miércoles, 3 de julio de 2013

UNA BRISA SUAVE

Hola a todos.
La anotación de hoy corresponde al diario de Ricardo.
Vamos a descubrir lo que pasa por su cabeza.

 
DIARIO DE RICARDO
 
 
                    4 de marzo de 1825
 
                    Nos reunimos en el comedor. Es la hora del desayuno. Me siento, como de costumbre, al lado de Claudia. Me asalta su fragancia, esencia de rosas. Me embriaga.
                    Cojo una tostada y la unto con mermelada de frambuesa.
                   Mis tíos hablan de frivolidades.
                   Mi tío va a recibir a un escritor. Habla pestes de él.
-Quiere que le publique unos poemas-cuenta-Se los dedica al Rey.
                  Claudia disimula una sonrisa. Bebe un sorbo de su taza de leche caliente. Elisa, una de las criadas, permanece en un rincón. No sé lo que estará esperando.
                 Mi tío Tomás habla del poeta. Dice que sus versos son horribles. Que no sabe hacer una rima en condiciones. Pero se ha empeñado en publicar lo que él denomina porquería. Por lo visto, quiere que mi tío sea su editor.
-¿Y por qué no habla con él, tío?-le sugiero-Se sincere con él. Le diga la verdad. Se lo agradecerá.
-O me partirá la cara-se inquieta mi tío.
-Mi padre siempre decía que hay que decir siempre la verdad. Por muy dolorosa que sea.
                Me acuerdo de mi padre. ¿Sabrá él lo ocurrido entre Claudia y yo? Después de todo, es su sobrina.
-No se puede ser siempre sincero, Ricardo-interviene Augusta.
-¿Por qué dices eso?-se extraña Claudia-Te conozco bien, prima. Siempre has sido muy honesta. Nunca te has callado nada. Siempre has dicho la verdad. Obras como obraba mi tío.
-He cambiado, prima.
-¿Y quién te ha hecho cambiar? ¿Ese imbécil? ¡Me da igual que sea conde! ¡No te reconozco, Augusta!
 
 
 
-No conoces a don Enrique-me replica mi hermana-Él quiere que sea la condesa perfecta para él. La madre de sus hijos...
-Pregúntate a ti misma si vale la pena el esfuerzo.
-Tiene que valer la pena.
                 Augusta mantiene la vista baja. Me cuesta trabajo reconocer a mi hermana. ¿Ha sido el amor lo que la ha hecho cambiar? ¿Desde cuándo se preocupa por complacer a un hombre? Augusta siempre ha sido puro nervio. Inquieta y alocada...Pero con muy buen fondo...Se parece mucho a nuestra madre. ¿Qué es lo que la habrá hecho cambiar?, me pregunto. ¿Qué le ha pasado a mi hermana?
-¿Y qué me dices de ti?-contraataca Augusta-¿Por qué sigues empeñado en no querer ver a Dafne? ¡Dame una buena razón!
-Prima, será mejor que no te metas-interviene Claudia-Ricardo ya es mayorcito. Sabe bien lo que hace. Has hablado con él. Yo también he hablado con él. No nos hace caso Él sabrá el porqué no está enamorado de Dafne. No debes forzarle a amarla.
-No estoy enamorado de Dafne-afirmo-¡Y lo siento en el alma!-Siento cómo la rodilla de Claudia roza suavemente mi rodilla. Un escalofrío placentero recorre mi cuerpo-Me gustaría ser de otra manera. Me gustaría poder amarla. Pero no puedo. ¡No puedo! Lo siento.
-Eres un imbécil-me espeta Augusta-¡Vas a dejar perder la oportunidad de tu vida! ¡Dafne Velasco es la mejor mujer del mundo! No sé porqué la rechazas.
-Bueno, querida-interviene mi tía Prudencia-Claudia tiene razón. Ricardo ya es mayorcito. Sabe bien lo que hace. Tienes que darle tiempo. Ver lo que pasa. Con un poco de suerte, tu hermano entrará en razón. Verá las virtudes tan maravillosas que tiene Dafne. Y la corteja.
-¡Yo haré que la quiera!
 
                        Son las cuatro de la tarde. Augusta y yo nos dirigimos a pie hasta la masía donde vive Dafne. Mi hermana sigue empeñada en verme casado con ella.
-Es imposible hablar contigo-le recrimino-Estás cometiendo un grave error.
-A lo mejor, me lo agradeces-insiste Augusta-Hablarás un ratito con Dafne. Ya verás cómo cambia de idea.
-Augusta...Escucha.
-¡No! ¡No te escucho! ¡Y no te quedes rezagado!
                 Me siento impotente al no ser capaz de hacer entrar en razón a la loca de mi hermana.
                 Llegamos a la masía. El mayordomo de los Velasco nos abre la puerta. Nos conduce hasta el salón. Para mi horror, Dafne está en el salón. Y no está sola. Sus padres están con ella.
-¡Ricardo!-exclama Dafne al levantar la vista y vernos llegar a mi hermana y a mí-¡Augusta!
               Me fijo en que tiene un libro en las manos. Su madre está sentada en un sillón tejiendo. Su padre parece estar dormitando en el otro sillón.
-¡Qué sorpresa más agradable!-exclama Dafne.
              Se pone de pie de un salto.
-La sorpresa te la traigo yo, querida-apostilla Augusta-Ya has visto quién ha venido a verte.
-Hola, Ricardo-me saluda. Yo le cojo la mano. Deposito un beso en ella-¡Qué alegría me da verte!
-Lo mismo digo, Dafne-miento-Me alegro mucho de verte. Estás muy guapa.
-¡Oh, muchas gracias!-Dafne se ruboriza-Pero no deberías de decirme esas cosas. Mis padres están aquí.
                   Saludo a los padres de Dafne. Los ojos de la mejor amiga de mi hermana brillan al posarse en mí. Me siento violento. Tomo asiento a su lado en el sofá.
-¿Cómo estás, joven?-me pregunta el señor Velasco-Me alegro mucho de verle por aquí. Siempre le digo a mi hija que tiene que relacionarse con gente de su edad. Además, hace mucho que no se te ve por aquí.
-Mi hermano ha estado ocupado, señor Velasco-le asegura Augusta-Quiere ayudar a mi tío a editar libros. Le interesa ese negocio.
                ¿Desde cuándo me interesa el mundo de la edición?, me pregunto. Augusta es una mentirosa consumada.
 
