miércoles, 26 de junio de 2013

UNA BRISA SUAVE

Hola a todos.
Hoy os traigo las anotaciones de los diarios de Ricardo y Claudia.
Espero que os guste.

 
DIARIO DE RICARDO

                         26 de febrero de 1825

                        Tengo ganas de vomitar.
                         Don Enrique ha venido hoy a ver a Augusta. Para mi desgracia, no ha venido solo. Pedro y Dafne han venido con él.
                        Los seis nos sentamos en el salón. Dafne se sienta a mi lado. Tengo que soportar el ver cómo Pedro se sienta al lado de Claudia.
-Está especialmente guapa esta tarde, señorita Ballester-la adula.
-Es usted muy amable-contesta Claudia-Pero debería dejar a un lado los halagos.
-¿Acaso no le gusta que la piropeen? ¡Qué raro! A todas las mujeres les gusta saber que son del agrado de los hombres.
                     No sé de lo que están hablando Augusta y el conde, pero mi hermana no deja de sonreír. Dafne intenta rozar su rodilla con mi rodilla sin conseguirlo.
                    Los dos nos sentimos visiblemente incómodos en este momento.
-¿Ha hablado Claudia contigo?-me pregunta Dafne.
-Sí...-le respondo-Claudia ha hablado conmigo. Me ha transmitido tu mensaje. ¿Te has vuelto loca?
-Por favor, Ricardo. Ya no somos niños. No sigas negándolo. ¡Tú me quieres!
-¡Por el amor de Dios! Hay gente cerca de nosotros. Deberíamos de hablar de esto en privado. ¿No te parece? No podemos hacerlo ahora. Delante de mi hermana...De mi prima...
                 El conde coge la mano de Augusta y se la besa.
-Tu hermana está ocupada con el conde-me indica Dafne-Y tu prima parece tener una conversación muy animada hablando con el señor Serrano.
                Me giro hacia el lugar donde están hablando Claudia y el imbécil de Pedro.
-Lo que me está diciendo es una total falta de respeto-le reprocha Claudia-Va contra el decoro hablar así.
-No le estoy diciendo nada malo, señorita Ballester-insiste ese hijo de perra-Es la verdad. Siento algo muy especial por usted. ¿No me cree?



                Deseo ponerme de pie. He de partirle la cara a ese miserable. ¡Los hay que no aprenden! Claudia me mira con ojos llenos de desesperación. No quiero que ese malnacido le haga daño. Me pongo de pie.
-Lamento ser desagradable-digo-Pero se está haciendo un poco tarde. Y a mi prima le duele la cabeza.
-¿Se siente mal, señorita Ballester?-le pregunta don Enrique a Claudia-¿Quiere que avise a un médico?
-No...-responde ella-No hace falta. Es sólo una pequeña molestia. No es nada.
               Dafne va hacia donde está ella y la abraza.
-¡Oh, querida!-se lamenta-¡Cuánto lo siento! Yo hablando sin parar con Ricardo. Y te he molestado. Te ruego que me perdones.
                 Claudia no le dice nada. Me está mirando con gesto de agradecimiento. La expresión de mi hermana, en cambio, es de auténtica perplejidad. No entiende nada de lo que está pasando.
-Vendré a verla otro día, señorita Ballester-le promete don Enrique-Cuando su prima esté mejor.
-Yo lo estaré esperando, Excelencia-le asegura Augusta-Como siempre...Yo lo espero.
-Eso quiero. Que me espere.
              Coge la mano de Augusta. Se la besa. Contemplo la escena con el ceño fruncido. Sigue sin gustarme ese conde. Hay algo en él que no me agrada. Pero no sé si debo decírselo a mi hermana.
              Don Enrique, Dafne y Pedro se marchan. En el salón nos quedamos solos Augusta, Claudia y yo. Mi prima permanece sentada en el sofá con gesto lánguido. Agradece que se hayan ido. Augusta nos mira de hito en hito a Claudia y a mí.
-¿Quieres acostarte un rato?-le pregunta a nuestra prima.
-Gracias...-responde ella-Pero creo que me quedaré aquí un ratito. No es nada, prima. Es sólo una ligera molestia. Se me pasará.

