿Ya has vuelto?-se sorprende-No te esperaba tan pronto.
-Mi hermana ha atraído la atención del mayor idiota del Universo-le cuento.
-Don Enrique se preocupa por tu bien.
              Claudia cierra el libro y se acerca a mí. La beso con pasión en la boca. Lleno de besos su carita adorable. La abrazo. Necesito de ella. No puedo amar a Dafne. No...Cuando Claudia es la que ocupa mi corazón. Mis pensamientos...La otra noche, me entregué a ella en cuerpo y alma. Y volvería a hacerlo mil veces. Claudia es mía. Y yo soy suyo. Nos pertenecemos el uno al otro.
 


No hay comentarios:

Publicar un comentario