viernes, 22 de agosto de 2014

UNA BRISA SUAVE

10 DE ENERO DE 1825

-¿Es que nunca va a dejar de llover?-se queja Augusta-Lleva lloviendo cuatro días. ¡No puedo salir y me estoy asfixiando!
-No te vas a asfixiar-contesta mi madre-Respiras perfectamente, querida. 
-Te aconsejo que te calmes-le sugiero a mi prima-Antes o después, dejará de llover.
-Los cultivos de arroz necesitan lluvia-opina Ricardo-Los agricultores están contentos. 
                           Es la hora de la merienda. 
                           Mojamos en nuestras respectivas tazas de chocolate unos deliciosos melindres. 
                           Hoy, está lloviendo con mucha más fuerza con la que llovía ayer. 
-¡Me voy a volver loca!-protesta Augusta-Si no para de llover, me pondré a gritar. ¡Lo digo completamente en serio!
-Ten paciencia, querida-le exhorta mi padre. 
                           Estamos merendando en el comedor. 
                           Augusta bufa de un modo ruidoso. Yo trato de no echarme a reír. Me hace gracia ver a Augusta tan exasperada por no poder salir a dar un paseo. 
                           Llueve con frecuencia en Buda. Vivimos en una zona del país muy lluviosa. A mí me gusta la lluvia. 
                           Duermo las noches en las que llueve. El sonido de las gotas de lluvia golpeando los cristales de la ventana de mi habitación me relaja. 
                           Hace que me quede profundamente dormida. Es un sonido suave. A Augusta no le gustan nada los días de lluvia. 
-¿Y cuándo dejará de llover?-pregunta mi prima. 
-No lo sabemos-responde Ricardo-Relájate y disfruta de la lluvia. Los arrozales beben agua. La hierba está más fresca. 
                           Mi primo sonríe. 
                           Estamos sentados juntos a la mesa. 
                            Ricardo me da un beso en la mejilla. 
                           Su comentario me ha hecho reír. Siempre me está haciendo reír. 
                             Ricardo me dice que tengo una risa preciosa. 
-No deberías de hablarle así a Claudia-le regaña Augusta. 
                             Ricardo la ignora. A mí no me molesta que me hable de ese modo. Siempre me está diciendo cosas bonitas. Le gusta hacerme reír. Y yo disfruto de su compañía. 
-No está haciendo nada malo-le digo a Augusta. 

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