sábado, 2 de agosto de 2014

UNA BRISA SUAVE

26 DE MARZO DE 1825

                               Intento distraerme mientras interpreto una pieza al piano. Mi institutriz me enseñó a tocar el piano. Las clases fueron reforzadas por la llegada de una profesora de piano particular. 
                               Tanto mi institutriz como mi profesora de piano se marcharon hace algún tiempo.
                               No me considero a mí misma como una virtuosa del piano. De vez en cuando, cuando mis padres me lo piden, suelo tocar alguna pieza para ellos. Me distrae. 
                               Tanto mis padres como mis primos me dicen que toco bastante bien el piano. Pero no quiero pensar en nada esta tarde. Mis padres todavía no saben nada de mi relación con Ricardo. 
                               Me centro en la pieza que estoy interpretando. Escucho las notas que resuenan en la soledad del salón de mi casa. Anoche, cuando fui a la habitación de Augusta, ella estaba dormida. Le di un beso en la frente. 
                               No quiero pensar en el dolor que Ricardo y yo le hemos causado. Por ese motivo, estoy tocando una pieza al piano. 
                               Intento distraer mi mente. Las notas se mezclan unas con otras en mi cabeza. Me he olvidado de todo un poco. Pero la pieza que estoy interpretando es triste. 
                                Me doy cuenta de que estoy llorando. Dejo de tocar el piano. Dejo de tocar el piano de manera repentina. Se oye un ruido espantoso. Me deja sorda. Casi grito. Pero el grito que estoy a punto de lanzar es un grito de dolor. 
                                El ama de llaves entra en el salón. Se acerca a mí. 
                                Estoy llorando. Mi llanto es un llanto callado y silencioso. 
                                El ama de llaves me mira con preocupación. No me pregunta el porqué estoy llorando. Pero noto en su mirada cierta preocupación al verme llorar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario