jueves, 4 de febrero de 2016

UN MES

Hola a todos.
El título de la entrada puede llamar a errores.
Se acerca mi cumpleaños. Y me da por ponerme reflexiva. Ha pasado más de un mes desde que comenzó el año 2016. Es muy poco tiempo. No puedo hacer un balance.
Nos da por hacer balance por todo. Aunque haya transcurrido un día.
Analizamos cómo ha sido este día.
¿Y cómo ha sido este mes? En realidad, han pasado treinta y cinco días desde que comenzó el año.
Los días son todos iguales. He de ser sincera. Me encanta la rutina. Y odio cuando esa rutina se ve rota. Puede que sea un acontecimiento alegre el que rompa esa rutina. En ese caso, estoy contenta.
Pero, a veces, ocurre algo malo. No quiero ponerme pesimista. Es verdad que soy muy pesimista. Yo prefiero pensar que soy realista.
Una discusión con alguien rompe esa rutina. Que alguien te insulte en la calle rompe esa rutina.
Ver llorar a un ser querido rompe esa rutina. La visita al médico...El miedo de estar enfermo.
Todo eso lo llevas dentro. No sabes lo que puede pasar. No sabes si te van a volver a insultar por la calle. No sabes si tu relación con la persona con la que has discutido se va a agriar para siempre.
No quieres que pase eso. Y no quieres estar enfermo. Yo odio estar enferma. Nunca me ha gustado. Precisamente, porque la enfermedad rompía mi rutina.
A mí me gustaba jugar. Jugaba en la calle. Iba a la Puerta de la Iglesia a jugar. Hay una replaceta a su alrededor. Crecen árboles allí. Antes, había matorrales. Los niños siguen yendo a jugar allí.
O jugaba en casa. O jugaba en el pequeño patio de la tía de mi madre, que vivía enfrente de nosotros. Si estaba enferma con gripe, no podía jugar. Rompía con mi rutina de jugar por las tardes.
Si me hacía un corte, no podía jugar. Tenía que curarme.
Me hice una vez un corte en el pie. Me encanta caminar descalza.
Empecé a sangrar. No me había dado cuenta de que había un trocito de cristal por el suelo.
Tuvieron que acostarme en el sofá. Tuvieron que curarme. Y yo me desesperaba. Vivo esclava del reloj. Ponerme reloj en la muñeca fue muy malo para mí.
Nunca he llevado complementos. De pequeña, sólo llevaba mis pendientes. De pronto, empecé a ponerme complementos.
Salí de esa rutina que significaba no querer llevar un colgante. O pensar que llevar un reloj era un suplicio. Me puse anillos. Me puse pulseras.
Quiero salir de esa rutina. Lo he pensado. Pero no me atrevo a dar ese paso. La cobardía entra a formar parte de tu rutina. Pero también piensas que eso es bueno.
Llevas una vida tranquila. No hay sobresaltos.
Ha pasado un mes desde que comenzó este año. Y quiero pensar que va a ser un año tranquilo.
Eso es lo que quiero. No aspiro a ser feliz.
En realidad, nadie es feliz completamente. Hay días en los que uno está contento. Pero también hay días en los que uno siente rabia hacia alguien. Hay días en los que sólo quieres llorar. Hay días en los que estás enfermo. No son días felices.
Forman parte de la vida. La vida es así. Tiene sus alegrías. Puedes estar contento. Pero no siempre vas a estar contento y alegre. Es sólo un estado de ánimo.
Yo intento estar contenta. Pero es muy difícil.
Intento mirar a la vida de manera positiva. Pero tampoco es fácil. Quiero pensar en que voy a conseguir algo. Quiero regocijarme en mis pequeños logros. Esos pequeños logros...En realidad...Son grandes logros.
Ayer, apenas escribí. Había terminado de escribir una de las historias que tengo a medias. Y son muchas historias las que tengo a medias.
Fue un día de reflexión. Di un paseo por la mañana por Cartagena. Por la tarde, no supe qué hacer.
¿Qué debía de hacer?
La respuesta era muy clara. Debía de seguir escribiendo. Pero no sabía qué escribir. No sabía por cuál de mis historias debía de tirar.
Me sentía un poco cansada. Decidí no hacer nada. Bueno...Por la noche, escribí un poquito.
No me gusta estar sin escribir nada. Además, las Musas se pusieron pesadas. Tuve que hacerles caso.
Esta entrada es muy larga. Pero necesito desahogarme. Aflora una parte de mí. La parte que adora su vida rutinaria. Una vida de mierda, con perdón. Pero es mi vida.
Me gusta como vivo. Me gusta cómo soy. Me gusta.
No lo voy a negar. ¿Puede cambiar mi vida? No lo sé. A veces, deseo que cambie. Pero, para que se produzca ese cambio, debo de hacer algo.
En el fondo, me conozco. No quiero que nada cambie.
Estoy haciendo un ejercicio de brutalidad. Un ejercicio de honestidad brutal...
Ésta soy yo.
La que, en el fondo, no quiere crecer. La que adora su vida de mierda. La que disfruta escribiendo. La que no quiere que nada cambie.
Ha pasado ya un mes desde que empezó un año que será como los otros años. Un año en el que querré que mi vida siga siendo la misma.
Un año en el que intentaré ser yo misma. Aunque desee ser como las demás. Tengo muchos espejos en los que mirarme. Pero, al mirarme al espejo del cuarto de baño, me veo a mí. Y no me gusta.
Tengo muchos defectos. No estoy contenta con ellos.
Podría operarme. Así, eliminaría todos mis defectos. Pero no estoy loca. No quiero pasar por el quirófano.
¿Qué espero?
No espero nada. Sólo espero estar tranquila.
Continuar con mi rutina. Seguir haciendo lo que más deseo. Pensar mucho. Escribir mucho. Soñar despierta.
Sí...Es lo que hago siempre. Pensar que los sueños se pueden cumplir. Aunque, eso no sea del todo cierto. Por desgracia...

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