 
DIARIO DE CLAUDIA
 
                          27 de febrero de 1825
 
                        Salgo al jardín a dar un paseo. Agradezco el poder pasar la tarde sola. Augusta ha ido a visitar a Dafne. No sé cómo no me levanté ayer del sofá y le saqué los ojos. ¡Es una descarada! ¡No paraba de coquetear con Ricardo! ¿Dónde se ha visto tanta desfachatez? ¡No es nada decoroso! Me interrumpo en este pensamiento. Soy una redomada hipócrita  por pensar así. Dafne coquetea con Ricardo. Y yo me he acostado con él. ¿Quién es peor de las dos?
                   Yo...
-Claudia...-oigo una voz a mis espaldas masculina.
                 Me doy la vuelta. Me encuentro con Ricardo, que avanza despacio hasta mí. Quiero huir. Pero no quiero huir.
-Ha sido todo una locura-le digo.
-¿Por qué dices eso?-me pregunta.
-Porque lo es. Eres mi primo. Lo que pasó la otra noche no debió de haber pasado.
-Claudia...¿Te arrepientes de haber hecho el amor conmigo?
                Nos dejamos caer en el suelo.
-No lo sé-le confieso-No soy virgen. Ningún hombre querrá casarse conmigo.
-Me menosprecias-se lamenta Ricardo-Yo sí quiero casarme contigo.
-No podemos. ¿No te das cuenta?
-¡Podemos! Conseguiré una dispensa papal. Hablaré con el tío Tomás y con la tía Prudencia. ¡Tendrán que entenderlo! ¡Tendrán que dar su brazo a torcer!
                Nos acostamos sobre la hierba. Siento que la cabeza me da vueltas. ¿No se da cuenta Ricardo que está diciendo disparates?
-¿Cuándo empezó todo?-le pregunto.
-Ni yo mismo lo sé-responde-Ha sido algo que ha ido creciendo con el paso de los años.
-Sigo pensando que es una locura.
                  Nuestras miradas se encuentran y nos fundimos en un beso cargado de ternura.
-Eres mi vida, Claudia-me asegura-Sin ti, no podría seguir viviendo.
                 Mis ojos se llenan de lágrimas.
-A mí me pasa lo mismo-le confieso-Te amo tanto que me moriría si no estuviera contigo. Dafne...
                Ricardo me hace callar.
-No la amo-insiste.
               No sé qué pensar. Por un lado, deseo que se enamore de Dafne. Por el otro lado, no quiero que eso pase.
-Nunca la amaré-insiste Ricardo.
-Me alegro-afirmo-¡Qué Dios me perdone!
              Nos levantamos del suelo. Nos sentamos en un banco.
              No sé qué pensar. Siento que estoy soñando. Nada de lo que está pasando es real. ¡Pero es real! Apoyo mi cabeza en el hombro de Ricardo. En estos momentos, lo único que quiero es estar con él. Aunque esté cometiendo el mayor error de mi vida.
 
                  


-Vamos a hacer una cosa-me dice Ricardo-Vamos a ser fuertes.
-No soy fuerte-me lamento.
-Vamos a pelear por nuestro amor. Claudia, hemos nacido el uno para el otro. Un amor como el nuestro no puede extinguirse nunca. Somos uno.
-Es verdad.
                     Volvemos a besarnos. Esta vez, el beso que nos damos es más apasionado. Más intenso...Más largo...No queremos separarnos. Nuestras bocas hablan por nosotros. Ellas...Expresan amor. Todo el amor que Ricardo y yo sentimos el uno por el otro. Mi primo, pienso. Mi amor...

2 comentarios:

  1. Y seguimos leyendo confidencias y nos dejas con ganas de más
    Precioso capi mi niña
    Besos

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    Respuestas
    1. ¡Me alegro de que te esté gustando, Anna!
      Seguiré subiendo anotaciones del diario de Claudia a medida que vayan pasando los días.
      Un fuerte abrazo, Anna.

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