 
 
 
-¡Estás guapísima!-exclama Augusta, dirigiéndose a Dafne-¡Me gusta mucho el vestido que llevas puesto! El azul te favorece.
-Muchas gracias...-dice Dafne-Es un vestido nuevo.
-¿Verdad, Ricardo?-Augusta se dirige a mí. Me quiero morir. ¿Cómo he podido llegar a esta situación? ¡Cielos! ¡Esto es una locura!-¿Verdad que el azul le favorece a Dafne?
-Sí...-murmuro-Hace juego con el color de tus ojos. Azules...Muy bonitos...
                 Augusta y yo permanecemos allí un buen rato.
-Vamos a merendar-sugiere la señora Velasco.
                Pasamos al comedor. La criada nos sirve la merienda. Chocolate caliente y un plato de pastas...Dafne coge una pasta y la mordisquea delicadamente.
-Tenía muchas ganas de verte-me confiesa.
               Me da miedo mirarla. No sé qué hacer para que Augusta entienda que no puedo amar a su mejor amiga. No sé qué hacer cuando le confiese a Augusta que estoy enamorado de otra mujer. No lo entenderá.
-Augusta ha insistido en que debía de venir-me sincero-Yo no quería venir.
-¿Creías que iba a rechazarte?-inquiere Dafne.
               Asiento. No me atrevo a confesarle la verdad. Sus padres están delante de nosotros. Este matrimonio nos ha visto nacer a Augusta y a mí.
               Nos consolaron cuando murieron nuestros padres. Se me parte el corazón al pensar que puedo hacerles daño.
               Los señores Velasco no paran de hablar. Yo les escucho.
-¿Cómo están tus tíos, querida?-le preguntan a Augusta.
                Mi hermana se desenvuelve a la perfección en una conversación de sociedad. Sabe cómo responder. Sabe cómo deslumbrar a sus interlocutores. Yo, en cambio, prefiero guardar silencio.
-Jamás te rechazaría-me promete Dafne-Te amo.
-Dafne...-le digo-No sigas.
-Es la verdad. Y espero pacientemente a que te des cuenta de que tus sentimientos hacia mí son iguales. Me amas, Ricardo. Veo amor en tus ojos.
-Dafne...Ves amor en mis ojos. Pero no es amor lo que siento por ti.
                Ella sonríe. No está dispuesta a rendirse.
-Te conozco bien-afirma.
                 Me siento muy incómodo. Augusta no para de hablar con el matrimonio Velasco. ¡Y Dafne se me insinúa!
                 Me pongo de pie. Dafne y Augusta clavan sus ojos en mí. El matrimonio Velasco parece estar distraído. No logro entenderles. Dafne no se parece en nada a ellos
-Señores, lamento mucho tener que irme-me excuso-He quedado en un sitio. Y no quiero que se me haga tarde.
-¿Con quién has quedado?-me interroga Augusta.
-Con Pedro Serrano...
-¿Con ese canalla?-se escandaliza el señor Velasco-Tenga cuidado, joven. Ese hombre es un miserable. Arrastra a la gente a la perdición.
                Me dirijo a la entrada. Dafne se pone de pie. Le dice a sus padres que me acompaña.
                Me pongo tenso. ¿Qué es lo que quiere de mí?
               Dafne y yo nos dirigimos a la salida. Dafne clava sus ojos en mí.
              Es un momento realmente incómodo para los dos. Al llegar a la puerta, Dafne se acerca mucho a mí con la intención de darme un beso en la boca. Logro apartar la cara a tiempo. Sus labios me besan en la mejilla. Me besan muy cerca de mi boca.
-Lo siento mucho-se excusa Dafne-Yo...Bueno...
-No mientas-le pido-No lo sientes.
              Abro la puerta. Salgo a la calle. Respiro hondo. No quiero hacerle daño a Dafne. Pero ella insiste. Insiste. No sé qué hacer.
                 Un beso...Quiere que la bese. Que la bese una vez. O no...No lo sé.
                Empiezo a caminar. Me asalta la figura de Claudia. Claudia...De ser distinto todo, me habría enamorado de Dafne. Claudia se casaría con algún buen partido. No estaría viviendo en un Infierno. Deseando estar con Claudia. Ver a Claudia. Hablar con Claudia. Me va a estallar la cabeza. Y sólo puedo pensar en Claudia.


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