viernes, 25 de julio de 2014

UNA BRISA SUAVE

DIARIO DE LA SEÑORITA AUGUSTA BALLESTER

23 DE MARZO DE 1825

                     Estoy recostada en un sillón del salón. 
                    Claudia está tejiendo una manta. La veo sentada en el sofá junto a tía Prudencia. Aún no he podido hablar con ella. 
                     Mi prima es el calco de mi tía Prudencia. No puedo negar que se ha convertido en toda una belleza. Claudia posee esa clase de belleza angelical que debe de atraer la atención de los hombres. Además, posee unos modales exquisitos. Cuando sea presentada en sociedad, pienso, causará sensación. Si es que llega a viajar a Barcelona para su puesta de largo. 
                       A ello, hay que añadir su cabello de color dorado pálido. Su rostro de facciones delicadas y suaves...Su piel blanca...
-Te noto pensativa, Augusta-observa tía Prudencia. 
-¿Has vuelto a tener noticias del conde?-inquiere Claudia. 
-Dudo mucho que ese hombre regrese algún día. 
                           Yo no hablo. No contesto. No sé qué hacer. 
                           Ricardo y tío Tomás han estado encerrados en el despacho durante gran parte de la tarde. Están hablando de las tierras de cultivo que posee nuestra familia. Una parte de esas tierras son de Ricardo y mías. Pero no sabría qué hacer con ellas. 
-Detesto hablar de negocios-dice Ricardo cuando tío Tomás y él salen del despacho. 
-Eres muy joven para preocuparte por los negocios-le recuerda tío Tomás-Pero eres el único hombre de la familia después de mí. A mi muerte, te toca ocuparte de todo. Del dinero...De la masía...De la familia...
                             Ricardo no me mira. A quien mira es a Claudia. 
                             Se acerca a ella y deposita un beso en su frente. 
                              Veo cómo acaricia su pelo con la mano. Y ella...Le sonríe.
                              Le da un beso en la mejilla a mi hermano. Tía Prudencia carraspea. Pero también sonríe. 
-¿No crees usted, tía, que están haciendo mal?-le pregunto. 
-Son como hermanos-responde tía Prudencia-Han crecido juntos. Se quieren mucho. 
                            Me pregunto si Claudia ha yacido entre los brazos de Ricardo. ¡No quiero pensar en eso! 
-Estás enferma-observa tía Prudencia-Tienes mala cara. Ese conde será tu muerte, Augusta. Ve a acostarte un rato. Necesitas descansar. Casi no comes. 

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