jueves, 27 de marzo de 2014

UNA BRISA SUAVE

11 DE MARZO DE 1825

                    ¡Por fin!
                    Augusta ha recibido hoy una carta de don Enrique. Me la ha leído en voz alta en el salón. Sentadas en el sofá, Augusta ha llorado de alegría cuando la ha abierto. 
                    Pedro Serrano se la ha traído. Yo le recibo en el salón mientras una de las criadas va en busca de Augusta. Mi prima se encuentra en su habitación durmiendo la siesta. La noto muy apática desde que se marchó don Enrique. 
-Traigo carta de don Enrique-me informa Pedro-¿Dónde está su prima?
                     Previamente, me besa en la mano a modo de saludo. 
-Se encuentra durmiendo la siesta-le contesto-Hágase cargo. El hombre al que ama se haya lejos. Y su mejor amiga no se siente del todo bien. 
-He oído rumores-comenta Pedro-Los señores Velasco quieren mandar a Dafne a Llivía. Por lo visto, viven allí unos tíos suyos. O algo así...
                      Me siento en el sofá. Tengo la sensación de que Pedro quiere decirme algo. 
                      Da vueltas por el salón. 
                      Se detiene ante mí. Me coge la mano. Parece que quiere decirme algo, pero no se atreve a hablar. Carraspea varias veces. 
-Señor Serrano, me siento muy halagada de que me haya hecho objeto de sus atenciones-afirmo-Pero no es bueno que esté tan interesado en mí. Sobre todo, teniendo en cuenta su reputación. 
-Me gustaría me diese una oportunidad-me pide-Tan sólo eso...
                    Me besa en la mano. Me besa también en una mejilla. Sale del salón. 
                   Augusta llega enseguida. Entra corriendo. Se ha puesto el vestido como ha podido. Pero su rostro brilla como hace mucho que no veo. Me arrebata la carta de las manos.  
-¡Me ha escrito!-exclama.
-Ya sabía yo que el conde no podía olvidarse de ti-le aseguro-Estoy convencida de que te quiere con locura, prima. 
-¡Qué alegría!-exclama Augusta-Te la voy a leer, Claudia. 
-Adelante...
                     Sin embargo, la alegría de la voz de Augusta ha ido poco a poco disminuyendo. La carta no ha traído buenas noticias. 

                         He de quedarme unos días más en Llivia. Hay un problema con las cosechas. No sé cuándo regresaré. 

                          

                        Don Enrique le dice muchas cosas bonitas a Augusta en su carta. 
-¡Pero no va a venir!-se lamenta. 
-¡Oh, cuánto lo siento!-exclamo con tristeza. 
-Yo creí que iba a volver. 
-Mira el lado bueno. Te ha escrito. Sabe que piensa en ti. Que te lleva en su mente. 
-No es suficiente. 
-Lo sé, prima. 
                      Augusta está llorando. La abrazo, intentando consolarla. 
                      Sé que todo cuanto haga es inútil. 
-Pero volverá-le aseguro. 
-¿Cuándo?-me pregunta Augusta con tristeza. 
                      Le doy un beso en la sien. 
                      No tengo respuesta para esa pregunta. 
-¡Yo quiero que regrese a Buda, Claudia!-solloza Augusta-¡Quiero que nos casemos!
                        Trato de consolarla. Augusta no suele comportarse de un modo tan histérico. Siempre ha sido la más impulsiva de las dos. Pero trata siempre de mantener la calma. Hasta hoy...Cuando su corazón roto la ha herido tanto que grita de dolor.
-Volverá-le prometo-No sé cuando. Pero quiero pensar que volverá.
                       Le acaricio el cabello con la mano. Augusta apoya su cabeza sobre mi hombro.
-Es el primer hombre que me ha besado con amor-me confiesa. 

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