sábado, 23 de agosto de 2014

UNA BRISA SUAVE

11 DE ENERO DE 1825

                             Augusta bufa de un modo tan ruidoso que me va a dejar sorda. 
                            Cuando gruñe a la mesa, me tapo los oídos. 
                              Es la hora de la cena. 
                             Damos cuenta a la mesa del comedor de la cena. Ésta consiste en fideos a la cazuela. A Ricardo le encanta comer los tacos de costilla de cerdo que suelen acompañar este plato. 
-¡Está delicioso!-exclama-Lo cierto es que nuestra cocinera no cocinaba tan bien. Era buena. Pero no era una maestra. 
-Fue papá el que la contrató-le digo. 
-Entonces, tío Tomás, te felicito. Eres un excelente señor de esta masía. 
                               Mi padre se echa a reír. De pronto, un trueno retumba en todo el comedor. 
-¡Virgen de Montserrat!-exclama mi madre-¿Qué ha sido eso?
-Es un trueno, tía Pruden-contesta Augusta-No ha sido nada. Pero me cansa que esté todo el día lloviendo. ¡Me estoy agobiando!
-Sé paciente, hermana-le aconseja Ricardo. 
-¿Cómo me puedes pedir que sea paciente?
-Porque es bueno que llueva. 
-El río Ebro acabará desbordándose. Vivimos rodeados de agua. El agua del río...El agua del mar...
-¡El agua es buena!-aplaudo-No sé de qué te quejas. 
                              Suena otro trueno. Este trueno es mucho más fuerte que el anterior trueno. Yo me santiguo. No soporto escuchar el ruido de los truenos. Me asusta. 
                               Ricardo se inclina sobre mí y deposita un beso en mi frente para tranquilizarme. 
                              Me dice que los truenos no tienen porqué darme miedo. 
                              Y yo me tranquilizo. Cuando Ricardo me habla, yo me siento más tranquila. Cuando mi primo me sonríe, yo me olvido de que, fuera, está tronando. 
                               Pero no está bien que le mire con arrobo. Mi padre carraspea. Hemos de fijarnos en nuestros respectivos platos. 


                          Yo me siento bien estando con Ricardo. Me olvido de mi viaje a Barcelona.
                          Lo he pensado mucho. Me resisto a abandonar Buda. Y la idea de viajar a Madrid me desagrada también.
                           Me pondré nerviosa cuando tenga que hacer mis reverencias ante los Reyes. Mis padres dicen que sé hacer perfectamente una reverencia.
                           Me mienten para tranquilizarme. Haré el peor de los ridículos cuando esté ante los Reyes. Y no quiero ni pensar en lo que ocurrirá cuando esté en Barcelona.
-Come, Claudia-me dice mi madre. 

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