viernes, 8 de agosto de 2014

UNA BRISA SUAVE

DIARIO DE LA SEÑORITA CLAUDIA BALLESTER

1 DE ABRIL DE 1825

                      Ha vuelto a pasar.
                      No he podido conciliar el sueño en toda la noche.
                      A mi lado, Ricardo está profundamente dormido. Pero yo no puedo dormir.
                      Mi conciencia me grita que me he portado mal. No he sabido hacer nada bien. Soy una mala mujer.
                      Mi comportamiento no es el comportamiento adecuado en una dama. Voy camino de convertirme en una ramera. Y puede que esa voz que no para de echarme en cara mi comportamiento tenga razón.
                       Pero soy una mujer que se ha enamorado de un hombre. No creo que esté haciendo nada malo.
                        Es verdad que he hecho cosas que están mal. Como...No puedo decirlas ahora mismo. En el fondo, yo sé que no he hecho nada malo.
                           He sentido sobre mi cuerpo las manos de Ricardo. He podido acariciar con mis manos cada centímetro de su cuerpo. Nos hemos abrazado con fuerza. Nos hemos besado en los labios. Nos hemos besado muchas veces en los labios de manera larga e intensa.
                          Él...
                          Recorría con sus labios cada centímetro de mi cuerpo. Me ha chupado. Me ha lamido. Me ha mordido.
                           Me ha abrazado. Yo he apoyado mi cabeza sobre su pecho. Se ha quedado dormido. Pero yo no podía conciliar el sueño.
-Ya es hora de que te vayas-le digo a Ricardo. 
-¿No quieres que me quede un ratito más contigo?-me pregunta él en tono juguetón. 
-A mí no me engañas, Ricardo. Te oí discutir antenoche con Augusta. Sabe que hemos estado juntos. Y no le gusta. Piensa que estamos cometiendo el más espantoso de los pecados. Y la entiendo. A mí me pasa lo mismo a veces. Augusta se preocupa por nosotros. 
-No dirá nada. 
-Pero le duele. 
                            Ya me he puesto el camisón cuando despierto a Ricardo. Su camisa corta de dormir está tirada en el suelo. Pero él todavía está tumbado desnudo en mi cama.
-Hemos de ir a hablar con el párroco cuanto antes, Claudia-me exhorta Ricardo.
-Lo sé-admito.
                              Ricardo se sienta en la cama. Me aparto de su lado para no mirarle. Me anudo las cintas de mi camisón. En el fondo, me da miedo escuchar la respuesta que podría darnos el párroco.
-Podrías quedarte embarazada-me recuerda Ricardo.
-¡No digas eso ni en broma!-le espeto, nerviosa-Ya es lo que nos faltaba. Tener un hijo. Y no poder casarnos.
-Podríamos casarnos. No creo que sea tan difícil conseguir una dispensa papal. Es verdad que somos familia. Pero no somos hermanos.
-Somos primos hermanos.
-No lo olvido.
                             Está empezando a amanecer. Dentro de un rato, mi doncella vendrá a mi habitación a despertarme. Y podría encontrar a Ricardo aquí conmigo. Desearía no ser tan cobarde. Y me odio a mí misma por ser una cobarde.
                              Ricardo saca los pies fuera de la cama. Está poniéndose la camisa corta de dormir. Me giro cuando la camisa corta de dormir se desliza por su cadera. Me acerco a él.
-Todo irá bien-me asegura mi primo.
                             Mi primo...Mi amante...
                            Alza la mano para acariciarme la mejilla. Yo le beso la palma de la mano.
                            ¡Le quiero tanto! ¿Es normal que le quiera tanto? No sé qué debería de sentir por él. Sólo sé que no quiero renunciar a él.
                            No quiero ser una cobarde. Necesito la fuerza que transmite Ricardo para poder luchar por nosotros.
                            Ricardo me besa con avaricia en los labios antes de abandonar mi habitación. Yo le abro la puerta. Le veo alejarse a lo largo del pasillo. Camina de espaldas. Quiere mirarme mientras se aleja de mi habitación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario