domingo, 27 de julio de 2014

UNA BRISA SUAVE

DIARIO DE LA SEÑORITA CLAUDIA BALLESTER

24 DE MARZO DE 1825

                            Ricardo y yo nos encontramos a solas en el salón. Tengo la sensación de que esta situación se nos ha ido de las manos desde hace mucho tiempo. 
                            Mi conciencia me grita que me aleje de él. Ricardo se acerca a mí y me da un beso en la mejilla. 
-Augusta ya lo sabe-me comunica-Se lo he contado yo. 
-¡Oh, Dios mío!-exclamo, presa de la angustia más terrible. 
                             De pronto, entiendo el extraño comportamiento que tuvo Augusta el día antes. No se trata sólo del dolor que le produce estar lejos de don Enrique. 
                              Sabe que Ricardo y yo somos amantes. No sé cómo voy a mirarla a la cara. No sé qué he de hacer para alejarme de Ricardo. 
-Mamá y papá están haciendo muchos planes para mí-empiezo a hablar-Planes que guardan relación con mi futuro. Con lo que ellos esperan de mí. ¿Qué quieres que haga?
-No me alejes de tu vida-contesta Ricardo, casi con desesperación. 
                            Me coge las manos. Me las besa muchas veces con fervor. 
-Es muy tarde para volver atrás-me recuerda-Ya somos amantes. 
-¡Soy tu prima!-le recuerdo casi a gritos-No soy tu amante. ¡Cielo Santo! 
                             Siento el deseo de echarme a llorar. Siento el deseo de alejarme de Ricardo. Pero él me besa en las mejillas, bebiendo mis lágrimas. Sí...No me he dado cuenta de que estoy llorando. Estoy llorando de angustia. 
-¿Y qué va a pasar ahora?-le pregunto con voz lastimera. 
-Podemos huir juntos-responde Ricardo. 
                          Me abrazo a él. 


                          Ricardo me besa en la frente. Me besa en una sien. 
                         No puedo alejarme de él. ¡Qué Dios me perdone! 

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